La revolución de la inversión social [PROJECT SYNDICATE]
La revolución de la inversión social [PROJECT SYNDICATE]
Piero Ghezzi Solís

Francis Fukuyama dice que la revolución más importante de los últimos 250 años no fue la estadounidense, que institucionalizó la democracia y el principio de igualdad política. No lo fue tampoco la francesa, que sentó las bases para el Estado moderno. Según el, la revolución con mayores consecuencias fue la industrial. 

Es a partir de ahí que se diferencian los países “industrializados” del resto. Hubo más cambio en todas las dimensiones del desarrollo en los últimos 200 años que en los previos 2.000. Por supuesto, fueron los cambios tecnológicos los que gatillaron la revolución industrial. Por ello, se acepta que las diferencias de ingreso per cápita entre países se debe no tanto a sus recursos naturales o capital humano, sino a su conocimiento y capacidad de innovar. 

Esta es una buena noticia. Cerrar la brecha de conocimiento con respecto a los países desarrollados cuesta menos (y puede darse más rápidamente) que cerrar la brecha de infraestructura o de capital humano. 

Una explicación es que el conocimiento es “no rival”. Dos personas no se pueden comer la misma manzana, pero sí pueden compartir el mismo conocimiento. Este no se agota. Si se quiere aumentar la productividad laboral mediante equipamiento, se le tendría que dar, digamos, una computadora a cada trabajador. Pero alternativamente se les podría enseñar un mejor proceso productivo. Pueden todos compartir la misma innovación (en procesos).

—Medición—

No es fácil medir cuánto innova un país. Hay tres medidas tradicionales: el gasto en Investigación y Desarrollo (I+D), el número de ingenieros y el número de patentes. Las dos primeras son insumos. Más I+D o ingenieros resultará (supuestamente) en mayor innovación. La tercera, patentes, debería reflejar cuánta innovación se da. 

Las tres tienen problemas. Debido a incentivos legales ha aumentado sustancialmente el número de patentes sin que ello refleje necesariamente un aumento de la innovación

El gasto en I+D es útil pero imperfecto como medición. Primero, no todas las innovaciones requieren gasto en I+D. Por ejemplo, la mayoría de innovaciones en nuestra gastronomía no requirieron I+D. 

Segundo, más importante que la cantidad de conocimiento es cuán difundido está. Un ejemplo ayuda. En los 70, Rusia gastaba el 4% de su PBI en I+D. Japón, el 2,5%. Pero Japón tuvo mucho mejor desempeño. Una razón es que mientras en Rusia casi todo el conocimiento se quedaba en el sector defensa, en Japón fluía entre la academia, la empresa privada y el Estado. Esto resalta la importancia de las redes de conocimiento. 

Block y Keller (2011) encontraron que en Estados Unidos había una creciente colaboración entre empresas (grandes y pequeñas) y universidades. Ella fortalecía las redes de conocimiento. También encontraron que el Estado juega un rol crucial para “hilvanar” estas redes. Por ejemplo, valida las competencias de los participantes potenciales, ayuda a crear espacios públicos donde se comparten ideas (conferencias, reuniones informales, centro de investigación universidad-industria, etc.). Además, financia significativamente a los centros de investigación (públicos y privados). 

Nuestro rezago innovador es conocido. Es importante “hilvanar” nuestras redes. Los fondos concursables y herramientas para fortalecer el ecosistema innovador van en esa dirección, aunque muy tímidamente. También es necesario entender el rol potencialmente transformacional de los centros de innovación tecnológica (CITE). 

Primero, pueden ayudar a mejorar los vasos comunicantes entre actores, particularmente entre academia y sector privado. Segundo, pueden incentivar a que parte del esfuerzo de investigación tenga un fin productivo. Tercero, deberían contribuir a cerrar la brecha entre las empresas de altísima y de muy baja productividad. Ello se puede hacer transfiriendo conocimiento. Los CITE deberían ser herramientas fundamentales para ello. Esto requiere que la red de CITE se consolide. 

El presidente habló esta semana del crecimiento con justicia social. La mejor manera de hacerlo es aumentar la productividad, fundamentalmente de las mypes y en regiones. Construyamos sobre lo que tenemos. Donde busquemos hay una tremenda necesidad.