RICARDO SERRA FUENTES/DÍA_1

Hace unos días, un grupo de congresistas de Perú Posible presentó un proyecto de ley para reducir la tasa del Impuesto General a las Ventas (IGV) del actual 18% a un 17% para el 2014, 16% para el 2015 y 1*5% para el 2016*. El planteamiento busca estimular el consumo de bienes y servicios, contribuir con el crecimiento de la producción, propiciar la formalización de la economía e inyectar recursos a los consumidores.

Vuelve así a la palestra la discusión de si conviene o no en el agregado bajar los impuestos. El proyecto de ley 2661/2013-CR se basa en que en el 2011, cuando se debatía la reducción de la tasa del IGV de 19% a 18%, la entonces jefa de la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (Sunat), Nahil Hirsch, sostenía que la medida iba a implicar una disminución anual de S/.3.000 millones en la recaudación. Sin embargo, esta se incrementó en S/.5.000 millones.

No obstante, el tributarista Luis Arias, ex jefe de la Sunat, atribuye ese aumento de la recaudación al dinamismo de la economía, que creció casi 7% ese año.

OPINIONES ENCONTRADAS Según el área de Estudios Económicos de Cómex Perú, reducir la tasa del IGV daría a los peruanos mayor disponibilidad de efectivo, con lo que se impulsaría el consumo. En cambio, Hugo Perea, jefe de Estudios Económicos de BBVA Research, dice que una propuesta para bajar la tasa del IGV en las actuales circunstancias podría ser complicada. “Hay que recordar que la recaudación fiscal se está viendo afectada por la desaceleración de la economía y por los menores precios de las materias primas que afectan lo que capta el Impuesto a la Renta. Se le estaría poniendo más presión a la caja fiscal, en una circunstancia en que la coyuntura no es oportuna”, comenta Perea.

Arias tampoco ve apropiada la propuesta en la actual coyuntura, “a menos de que se encuentren formas de sustituir la menor recaudación que se tendrá” por la menor tasa.

LA TASA ÓPTIMA Una menor tasa del IGV implica que, si el comerciante traslada toda la reducción al precio final, las personas obtendrían un ahorro que podrían destinar a comprar otros bienes. Eso dinamiza la economía y aporta a la larga a la recaudación del IGV.

Si es que la disminución del IGV (o parte de ella) se queda con el comerciante, este tendría dinero extra que también gastaría en otros bienes y también dinamizaría la economía. Si la tasa permanece como está, el dinero queda en manos del Estado, que también la destina al gasto, pero tal vez con una deficiente administración y falta de ejecución.

Además, una disminución de las tasas impositivas trae como consecuencia una menor evasión y, por ende, una tendencia hacia mayor recaudación.

“El efecto positivo en la caja fiscal de una menor tasa del IGV no es automático, sino de largo plazo. Tomaría unos tres o cuatro años lograr una menor evasión por la disminución de la tasa, pero se debe compensar en lo inmediato lo que se deja de recaudar”, señala Arias.

En términos académicos, esto se explica con la curva de Laffer, que dice que existe un punto óptimo para la tasa de un impuesto. Así, si la tasa vigente es menor que ese óptimo, habrá espacio para mejorar la recaudación. Si la tasa es mayor que el óptimo, también. La teoría detrás de la curva de Laffer indica que con una tasa de 0%, la recaudación será nula, y con una tasa de 100%, también, pues nadie estaría dispuesto a producir con ese nivel tributario. El óptimo está en algún punto intermedio.

Así, disminuir la tasa podría aumentar la recaudación por un lado (por el mayor consumo y menor evasión), pero bajarla por otro, al ser un menor porcentaje del monto de ventas. La tasa óptima es difícil de determinarla y, al menos en el caso peruano, su nivel no se ha fijado por una fórmula que encuentre el equilibrio.

“No hay una tasa de equilibrio. Todo es por prueba y error”, señala Arias, quien agrega que seguramente una tasa más baja mejorará el bienestar de la población, por cuanto disminuirá sus gastos, pero empeorará su bienestar por el hecho de que se reducirán algunos servicios que brinda el Estado.

PARTE DE UN TODO Una propuesta para reducir o aumentar la tasa del IGV no pasa solo por ese impuesto, sino que debe ser parte de toda la estructura impositiva. Hugo Perea explica que hay países como Estados Unidos o los europeos que tienen una alta recaudación por el impuesto a la renta, y por ello su tasa del impuesto al valor agregado (IGV en el Perú) puede ser baja, de niveles de 8% o menos.

Hace 15 años, lo recaudado por impuesto a la renta en el Perú fue casi el 26% de los ingresos tributarios y lo captado por IGV fue casi el 49%. El año pasado las cifras fueron 44,3% y 52,3%, respectivamente.

“En el Perú la informalidad es alta, y una forma de hacer que los informales tributen es a través del IGV, pues finalmente ellos también comprarán bienes formales. Cada país tendrá una estructura tributaria distinta, dependiendo de sus propias características”, señala.

Agrega que es difícil determinar un nivel adecuado de los impuestos. Por ejemplo, si un gobierno aplica un impuesto a la renta relativamente moderado, ello incentivará mayor inversión.

Ese bajo impuesto se financia a costa de un menor consumo de las personas a través de un IGV relativamente alto. “Es una decisión de política macroeconómica, de posponer consumo hoy para poder financiar inversión, de tal manera que podamos tener un ingreso por habitante más alto en el futuro”, concluye Perea.