(Foto: Archivo)
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Oswaldo Molina

Jonathan es un joven talentoso que cursa primero de secundaria. A pesar de sus buenas calificaciones, ya no desea seguir yendo a la escuela. Ahí vive angustiado por las constantes de sus propios compañeros. Como él, alrededor del 70% de los jóvenes reportan haber sufrido algún tipo de agresión en el último mes.

Estas cifras guardan relación con otras mediciones y muestran la magnitud del problema del ‘’ en nuestro país. Y es que, como podemos constatar a diario en los , el Perú es un país violento: las mujeres no están seguras en los buses ni los niños en las escuelas. Este 2 de mayo es el Día Internacional de Lucha contra el Bullying, una fecha precisa para discutir sobre posibles acciones para enfrentar este problema.

Así, gracias al apoyo del y junto con mis colegas Ítalo Gutiérrez (RAND) y Hugo Ñopo (Grade), pude evaluar un programa de lucha contra el ‘bullying’ a gran escala, llevado a cabo en 66 escuelas alrededor del país. El programa estaba enfocado en alumnos de los dos primeros años de secundaria y tenía dos componentes: (i) una campaña para concientizar a los estudiantes sobre los efectos negativos del ‘bullying’ y (ii) una campaña para promover el uso de una plataforma online en la que las personas puedan reportar de manera confidencial las agresiones – el portal SíSeVe del Minedu–. De esta manera, se buscaba no solo que los jóvenes entiendan las consecuencias de la , sino también que tengan una herramienta para poder hacerle frente. Al ofrecer esta herramienta, lográbamos que tanto víctimas como testigos se empoderen. Esto es importante porque la evidencia muestra que la mayor parte de los niños agredidos no reportan los incidentes y que el 57% de las agresiones se detienen cuando los compañeros intervienen en favor de la víctima.

Los resultados son alentadores: los jóvenes luego de la intervención muestran una mayor disposición a ayudar a las víctimas de violencia y a reportar los incidentes, así como una mejora en ciertos indicadores de bienestar subjetivo. Más importante aún, hallamos también resultados positivos en variables concretas y objetivas, como permanencia en la escuela. Así, aquellos jóvenes de las escuelas que recibieron el programa muestran una menor tasa de deserción escolar y un ligero mayor rendimiento académico; es decir, se quedan en las aulas y les va mejor en sus estudios.

Si bien todavía estamos aprendiendo de este tipo de programas contra el ‘bullying’, esta experiencia nos muestra que existen maneras concretas para reducir el acoso escolar. El Perú requiere con urgencia disminuir los altos niveles de violencia que subsisten en distintos ámbitos de la sociedad –el aula de clases es uno de ellos–, y que luego se expresan en desconfianza y subdesarrollo. Jonathan merece dedicarse por completo a sus estudios, de modo que su talento pueda desarrollarse sin preocupaciones inútiles. Se lo debemos. Nos lo debemos.