SEBASTIÁN PIÑERA E. Presidente de la República de Chile

Mañana se inician los alegatos orales ante la Corte de Justicia de La Haya, proceso que resolverá definitivamente el diferendo de límites que Perú nos ha planteado. Chile ha enfrentado este litigio con la tranquilidad y convicción de saber que nuestra causa es justa y sólida, pues está amparada por el derecho internacional, los tratados limítrofes válidamente celebrados por Chile, Perú y Ecuador en 1952 y 1954 que los países signatarios nos comprometimos a honrar y cumplir, y por la forma en que los tres países y la comunidad internacional los hemos interpretado y aplicado por más de 50 años.

Siguiendo una larga y valiosa tradición, Chile, en defensa de sus intereses, ha observado una política de Estado, no solo de Gobierno y oposición, sino del país entero, unido tras un mismo objetivo: que se ratifique el imperio del derecho internacional, que se respeten los tratados vigentes, que se consideren las conductas de los países signatarios y que se defienda con todos los instrumentos del derecho y la razón nuestros territorios, mares, cielos y soberanía.

Si bien el hecho de ser demandado no puede considerarse un acto amistoso, esto no significa que deba ser estéril. El término de este diferendo concederá a chilenos y peruanos una gran oportunidad para renovar nuestras relaciones y abrazar juntos, con convicción y coraje, la agenda del futuro, que debe ser de amistad, colaboración, progreso y paz.

Nuestros pueblos están hoy más cerca de lo que algunos creen, aunque lejos aún de lo que muchos quisiéramos. Sin duda el mayor factor de acercamiento son los crecientes flujos de migración estable de chilenos en Perú y de peruanos en nuestro país, que los convierte en la colonia extranjera más numerosa residente en Chile. De hecho, muchos de ellos han forjado lazos familiares con chilenos, asisten a nuestras escuelas y universidades, reciben atención de salud en nuestros hospitales y consultorios y votan en nuestros procesos electorales.

PRINCIPAL DESTINO DE CHILENOS El año pasado, Perú desplazó a Argentina como principal destino de turistas chilenos y casi tres millones de personas cruzaron por los pasos de Chacalluta, Visviri y Chungará. Nuestro intercambio comercial se ha multiplicado ocho veces en los últimos 15 años, alcanzando los US$3.800 millones anuales, un 70% del cual lo realizan pequeñas y medianas empresas de ambos lados de la frontera. Perú es, además, el principal receptor de inversiones chilenas en el mundo, con montos acumulados cercanos a los US$11.500 millones, y las de ese país en Chile en torno a la mitad de esa cifra, lo que ha permitido la creación de decenas de miles de puestos de trabajo para chilenos y peruanos.

En un mundo cruzado por recesiones y crisis, Chile y Perú han mantenido altas tasas de crecimiento económico y creación de empleos, mejorado su competitividad y salarios, reducido la pobreza y desigualdades y profundizado su inserción internacional, aprovechando nuestra privilegiada proyección hacia el Asia Pacífico. Ambos países somos miembros de APEC y promotores del Trans Pacific Partnership, la iniciativa de integración más audaz que se haya llevado a acabo entre países del Asia y América. En el ámbito regional, junto a Colombia y México, constituimos la Alianza del Pacífico, actualmente la novena economía del planeta, y participamos activamente en UNASUR y CELAC.

Pese a lo anterior, debemos asumir que hemos tenido desencuentros que con demasiada facilidad alcanzan niveles de discordia. Y aunque hemos avanzado, y mucho, en el desminado de nuestras fronteras y en la transparencia y publicidad de nuestros gastos militares, no se han apaciguado del todo los espíritus, único requisito indispensable para el progreso y la paz permanente entre nuestros pueblos.

Por ello, quiero aprovechar esta circunstancia histórica para convocar a chilenos y peruanos a que avancemos decididamente en tres frentes.

