Así ocurrió el naufragio del Titanic

(Foto: Agencia)
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Lilia Córdova Tábori

Un 15 de abril de 1912 el Titanic, considerada la embarcación más moderna y segura del mundo, se hundía en las frías aguas del Atlántico Norte. Esta ciudad flotante llevaba a bordo a millonarios, políticos, empresarios, turistas e inmigrantes que buscaban un nuevo futuro en América. 

La construcción del Titanic empezó el 31 de marzo de 1909. La empresa White Star Line y la constructora irlandesa Harland & Wolff promocionaron al transatlántico como el más grande, moderno, lujoso y seguro del mundo.

El Titanic pesaba 46,328 toneladas, tenía una altura de 11 pisos y el largo de 3 cuadras. Entre las comodidades de la gran nave figuraban luz eléctrica y calefacción en todas las habitaciones; ascensores, baños turcos, piscina, una cancha de squash, un gimnasio con un caballo y camello mecánicos.

El lujo se extendía a la gastronomía. Su restaurante ofrecía lo mejor de la alta cocina francesa. Los cafés estaban en la terraza; y sus salones habían sido decorados al estilo de Luis XVI.

En 1912 construir el Titanic costó $ 7.5 millones; en la actualidad demandaría una inversión de $ 400 millones. Para viajar en primera clase un boleto costaría $ 70.000, en segunda $ 1.000 y en tercera entre $ 170 y $ 640.

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El principio del fin

El 10 de abril de 1912 Titanic zarpó del puerto inglés de Southampton sin ceremonias especiales, pues la White Star Line no bautizaba sus naves con champagne. Cientos de curiosos vieron partir a la nave por primera y última vez.

A bordo viajaban 2.228 personas. De ellas 1.343 eran pasajeros y 885 miembros de la tripulación. El Titanic reproducía la sociedad de principios de siglo XX.

Trescientas veinticinco de las personas más ricas del mundo abordaron el barco, entre ellas lo más selecto de la nobleza inglesa y de la sociedad de Nueva York y Filadelfia. También formaban parte de esta ciudad flotante empresarios estadounidenses, doctores, maestros, obreros y familias europeas que vendieron sus pertenencias para viajar a América buscando un nuevo horizonte.

En sus bodegas el Titanic llevaba 3.500 valijas con más de 7 millones de cartas que iban a ser repartidas en Sudamérica y ropa de verano para los almacenes neoyorquinos. En las bóvedas de la nave se guardaban joyas con piedras preciosas, plata y perlas valorizadas en más de un millón de libras esterlinas.

El ambiente en la cubierta del Titanic transcurría con normalidad. Por su tamaño los pasajeros no percibían el vaivén de las olas ni los molestos ruidos de los motores, que iban a una velocidad de 22 nudos. Se estimaba llegar a Nueva York en 6 días como máximo.

Los dos operadores del sistema telegráfico inalámbrico Marconi operaban las 24 horas del día. Durante la travesía se enviaron unos 250 telegramas de pasajeros. Muchos mensajes hacían conocer a sus familiares del lujo y la comodidad del coloso del mar.

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Eventos desafortunados

Entre 13 y 14 de abril llegaron  mensajes alertando la presencia de grandes icebergs en la ruta hacia Nueva York. El capitan Edward J. Smith, confiado en la seguridad del barco, no tomó en cuenta la advertencia. La noche del domingo 14 de ese mes, en medio de la oscuridad, el Titanic chocó contra un iceberg, a pesar de los tardíos esfuerzos por esquivarlo.

El impacto fue leve, pero el daño letal. Los seis compartimientos delanteros comenzaron a inundarse. Los ingenieros encargados de su construcción jamás imaginaron enfrentar una situación similar.

El rumor de que el Titanic se hundía corría por sus pasillos desde la primera a la tercera clase. Dieciocho botes salvavidas se lanzaron al mar a la mitad de su capacidad. Las mujeres y los niños abandonaron primero la nave. A las 12:25 de la madrugada fue lanzado el primer bote salvavidas.

Se apagaron las luces y el fabuloso barco empezó su lento descenso a las heladas aguas del Atlántico. Eran las 2:20 am del lunes 15 de abril. Es decir, 2 horas 40 minutos después de impactar con el fatídico iceberg. El mar se tragó sin distinción de clases a más de 1.500 personas.

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Los sobrevivientes

El Carpathia fue el primer barco que llegó a la zona del naufragio, y logró rescatar a la mayoría de los 705 sobrevivientes, todos de primera o segunda clase.  Niños y mujeres semidesnudos tiritaban de frío al ser rescatados ese amanecer del lunes. Todos fueron llevados al salón del buque y se les reanimó con caldos, vinos y comida caliente. A pesar de los cuidados muchos náufragos murieron. Una misa fue celebrada camino a Nueva York.

Entre los rescatados estaba Bruce Ismay, copropietario de la White Star Line. La sobreviviente más joven tenía dos meses al momento del accidente. Millvina Dean viajaba con sus padres y su hermano. En alguna ocasión subastó objetos de la época para pagar su cuidado en un asilo. Millvina murió en el 2009, a la edad de 97 años.

Mientras tanto, en Lima la familia de Peter Dennis Daly no imaginaba la amarga experiencia vivida por este empresario inglés casado en 1887 con la peruana Rosalba Ramos.

Cuentan sus descendientes que el abuelo Daly viajaba en primera clase para visitar a uno de sus hijos en Nueva York. En el momento del choque fatal él estaba a punto de dormir. Al percatarse de la gravedad de los hechos, se vistió con ropa gruesa y botas. En su cartera-cinturón alcanzó a guardar una estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Con la protección divina logró salir ileso y abordar uno de los botes salvavidas que fueron recogidos por el Carpathia.

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Sobrevivir al Titanic le dejó como secuela fuertes dolores en las piernas, las cuales casi se congelaron en el Atlántico. Luego de dos décadas, en los años 30, Dennis Daly falleció. Cuentan sus familiares que no le gustaba hablar del tema.

El 18 de abril, el Carpathia llegó a Nueva York y fue recibido por miles de personas que permanecían en silencio mientras los cientos de sobrevientes bajaban de la nave. Muchos de ellos fueron trasladados a los hospitales. La travesía llegaba a su fin sin el Titanic, pero con cientos de historias de heroismo y cobardía. Un mito que sigue vivo a una centuria del naufragio.

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