(Foto: El Comercio)
(Foto: El Comercio)
Inés Temple

Siempre me preguntan si hay un perfil que permite predefinir si uno será un empresario exitoso o no. Ya he escrito al respecto –en promedio, el 17% de los ejecutivos se recolocan en sus negocios propios–, pero nunca está de más repasar cuatro temas vitales a tener en cuenta si uno piensa .

Tener muy buena salud. Quien emprende va a trabajar intensamente muchas horas cada día, sin ‘respetar’ los fines de semana, noches o incluso madrugadas. Trabajar para uno mismo no tiene horario y rara vez vacaciones. Hay que cuidar el negocio, hacerlo crecer, traer clientes, salir a vender, desarrollar los procesos y estar muy atentos a las disrupciones tecnológicas que puedan afectar al sector en el que operamos. Tantas cosas no dejan tiempo muchas veces ni para dormir lo suficiente, hacer ejercicio o incluso comer sano. Y eso, sin mencionar el estrés de los números que no llegan, los inversionistas o bancos que esperan resultados rápidos, etc.  

Tener mucha estabilidad emocional. Tenerla es fundamental para aguantar el ritmo y sobrevivir a la presión, para no desequilibrarse o sucumbir al estrés: será una montaña rusa de emociones cada día. Buenos momentos donde todo marcha sobre ruedas y el mundo es nuestro, y otros donde las cosas no se dan, se demoran, se empantanan. Hay que tener mucho carácter, nervios de acero y el espíritu bien templado para vivir en esa tensión permanente. Y madurez para no desmayar: eso hace la diferencia entre seguir perseverando o fracasar antes de incluso partir.  

Ser muy seguro de uno mismo. Para emprender y vivir resolviendo dificultades y problemas hay que confiar mucho en uno mismo. Muchas veces no hay nadie más con quien contar. El emprendedor planifica, controla, dirige y manda en todo solo. No tiene jefe, pares ni muchas veces colaboradores a quien culpar por sus decisiones o errores. Pasa mucho tiempo a solas y tiene que hacer todo por sí mismo, grande o chico, importante o no, pero necesario. Todo eso requiere de un ego adaptable y mucha lucidez para no perder el norte. Eso es particularmente retador si el emprendedor viene de ambientes corporativos donde muchas cosas ya están hechas o hay equipos siempre disponibles para ayudar. Como emprendedor habrá muy poco o ningún reconocimiento y muy bajo nivel de estatus –al principio uno es portero y barrendero de su propio negocio–. Eso a muchos les afecta la autoestima, la identidad y, a veces, hasta la dignidad. El reto es mantener el foco en la meta y la fe en nuestros sueños.

Ser confiable y correcto. Desarrollar y mantener excelentes relaciones de confianza con personas de todo nivel es vital para el éxito del negocio. Actuar siempre con sencillez, calidez y autenticidad –y total ética– es crítico para merecer la confianza de proveedores, clientes, socios potenciales, inversionistas, colaboradores, autoridades. Hay muchas más, pero estas cuatro características son no negociables. ¡Suerte para aquellos que deciden emprender!