“En Islandia es difícil ser criminal: todos nos conocemos”
Sigrún Klara Hannesdóttir
PhD en Filosofía y ex directora de la Biblioteca Nacional de Islandia
Nací en Seyðisfjörður, tengo 72 años, un hijo y dos nietas. Conozco 107 países. Soy la primera persona en tener un doctorado en mi país. Somos poco más de 333.800 islandeses y estamos registrados en una data llamada Íslendingabók.
Por: Claudia Fernández B.
Vikingos, auroras boreales y volcanes. Eso, además de un equipo de fútbol que dio la sorpresa en la Eurocopa 2016, es Islandia para muchos. Ubicada en el extremo noroccidental de Europa, la patria de Björk es también la de Sigrún Klara, quien desde el 2008 –junto con otras 10 personas– formó Vinir Perú (Amigos del Perú) con el fin de apoyar a comunidades rurales de Lima y Cusco. Ya implementaron comedores y escuelas; además, inauguraron una biblioteca en Quebrada Verde, Pachacámac.
— ¿Por qué el Perú?
En 1968 yo estudiaba bibliotecología en Detroit, EE.UU. Allí conocí a un peruano, que luego sería mi esposo, y llegué a este país en 1969. Mi vida en el Perú empezó mal: me dio disentería y hepatitis. En 1970 me contrataron para reorganizar la Biblioteca de Trujillo, debía empezar el 1 de junio de 1970, pero tú sabes lo que ocurrió el 31 de mayo: el terremoto. Cuando fui al día siguiente, las paredes se habían caído, los libros estaban en el piso y la universidad había cerrado.
— ¿Qué pasó luego?
Regresé a Islandia sola, sin dinero y con un fracaso matrimonial. Pero en 1971 me contrataron para crear un sistema de bibliotecas en los colegios de Reikiavik. Fue increíble: en 5 años abrimos 5 bibliotecas. Después, empecé a dar clases a los bibliotecólogos en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Islandia.
“Antes de morir, mi esposo me hizo prometer que terminaría el doctorado… y me tomó 10 años, ¡pero lo hice!”.
— Usted es la segunda persona de ese país en tener una maestría…
Sí, pero en la universidad me dijeron que necesitaba un PhD, así que empecé el doctorado en la Universidad de Chicago. En esa época conocí a otro hombre, me casé con él y nuestro hijo nació en 1974. En 1978 mi esposo cayó enfermo y 4 meses después murió. Él me había hecho prometer que terminaría el doctorado, así que fui a Chicago… y me tomó 10 años: lo acabé en 1997, cuando mi hijo tenía 13 años y yo 44.
— ¿En qué otros proyectos ha trabajado como bibliotecóloga?
En 1998 me mudé a Finlandia y trabajé como directora del Instituto Nórdico para la Investigación Científica: dábamos subvenciones para proyectos en universidades e institutos en Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Estonia, Lituania… Fue lindo ayudar a estos países, algunos de los cuales habían salido del sistema soviético y, realmente, no tenían nada.
— También ha sido directora de la Biblioteca Nacional de Islandia.
Sí, el 2002 fui la primera mujer en ese cargo. El trabajo fue difícil, se necesitaban cambios y nadie quería hacerlos. Desarrollamos la parte electrónica, ahora los periódicos y demás publicaciones están en Internet para todos.
— También fue pionera en una empresa novedosa: la traducción de libros para niños en islandés, lo que no se había hecho antes…
Sí, y éramos solo mujeres [risas]. En 1973, formamos una empresa editora; no había mercado para niños, pues nuestra lengua la hablan pocas personas. Tradujimos libros sobre animales prehistóricos, flores, insectos… No hicimos plata pero fue gratificante [risas].
“Que los refugiados vengan a Islandia, aquí hay trabajo. No tenemos por qué ser una raza pura”.
— ¿Hay relación entre la lectura y el desarrollo de las naciones y los pueblos?
Sí. Islandia siempre ha tenido una tradición de lectura y narraciones: están las famosas sagas, escritas en el siglo XII en islandés. Nosotros éramos muy pobres, pero las historias siempre estuvieron en la mente de la gente, y cuando las oportunidades llegaron salimos de la pobreza. En 1905, cuando nació mi papá, no había comida ni calefacción; sin embargo, para 1930 él había comprado una casa y tenía trabajo.
— En el 2007 Islandia pasó por una crisis económica…
Así es, nuestra economía colapsó y el primer ministro dijo en televisión: “Islandia está en un grave problema, Dios bendiga Islandia”. Estábamos en bancarrota y nos tomó 8 años recuperarnos. Los británicos y los alemanes nos habían prestado mucho dinero, y cuando llegó la crisis no podíamos pedir nada a nadie. Sin embargo, el ‘boom’ del turismo, entre otros factores, ayudó a que nos recuperáramos y creo que el futuro es positivo.
— ¿Se sienten ustedes seguros, a pesar de la ola de atentados en Europa?
Muy seguros, tanto que no cerramos las puertas [risas]. Además, es difícil ser un criminal en Islandia: todos nos conocemos. Aunque ahora las cosas cambiaron con la llegada de tantos turistas. Pero yo quiero que los refugiados vengan, pues tenemos trabajo. Algunos dicen: “Ay, si vienen refugiados, no seremos islandeses nunca más”. Y yo digo que no tenemos por qué ser una raza pura como Hitler quería; podemos conservar nuestras costumbres, nuestro idioma…
— ¿Están alejados del resto del mundo?
Para nada. Aunque estamos lejos físicamente, estamos muy conectados; sabemos todo sobre música, tendencias, nadie quiere estar pasado de moda… Además, todos los islandeses viajamos mucho, demasiado.
— El tema de los nombres es particular en Islandia.
Sí. Aquí no tenemos apellidos, tomamos el nombre de papá o mamá. Si el papá de Rós se llama Gestur, ella sería Rós Gesturdottir; si su mamá se llamara Irís, sería Rós Irísdottir. Si alguien se llama Jón y su padre es Magnús, el sería Jón Magnússon. Se llamaría Jón Irísson, si su madre fuera Irís. Esa es la regla, salvo raras excepciones.
— Una de ellas sería el Nobel de Literatura Halldór Laxness.
Imagino que debió ser muy querido. Antes del Nobel [1955] no era popular, pues había escrito sobre una parte no tan bonita de nuestra antigua sociedad agricultora. Él habló del hambre, de que la gente tenía piojos y era analfabeta, y en 1955 ya no éramos eso. Sin embargo, debo decir que el libro de Laxness “Gente independiente” es el mejor libro escrito en islandés. ¿Es duro? Sí. ¿Es desagradable? Sí. Pero es la pura verdad.