(Foto: El Comercio)
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Mario Fernández

La escena de  guapeando/insultando a Renzo Garcés fue una de las postales del torneo de verano. Que se excedió, que lo agredió, que debió hacerlo en privado. En realidad, siempre será mejor que un técnico aclare sus ‘diferencias’ con un jugador en el vestuario y no frente a miles de personas. Hay un punto de buen liderazgo en saber construir un mensaje sin dañar la autoestima del otro. Más si se trata de un joven sub 20.

El problema es que lo que criticamos en Chemo se aplaude en , quien aprovecha los tiempos técnicos del vóley para corregir a sus pupilas justo en el límite que va de la agresión a la arenga. “La pelota no es un peluche, carajo”, “Acuérdate de dónde vienes”, “Ofrécete, regálate, vende tu cuerpo”, “No te quiero ver en la red mirando como un caballo. ¡No mires de frente m…!, sino adonde se mueve cada una y vas avisando ya. ¡Muevan, muevan la cabeza!”

Y lo dice seguido, a cada rato. Y se celebra, sobre todo en las redes sociales que convierten a Natalia en la mujer empoderada que nos da triunfos y a Chemo en el perdedor permanente que nos hizo jugar peor. El personaje de Málaga (o sea, "Doña Barbara") está basado en esta especie de mujer vengadora que somete a todo el mundo al tiempo que hizo ganadoras a las selecciones de menores de vóley, mientras que el personaje de Del Solar (o sea, "Chamo") es tan débil que no tiene más remedio que disculparse públicamente al tiempo que hace una copa decepcionante y un torneo calamitoso.

¿Hay un doble discurso? Claro que sí. Es como si el que gana tuviera derecho casi a todo y el que pierde tuviera siempre que disculparse. Es el resultadismo a niveles de locura. Es el culto a darle solo la razón al que gana. Ya sabe Natalia: si empieza a perder, que empiece a preparar su video de "I’m sorry".

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