“Al resultadista se lo mide por el resultado, por el presente. Y es evidente que hoy Mourinho vive de un pasado glorioso que parece haber tocado su techo hace mucho”. (Foto: AP)
“Al resultadista se lo mide por el resultado, por el presente. Y es evidente que hoy Mourinho vive de un pasado glorioso que parece haber tocado su techo hace mucho”. (Foto: AP)
Guillermo Oshiro Uchima

Mostrando tres dedos de su mano derecha, le ha recordado a sus críticos las veces que ha ganado la Premier. Ha aclarado que entre sus 19 colegas del torneo recolectan apenas dos títulos, uno menos que él solito. Por eso exige respeto para alguien que se ha ganado el derecho de autodenominarse ‘Special One’, no acepta que se dude sobre su nueva gestión al mando del Manchester, pese a que solo minutos antes de su comparecencia ante la prensa –el último lunes– sufriera la peor derrota de local en 438 partidos oficiales como técnico: 0-3 ante el Tottenham.


‘Mou’ aplica la ley mordaza a su estilo, a lo Houdini, siempre con una respuesta grosera para escapar de las críticas. Los que le enrostran que su nueva temporada ha empezado con un triunfo, dos derrotas y siete goles recibidos –su peor arranque liguero– tendrán como respuesta un golpe de palabras. Quizá tenga razón ‘Mou’. ¿Cómo se puede criticar a un hombre exitoso que entre sus logros cuenta con dos Champions –está a uno del récord compartido de Paisley, Ancelotti y Zidane–, una Copa UEFA y otra Europa League, y al que clubes con linaje como el Chelsea, Inter y Real Madrid le han abierto las puertas? ¿No será una exageración que solo se le exijan resultados para medir su éxito?


Pero ha sido el propio portugués quien nos ha guiado por un callejón donde la única puerta de salida se abre con la llave del triunfo. Más resultadista que ninguno –todos sus argumentos giran alrededor de sus propios logros–, ‘Mou’ está obligado a medirse bajo sus propias reglas y rendir cuentas cada fin de semana. Las estadísticas deben hablar por él, y hoy claramente no le favorecen.


Si nos alejamos del rubro numérico y entramos en la valoración del juego –esa mezcla de estética y efectividad que debería medir el éxito o el fracaso de un equipo–, la crisis del Manchester es inocultable, es mucho más profunda. El bastión de ‘Mou’ siempre fue la solidez y el orden defensivo. Sobre esa base construyó una estrategia ofensiva letal, lo suficientemente capaz para cambiar por gol cada contragolpe. Ese manual de estilo ya no funciona hoy en Old Trafford y se traduce en un dato que habla también de las pocas certezas que tiene el luso: 22 jugadores y dos sistemas utilizados en tres partidos. Ya no sorprende tampoco que el ingreso de Fellaini como salvataje en los minutos finales sea una solución para él, sabiendo que la única virtud salvadora del volante belga es su cabezazo como ‘9’ en el área contraria.


El nuevo United de ‘Mou’ carece de variantes, es cero creatividad, no tiene juego por las bandas, presiona mal y todo lo resume en pelotazos a Lukaku ya sin ruborizarse. Las mejores versiones de Pogba y Alexis Sánchez parecen lejanas y sin retorno. Ellos también entran en la dinámica de un once que ni siquiera presenta automatismos para combatir a sus rivales.


Al resultadista se lo mide por el resultado, por el presente. Y es evidente que hoy Mourinho vive de un pasado glorioso que parece haber tocado su techo hace mucho.

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