(Foto: Archivo)
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Luis Fernando Alegría

A inicios del siglo pasado, estaba en el top 10 de los países más ricos del mundo. Su ingreso por habitante era comparable al de otras potencias exportadoras de recursos naturales, como y Australia. Hoy, en contraste con la canción de Paloma San Basilio, Argentina llora y además muchos lloran por Argentina.

La riqueza natural del país radica en sus extensos campos de cultivo, que además son de alta productividad. Antes de la , el potencial del sector agrario atrajo ingentes influjos de inversión extranjera en infraestructura de transporte e industrias.



Con eso, el ingreso por habitante crecía al doble que el resto de países avanzados. Durante el conflicto bélico, el se paralizó y afectó a Argentina.

En 1912 se introdujo el voto universal masculino y, con ello, hubo más participación de distintos sectores de la población en la toma de decisiones de política. Algunos historiadores económicos argumentan que esta democratización redundó en una mayor intervención del Estado en la determinación de precios y salarios.

Aun así, hacia finales de la década de 1920, su ingreso por habitante era cercano a los de Estados Unidos. Si hubiera que responder la famosa pregunta de Zavalita para la realidad argentina, hay amplia literatura histórica que apunta a 1930.

En ese año comenzó lo que se conoce como la “década infame”: un golpe de Estado derrocó a Hipólito Yrigoyen y, 13 años después, otro golpe de Estado terminaría este periodo, que estuvo marcado por estatizaciones e intentos de desarrollo industrial vía sustitución de importaciones.

Los golpes de Estado no han sido pocos durante el siglo XX en Argentina. De hecho, entre 1930 y el 2000, 14 generales han sido presidentes, más que los 11 civiles al mando de la casa rosada.

Un personaje clave para entender la economía política argentina es . El militar fue presidente en tres periodos distintos y sus políticas no fueron disímiles de las que Juan Velasco aplicó en el Perú en la década de los 70.

Juan Domingo Perón. (Foto: AFP)
Juan Domingo Perón. (Foto: AFP)

Su primer periodo inició en 1946 y la prosperidad económica que el periodo posguerra trajo propició una ganancia de poder sin precedentes para los sindicatos, que apoyaron al peronismo.

Para 1955 la economía estaba en crisis: los precios de los commodities agrícolas se desplomaron y, entre estatizaciones, sustitución de importaciones y colapso de los salarios, Perón terminó exiliado.

La economía nunca llegó a estabilizarse en los siguientes años. Un vaivén incesante de presidentes –entre democráticos y militares– con líneas ideológicas antagonistas no pudo evitar la crisis. Entre 1930 y 1983, el periodo presidencial promedio en Argentina fue de apenas dos años. Los ministros de Economía, en tanto, cambiaban cada año.

En 1976, la tercera esposa de Perón, María Martínez, fue derrocada por otro golpe de Estado. Entre ese año y 1982 el régimen militar llevó el gasto público y la deuda a niveles históricos, así como a un periodo de inflación rampante.

Para colmo de males, entre abril y junio de 1982, decidieron iniciar la Guerra de Las Malvinas. El conflicto fue breve, pero muy cruento para Argentina. Lo positivo que dejó es que las facciones militares perdieran crédito y la democracia regresó al país. En 1983, Raúl Alfonsín fue elegido mandatario.

Sin embargo, estabilidad política no implicó estabilidad macro: Con Alfonsín, las planillas del Estado se dispararon y los ingresos públicos colapsaron. La inflación alcanzó niveles récord y el presidente cedió su puesto a Carlos Menem cinco meses antes de lo previsto.

En la década de los 90, Menem se abocó a atraer inversión extranjera, reducir aranceles, privatizando empresas estatales en quiebra y reduciendo la inflación a cifras de un dígito.

Cuando Menem dejó su cargo, en 1999, explotó un cocktail de choques para Argentina: la corrupción ahuyentaba a los inversionistas, la crisis financiera asiática gatilló una fuga de capitales y la caja de convertibilidad del peso argentino –utilizada para controlar la inflación– se volvió insostenible.

Mantener el tipo de cambio en un peso por dólar gatilló una crisis financiera con costos muy elevados.

A fines del 2001 Argentina protagonizó el ‘default’ más grande de la historia, dejando de pagar unos US$100.000 millones de deuda. En el 2003 el peronista ganó las elecciones y los 12 años posteriores, el Kirchnerismo gobernó con resultados primero alentadores y luego catastróficos; al punto en que hoy la posibilidad de regresar al Kirchnerismo tiene en vilo a los inversionistas.

(Foto: AFP)
(Foto: AFP)

Néstor Kirchner recibió un sistema financiero destruido por el default, problemas cambiarios y una agitación social enorme por la pobreza, desigualdad e informalidad.

Sin embargo, el súperciclo de las materias primas permitió que Argentina despegue y los factores internos ayudaron a que la economía creciera más de 9% en promedio por año y la pobreza y desigualdad se redujeran sustancialmente.

El crecimiento y la debilidad de la moneda comenzaron a generar inflación. Para controlarla, el gobierno apeló a congelamiento de tarifas de servicios públicos, controlar precios y regular mercados clave para la canasta básica.

Las nuevas condiciones también dieron espacio para que los sindicatos ganaran poder. Un manejo prudente de las finanzas públicas permitió generar superávits fiscales, aunque comenzaron a proliferar los programas sociales.

En diciembre del 2007, ganó los comicios y se convirtió en la primera mujer a mando de Argentina. A diferencia de su esposo, Cristina no tuvo vientos externos a favor: poco después de tomar las riendas del país, la crisis financiera internacional se desató y afectó los precios de las exportaciones. Aunque al principio pudo echar mano a las reservas internacionales, luego las opciones de financiamiento se diluyeron.

Cristina Fernandez. (Foto: AFP)
Cristina Fernandez. (Foto: AFP)

Una clave del Kirchnerismo fue la estatización de empresas: primero fue Aerolíneas Argentinas, firmas de servicios públicos y la más sonada fue la nacionalización de las administradoras de fondos de pensiones. En este contexto el banco central argentino cambió de cabeza para alinear sus herramientas con los intereses del Ejecutivo.

Aunque la economía no estaba en crisis, el fuerte empuje a políticas de transferencias de dinero a las personas más vulnerables y una oposición diluida, llevaron a un segundo mandato de Fernández.

Con el entorno internacional menos favorable, gasto público al alza, ingresos a la baja y sin posibilidades de financiamiento, en el 2015 perdió las elecciones frente a Mauricio Macri, quien ha intentado reformas impuestas por el , pero sin los resultados esperados: el crecimiento de la economía es errático, la inflación al alza y hoy los mercados temen por la vuelta del kirchnerismo.

Para los investigadores de los determinantes del desarrollo a largo plazo, la clave de ello es la institucionalidad. Leandro Prados e Isabel Sanz prueban cuantitativamente que, si Argentina hubiera tenido la misma estabilidad institucional y libertad económica que Canadá o Australia, estaría en el club de los países avanzados y no llorando al ver su porvenir.

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