"Alemania y el arte de la posesión", por Horacio Zimmermann
"Alemania y el arte de la posesión", por Horacio Zimmermann
Redacción EC

Ningún otro equipo administró mejor la prosperidad en el que la versión mostrada por Alemania ante Brasil en semifinales. Ganó por ser mejor, destiló grandeza y concretó su superioridad en el juego debido a una notable actuación colectiva. Dio una lección de cómo atacar. Llevó la pelota a los lados y definió por el centro. Priorizó la asistencia al compañero mejor ubicado antes que la acción individual. En una Copa del Mundo en que la posesión de la pelota ha perdido adeptos debido a la efectividad de Holanda, que desprecia el porcentaje de administración del elemento a cambio de lo que suceda únicamente en la áreas, Alemania demostró cuál es el verdadero objetivo de una buena posesión: no deleitarse solo con la cantidad de toques, sino con la consecuencia que estos generan. Y ayer fue el primer equipo en la historia en que los propios brasileños corearon oles cuando tocaban.

La mano de Es un técnico inteligente. Diseñó su ataque (Özil-Klose-Müller) con la idea de que no solo sirve para finalizar jugadas, sino también para elaborarlas. La consecuencia fue esta: Müller anotó un gol y asistió a Klose y Schürrle en otros dos tantos. Özil, en tanto, habilitó a Khedira en otro. Cuatro de los siete goles nacieron en pies de los tres hombres en ofensiva. Mérito del técnico. Otros dos tantos tuvieron el sello de un equipo que recorre todos los caminos hacia el festejo: las trepadas de Philipp Lahm por derecha. Cuando Lahm se suma al ataque no es por gusto. Sus centros siempre tienen un destino peligroso. Ayer, ante Brasil, dos pases suyos fueron goles, uno de Kroos y otro de Schürrle. 

Distintos caminos. Cuando un alemán tiene la pelota en el mediocampo, y levanta la cabeza, tiene al menos cinco alternativas de pase. Mientras unos se acercan al balón, otros se alejan. Müller pica a la espalda del lateral, Özil se recoge al medio, Klose se mete entre los centrales, Lahm trepa como opción de pase por la banda, Kroos pide para habilitar a los atacantes, Schweinsteiger se desprende, etc. Alemania predomina todos los espacios del campo para atacar (las dos bandas y el centro). Así es como valora el fútbol de ataque, en el que la movilidad es su principal rasgo, y en el que las soluciones son diversas, y no únicamente inspiradas en el desequilibrio individual. Este último aspecto, en el juego alemán, es solo una opción para quien tiene el balón en su poder, mas no una obligación.   

Superlativas. La actuación de Alemania fue predominantemente colectiva. Señalar uno, dos o tres jugadores como figuras sería restarle mérito al gran trabajo en equipo del conjunto germano. No obstante, dejó para el análisis algunos rendimientos superlativos. , por ejemplo. Es quien más la toca y quien menos la pierde. Sabe cuándo jugar en corto y cuándo en largo. Tiene los movimientos del esquema colectivo táctico alemán en la cabeza. Otro fue Thomas Müller, un jugador que quita, desborda y habilita. Agrega estos tres aspectos a su juego sin tener que renunciar a su tarea esencial: el gol. Tiene cinco –diez en total en dos mundiales– y está a uno de igualar a James Rodríguez. Y finalmente, Sami Khedira. Interesante lo que planteó Löw con el del Madrid. Sin la pelota, presionó la salida detrás de Kroos; con la pelota, se sumó al lado de Toni para crear. ¿El resultado? Anotó uno y sirvió otro para…Kroos.

Orden defensivo. Esta versión de Alemania mejoró en este aspecto. Si ante Argelia y Ghana se mostró como un equipo que desatendía obligaciones defensivas cada vez que pasaba al ataque, contra Brasil montó su estructura (defensiva) mucho antes de perder la pelota. El orden mostrado ayer ante los locales tiene una sola explicación: siempre que tuvo el balón lo perdió en campo contrario. Esto le permitió tener el tiempo necesario para recomponerse atrás, que suele ser una de las tareas más difíciles a la hora de pasar del ataque a la defensa. Sobre todo teniendo en cuenta que Alemania es un equipo que tiende a descompensarse a la hora de atacar. Porque Alemania es, en definitiva, un equipo que se ordena para defender (comprimido) y se desordena para atacar (expandido). Los teutones solo se torcieron atrás cuando el resultado estaba asegurado. Igual, allí apareció la eminencia de Manuel Neuer.

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