(Foto: Archivo)
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Aunque el panorama macroeconómico mundial empeoró a lo largo del año, buena parte de la debacle que experimentaron los en el cuarto trimestre tuvo su origen en EE.UU. Los políticos de ambos partidos y la FED contribuyeron a infundir desconfianza entre los inversionistas

Después de ver cómo los índices bursátiles colapsaban en diciembre, sentí que el péndulo de sentimiento de mercado se había ido demasiado hacia la izquierda. Peor aún, mucho de ese pesimismo pudo haberse evitado de no ser por la seguidilla de “errores no forzados” acumulados en el mes. 




Prestado del mundo del tenis, el término “error no forzado” se refiere a la situación en la que un jugador comete una equivocación que no puede ser explicada por el mérito del rival. A pesar de los reiterados pedidos de Trump para que la FED deje de subir la tasa, Jerome Powell, su presidente, hizo caso omiso y, en la conferencia de prensa justificando la movida, se mostró indiferente ante las frustraciones de los inversionistas. Craso error. El desplome del S&P500 no se dio tras el anuncio de subida ya que este se daba por descontado. Cuando Powell dijo en su conferencia que la FED no cambiaría su rumbo solo porque hay “un poco de volatilidad” los inversionistas quedaron decepcionados. Hubiesen preferido un mensaje más empático con sus desventuras.

Otro error no forzado fue el cometido por los congresistas en EE.UU. Demócratas y republicanos subestimaron el riesgo del cierre parcial de gobierno. Durante meses Trump había anunciado que, si no obtenía los US$5.000 millones para su muro, cerraría parcialmente el gobierno. Nadie le creyó incluso después de su vergonzosa pelea con líderes demócratas (frente a cámaras), durante la que reiteró claramente que si no los conseguía cerraría el gobierno y que lo haría con gusto. A buen entendedor, pocas palabras. Pero los congresistas no son buenos entendedores y asumieron que Trump cedería. Pues no cedió y parte del gobierno está por entrar en su cuarta semana de estar cerrado. 

En otro contexto, los mercados no se habrían inmutado con este cierre parcial, pero con el pesimismo rampante entre los inversionistas, lo último que se necesita son más malas noticias. Sobre todo aquellas que pudieron haberse evitado.

El peor error no forzado se lo lleva Steven Mnuchin, secretario del Tesoro de EE.UU. A mediados de mes y sin que nadie se lo pida, Mnuchin decidió llamar a los CEO de los seis bancos más importantes de EE.UU. y preguntarles sobre la situación de su liquidez. Los seis dijeron que no había ningún problema de liquidez en sus bancos. Mnuchin después llamó a varias agencias regulatorias para indagar si ellas habían identificado algo extraño en los mercados (todas respondieron que no). No hay nada de malo en que un ministro de Economía busque encontrar explicaciones a caídas bursátiles abruptas.

El error garrafal vino después, cuando Mnuchin informó a los medios sobre las llamadas que hizo. Quiso transmitir un mensaje de tranquilidad, que el sistema financiero estaba sólido, pero lo único que logró fue responder una pregunta que nadie había hecho. Si el ministro hace preguntas, ¿no es eso en sí una señal de alerta? Así fue tomada y las llamadas de Mnuchin hundieron todavía más las bolsas de EE.UU.

Para un inversionista de largo plazo, este es el momento para iniciar o incrementar exposición a la renta variable americana, aunque la volatilidad que tomó fuerza en el segundo semestre del 2018 nos hará la vida un poco más difícil.

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