Iker Casillas y los futbolistas del Porto. (Foto: AFP)
Iker Casillas y los futbolistas del Porto. (Foto: AFP)
Ricardo Montoya

“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Fito Páez

Arjen Robben es uno de esos holandeses que aprovechan las tormentas para construir molinos. Es, casi siempre, infalible al momento de convertir en gol cualquier oportunidad que se le presenta. Aquella vez, en el 2010, en la final de la Copa del Mundo de Sudáfrica, un Wesley Sneijder intuitivo advirtió la grieta en la defensa española, filtró el servicio milimétrico y dejó precisamente a Robben, el habitualmente infalible, de cara con el portero. Hasta ese entonces los hombres de los Países Bajos habían resistido, a duras penas, el dominio español. Habían soportado ese ‘tiqui-tiqui’ endemoniado y garboso al que te sometían Xavi, Iniesta y Villa cuando tenían la pelota.

Los de Del Bosque habían merodeado la valla de Stekelenburg, pero ninguna de sus amenazas había revestido el peligro que tenía esta ocasión que, en el minuto 61, ponía a Casillas frente a ese pelotón de fusilamiento que era el veloz Robben y su pegada certera. El desenlace es la historia que todos conocemos. El arquero español, que ya había sido providencial en las instancias anteriores del Mundial, se estiró y con el pie desvió el remate a quemarropa del formidable delantero.

“Es el Iker, de nuevo, que cuando más falta nos hacía nos quitó un penalti de encima (contra Paraguay en cuartos) y ahora acaba de salvar a España en la final”, así relataban en la televisión española los prodigios que su número ‘1’ realizaba en Johannesburgo. Esa, la que valía un campeonato del mundo, acaso haya sido su atajada más feliz.

Como futbolista, Casillas no alcanzó la gloria, se la llevó por delante. Además de todos los títulos posibles que puede ganar colectivamente un jugador, entre ellos un Mundial, dos Eurocopas, tres Ligas de Campeones y dos Mundiales de Clubes, en el rubro individual hay que sumarle las cinco coronas que obtuvo como el arquero más destacado del planeta.

Para muchos se trata del mejor guardameta de la historia porque, Jorge Barraza dixit, “ha sido insuperable evitando goles en su puesto, que es para lo que está un portero”. No era un hombre que cortaba los centros, simplemente, los hipnotizaba.

El último miércoles, sin embargo, a Iker le tocó parpadear un nuevo desconcierto pero, con los reflejos intactos, como aquella tarde contra Robben, respondió a la perfección. En otro mano a mano, pero ahora contra la muerte, Iker, mareado y dolorido, manejó su carro hasta el hospital de Porto donde, afortunadamente, tras un cateterismo urgente, lograron salvarle la vida. Minutos más tarde su esposa, la periodista Sara Carbonero, posteaba en las redes sociales que “la vida tiene a veces una manera extraña de recordarnos celebrar cada latido”.

El propio Casillas convaleciente, tranquilizó a sus seguidores subiendo a las redes una foto a la que acompañó de esta leyenda: “Un susto grande, pero con las fuerzas intactas. Gracias por el cariño”. Dentro de la alegría de la recuperación, la luz también deja cicatrices, hay una noticia triste: Es muy probable que Iker no vuelva a jugar al fútbol profesionalmente. Los médicos han sido cautos, pero han dejado entrever la dolorosa realidad. El estrés de los partidos para alguien de su condición no es recomendable.

De todas formas, no todo está perdido. El fútbol urge de una política que lo rescate del olvido. En los videos, en las crónicas, en las revistas y en la tradición oral, Iker estará presente siempre. En el alma del hincha, Casillas seguirá volando para recordarle a las generaciones futuras que algunos superhéroes de antaño no necesitaban una capa para elevarse.

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