"Waldir, el hombre que merece una despedida", por Elkin Sotelo

Waldir Sáenz ha pasado a la historia con Alianza Lima. Sin duda posee los números y goles que cualquier jugador victoriano quisiera. Sin embargo, Waldir no es ídolo en Alianza. No pudo, no supo y no lo dejaron.

Para el hincha blanquiazul, la categoría de ídolo implica muchísimo más que conseguir un campeonato en el tan venido a menos fútbol peruano; el fanático íntimo exige ahora el plus de la internacionalización. Como lo hizo, seguramente, el último de los ídolos íntimos genuinos: César Cueto en Colombia y con la selección peruana.
 
Además, Waldir pertenece a la época sombría del fútbol peruano, esa década noventera de derrotas abrumadoras y de oportuno olvido. Así Sáenz se alineó con toda su generación y eso le resta en la aspiración de ser ídolo.

Más allá está la mala reputación que le hizo la prensa muchas veces; y es verdad también que Sáenz dejó la sensación de que su carrera no brilló por flojera propia. En ello defraudó la inmensa expectativa. Waldir era un definidor por excelencia, pero también fallaba tantos goles como los que metía. Erraba las cantadas y anotaba las imposibles. Pero siempre estaba en la tapa.

Sin ánimo de justificar sus caídas, la mala suerte del nocturno Waldir fue vivir el despertar de la prensa deportiva en el Perú y ser su muñequito de vudú. Es el claro ejemplo del jugador acosado por cámaras, chismes y exageraciones en una época en la que el fútbol ya exigía una disciplina comprobada. No solo ser un ejemplo, sino también parecerlo.

Por ello Waldir no es ídolo en Alianza. Sí es reconocido y querido por los hinchas y cada año que pasa la nostalgia le pone otra vez cabello y bigotitos, lo baja 10 kilos y le enfunda la blanquiazul para recordarlo ágil, cimbreante y peligroso. De allí no baja, porque gracias a él Alianza disfrutó de campeonatos y lo último que merece es ser ninguneado. Finalmente 'Wally' es un hombre de tantos abrazos...