(Foto: Archivo)
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Carlos Ganoza

“El software se comerá al mundo”. El dictum del inversionista y tecnólogo Marc Andreessen es una pesadilla para el Perú. 

Esta voracidad nace de las enormes economías de escala que tienen los negocios basados en software, que los pueden llevar a desaparecer a los negocios tradicionales. Con el mismo razonamiento, Jeff Immelt, el ex CEO de , llegó a decir que “toda compañía tiene que ser una compañía de software”, y aquellas empresas industriales que no lo hagan estarán en riesgo. 




La disrupción más rápida ha sido en servicios al consumidor, pero otras industrias también están siendo trastocadas. Amazon ya tiene más de 100.000 robots funcionando en sus almacenes. Adidas empezó el año pasado a comercializar zapatillas impresas en 3D, involucrando muchísimo menos mano de obra, y reduciendo el tiempo de diseño a distribución (‘lead time’) de 18 meses a semanas. 

Este cambio tecnológico tiene dos efectos negativos sobre un país como el Perú. El primero es que acelera el fenómeno que el profesor de Harvard Dani Rodrik ha bautizado como “desindustrialización prematura”. La ventaja de productividad que adquieren los países que se adelantan en la adopción de nuevas tecnologías es tal que ganan mercado muy rápido, y esto a su vez les da economías de escala que hace que sea aun más difícil competir con ellos. Como resultado, el crecimiento industrial, que fue la punta de lanza de todos los milagros económicos en la historia moderna (desde Estados Unidos hasta Hong Kong), no es algo viable hoy para países como el Perú, que están lejos de la frontera tecnológica. 

Lo segundo es que la provisión de servicios a través de software (piensen en Airbnb o en retailers virtuales) y la automatización de procesos logísticos y productivos van a desaparecer muchos puestos de trabajo y crear demanda por nuevos. A la par que ha eliminado muchos empleos, Amazon ha creado otros nuevos –incluso mejor pagados– para trabajar con robots, pero requieren de un nivel de habilidades mayor. 

Pero esa transición no parece muy viable en el Perú. El rezago de habilidades en la es enorme (ver resultados de pruebas PISA y de mediciones de habilidades del Banco Mundial). La calidad educativa escolar y superior, salvo contadas excepciones, es bajísima (ver mediciones de retorno a la inversión en educación de Yamada y Lavado). Los trabajadores entran al mercado laboral con un déficit importante de habilidades. Dada la poca inversión en capacitación de las empresas peruanas (según encuestas del Banco Mundial, solo el 34% de las empresas grandes invierte en capacitación, versus más del 80% en Chile), no hay muchas oportunidades para reducir ese déficit. 

Esto significa que hay toda una generación joven que entrará al mercado laboral con perspectivas terribles. Urge pensar en esto y comenzar a tomar medidas. Si no, no nos va a gustar lo que quede después de que el software se fagocite al Perú.