Primero, profundizar un ánimo creativo y constructivo por sobre un espíritu marcado por la suspicacia y la rivalidad, entendiendo que lo que hagamos para acercar a nuestros países está llamado a trascendernos, es decir, a no perecer con nosotros sino a sobrevivir en beneficio de nuestros hijos y nietos.

Segundo, desestimular los nacionalismos exacerbados, que envenenan el alma de los pueblos. Para ello, el mejor antídoto es cultivar entre nuestros jóvenes un auténtico patriotismo, entendido como un sano y justo amor a la patria, incluida su historia, cultura, tradiciones, fe, lengua y geografía, todas las cuales son muy compartidas por chilenos y peruanos.

Y finalmente, llevar a cabo un esfuerzo de integración como no lo hemos realizado jamás desde nuestra independencia. Una integración profunda que abarque no sólo el campo comercial, sino también político, físico, científico, energético y cultural. Una integración definitiva, que una de tal manera los destinos de nuestros pueblos que haga inviable cualquier posible discordia futura entre nuestras naciones. Una integración urgente, sin excusas ni demoras, pues de ella depende que podamos triunfar en este mundo globalizado.

En suma, como tantas veces, chilenos y peruanos tendremos que optar. Optar entre abrazar el futuro o quedarnos atrapados en el pasado. Entre conducir los acontecimientos de este siglo nuevo o dejarnos arrastrar por ellos. Entre ser protagonistas de la globalización o meros espectadores de sus efectos. Entre sumarnos juntos a esta revolución de la sociedad del conocimiento y la información que ya está golpeando nuestras puertas, o dejarla pasar tal como hicimos con la revolución industrial en el siglo XIX.

Siempre van a existir voces que se interpongan entre nuestro presente y este futuro que acabo de describir. Nos dirán que los desafíos planteados son demasiado ambiciosos y complejos para ser abordados con éxito. Que los lastres que arrastramos del pasado superan por mucho las oportunidades que compartimos hacia el futuro. Es cierto, no depende de nosotros que esas voces se expresen; pero sí el que cada día sean menos los chilenos y peruanos dispuestos a escucharlas. Hoy más que nunca requerimos de coraje, visión y liderazgo para reconocer que es mucho más fuerte lo que nos une que lo que nos separa. Que si Dios puso entre nosotros a uno de los desiertos más áridos del mundo, no fue para alejarnos ni para bifurcar nuestros destinos, sino para que nos decidamos a cruzar juntos ese y cualquier otro obstáculo que pretenda interponerse en nuestro camino. Y para dejarnos a nosotros, la generación del Bicentenario, la hermosa tarea de transformar ese desierto en un símbolo de integración y no de división; de paz y no de enfrentamiento; de progreso y no de estancamiento; de vida y no de desolación.

Por eso, termino estas palabras reiterando que Chile es un país respetuoso del derecho, de los tratados y de los tribunales internacionales, e invitando a chilenos y peruanos a seguir con tranquilidad los alegatos, a esperar con serenidad el fallo que honramos cumplir y a cultivar desde ya un espíritu de unidad entre nosotros. Porque mientras más incierta sea la situación económica mundial, más unidos debemos estar para enfrentar con éxito los desafíos y oportunidades que tenemos por delante: derrotar la pobreza, alcanzar el desarrollo, enfrentar con eficacia a la delincuencia y el narcotráfico y mejorar la calidad y equidad de la salud y la educación que reciben nuestros compatriotas. Y lograr todo ello, en democracia, libertad y paz.

CITAS DESTACADAS Debemos asumir que hemos tenido desencuentros que con demasiada facilidad alcanzan niveles de discordia.

Si Dios puso entre nosotros a uno de los desiertos más áridos del mundo, no fue para alejarnos ni para bifurcar nuestros destinos, sino para que nos decidamos a cruzar juntos ese y cualquier otro obstáculo que pretenda interponerse en nuestro camino.

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