Omar Fernández llegó a Perú en el 2015 para jugar por Melgar. En ese año se coronó campeón nacional con el cuadro arequipeño. El colombiano tiene anotado 33 goles con los rojinegros. (Foto:Getty imagen)
Omar Fernández llegó a Perú en el 2015 para jugar por Melgar. En ese año se coronó campeón nacional con el cuadro arequipeño. El colombiano tiene anotado 33 goles con los rojinegros. (Foto:Getty imagen)
Redacción EC

Por Kenyi Peña Andrade 

Si uno observa caminar por la calle a  , quizá ni siquiera nos pararíamos a pedirle un autógrafo. El colombiano está muy lejos de ser el prototipo de jugador que la mayoría de peruanos tenemos en la cabeza. Su 1,66 metros y 60 kilos, sumados a su perfil bajo, han provocado que la cámara no lo persiga y que los periodistas no se peleen por entrevistarlo o tomarle una foto. No es apetecible para la prensa deportiva y eso está muy bien, porque el silencio ha permitido que el ruido del fútbol que posee suene más fuerte en las canchas. Excepto en Arequipa y en su barrio ubicado en Zipaquirá, una provincia que está a 20 kilómetros de Bogotá, ahí sí lo reconocen como estrella.


Sin embargo, si nos ponemos los lentes futboleros y dejamos de lado esos perjuicios tan marketeros, los cuales han hecho mucho daño  al deporte rey, Omar Fernández encaja perfectamente en lo que exige el fútbol moderno. El cafetero es un todoterreno que sabe amoldarse a las condiciones que le impone un partido.El extremo hace todo bien y pocos son los que lo valoran en su real dimensión.

Omar Fernández, quien en el inicio de su carrera anotó 13 goles con Academia en la Segunda División de su país, llegó al Perú en el 2015 para jugar por Melgar, tras tener pocas oportunidades en la filial del emblemático Cruz Azul de México. Juan Reynoso lo observó en tierras aztecas y no dudó en traerlo en el primer avión hacia Lima.

Ese año Fernández la rompió. Con 17 tantos convertidos, incluido uno en la final ante Cristal, y un título nacional para Melgar en el año de su centenario, su estreno en el fútbol peruano no pudo ser mejor. Todos se preguntaban quién era ese menudo futbolista que juega con una vincha y pareciera tener tres pulmones. "El tipo corre toda la cancha y siempre se la da la pelota a un rojinegro", me dijo un amigo mío que no lo había seguido mucho.

El cafetero ofrece un despliegue físico importante cada vez que juega. Siempre corre más y mejor la cancha que sus compañeros. Además, tiene buen pie y es hábil con el balón. Pero la característica que lo particulariza es que siempre hace lo que pide la jugada. Sabe cuándo dar un pase, rematar, centrar y cuando no. Entiende el juego y nunca hace una de más. Encima tiene gol. O sea, combo completo. Cuatro virtudes por el precio de uno. Tremenda promoción. Aproveche club limeñito.

Ahora, si el ‘colocho’ de 24 años jugara en la liga argentina o chilena, seguramente estaría dentro del equipo ideal del fin de semana muy seguido. Allá saben que el fútbol no solo se trata de una huachita, el taquito o los goles que se celebran bailando con la cumbia del momento. Por esas tierras, Omar Fernández no sería más un extranjero infravalorado. No hay forma. 

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