¡Barcelona logró la hazaña! Aplastó 6-1 al PSG en la Champions
Jerónimo Pimentel

La remontada del ha sido histórica por muchas razones. Nunca se había revertido una ventaja tan grande en un partido de , alarga la estela de grandeza del club que, a pesar de su declive futbolístico actual, ha marcado la última década y, al espectador neutral, si es que existe tal cosa, le permite recordar por qué este deporte es el más popular y emocionante del mundo. Hay un punto adicional, relacionado con este último hecho: el fútbol debe ser el deporte masivo que, al dejar a la libre interpretación tantas reglas, resigna justicia por polémica. Al parecer, es una fórmula que suma popularidad.

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Quienes creen que se debe incorporar la tecnología al fútbol tuvieron un punto a favor en el partido de la semana pasada. Hay cuatro jugadas decisivas, penales todas, en las que el árbitro pitó equivocadamente a favor del Barcelona: la mano de Mascherano al centro de Draxler; la zancadilla contra Di María, que el defensa argentino reconoció como falta; el penal inexistente a favor de Neymar; y el penal inventado por Suárez, particularmente alevoso al tratarse de un delantero que ha hecho de la simulación una costumbre. No es poco. No hay deporte que, al día de hoy, permita tener este grado de yerro en su nivel profesional más alto. Que no exista un panel de revisión en video, una instancia desde hace mucho técnicamente factible, solo se puede explicar desde la apuesta por lo errático.

¿Se debe entender, entonces, que la injusticia es un elemento constituyente del fútbol? Probablemente sí. Hay un atractivo en la humanización del juego y en la inevitabilidad de su (posible) desastre. Evocar el determinismo como horizonte y tener al tiempo como juez crea una sensación de tragedia clásica, un formato del que bebemos desde hace más de dos mil años. Es decir: estaba escrito que el Barcelona debía pasar y que, en el campo, todo se iría a conjurar para que ello ocurra, así esto incluya ceguera súbita y tropezones que acaban en la pena máxima. La FIFA y la International Football Association Board también ayuda. ¿Por qué se aumenta el número de árbitros en la cancha (hay ahora jueces de área)? Mucho más útil sería tenerlos en una habitación con un televisor pequeño analizando jugadas a pedido. Solo hay dos explicaciones para lanzarlos al campo donde poco o nada hacen: la mala fe (pero no somos conspiranoicos) o el deseo de convertir al azar en partícipe. La mala noche de un árbitro puede ser más importante que los méritos deportivos de los futbolistas. Curiosamente, hay quienes encuentran esa posibilidad no solo seductora, sino también bella.

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No se debe confundir este repaso como un alegato a favor del Paris Saint Germain. Un equipo que tiene como objetivo esperar 90 minutos no merece la menor simpatía. Tampoco es esta otra defensa del Barza: en primer lugar, los ganadores no necesitan abogados; en segundo, hay quien siente cierto pudor cuando los triunfos se producen con empellones e histrionismos. Entiéndase esto como una nota de conmiseración por el árbitro alemán Aytekin, quien ha conseguido un lugar en la historia junto a Obrevo, Geiger y Bennaceur, los damnificados de tanta alegría.

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