El mercado de las aseguradoras peruanas todavía es bastante chico.(Foto: Archivo El Comercio)
El mercado de las aseguradoras peruanas todavía es bastante chico.(Foto: Archivo El Comercio)

LUIS DAVELOUIS

No se conoce a ciencia cierta cuántos trabajadores independientes hay en total. Se calcula, por lo que puede ser medido a través de la Sunat, que son alrededor de 600 mil los trabajadores independientes que trabajan para empresas formales. De los demás –casi el 100% de aquellos que dan servicios a personas naturales como dentistas, gasfiteros, abogados, entre otros usuarios– no se sabe casi nada, no tributan y no van a pagar AFP. Son virtualmente irrastreables. Los 600 mil que sí van a pagar están preocupados y furiosos, pues les van a recortar el ingreso en 13%.

Manolo Silva (el nombre ha sido cambiado) es periodista independiente. Para poder dedicarse a lo que le gusta, trabaja para varias instituciones y se dedica a varios oficios a la vez. Enseña en una institución educativa que lo tiene en planilla y a través de ella paga AFP, seguros y todo lo demás. No vive con las justas –de hecho, tiene ahorros más grandes que su fondo AFP– pero que de pronto le quiten el 13% de todos sus ingresos como independiente le ha generado un problema mucho más grande del que puede o le interesa vislumbrar al ministro de Economía, Luis Miguel Castilla quien, afirma, no habrá impacto macroeconómico y que, por lo tanto, la medida va.

¿A Silva le acaban de avisar? No, la norma se dio el año pasado y desde enero se sabe que los independientes empezarían a aportar. Él (y muchos como él) asegura que puede decidir por sí mismo qué hacer con su dinero y no necesita que el Estado lo obligue a aportar para que las AFP “especulen y jueguen a la bolsa”.

Es la misma discusión de cuando apareció el sistema privado de pensiones –hace 20 años– y se decretó el ahorro compulsivo para que el Estado no cargue con la jubilación de los trabajadores dependientes que pulverizan su sueldo. Pero entonces, como recuerda el economista Jorge Gonzales Izquierdo, se decidió que todos los que se afiliaran a la AFP recibirían un aumento de 10% en sus remuneraciones (a cambio, se eliminó el aporte de 9% a pensiones del empleador). Así, el ‘golpe’ que recibía cada trabajador se reducía a las comisiones y las primas de seguro. Esta vez, no hay aumento y por eso el reclamo airado –y quizá, hasta justo– de los afectados.

ME ENCARGO YO La mayoría de economistas piensa que el ahorro previsional es positivo, aun si es forzoso. “Las personas son muy racionales en el corto plazo; pero intertemporalmente, son muy miopes. Eso es lo que demuestra la evidencia, por eso los estados las obligan a ahorrar [] no es viable eso de ‘yo firmo y me responsabilizo por mí para que el Estado no se deba hacer cargo’”, sostiene el director de Macroconsult, Élmer Cuba.

La evidencia demuestra también que, enfrentados a la disyuntiva de ahorrar para tener un respaldo a la hora de quedar desempleado o gastar hoy, el grueso de las personas se gastó el íntegro de la parte de libre disposición de su CTS que, inicialmente, estaba disponible para comprar casa o construirse una.

Si uno no ahorra para su jubilación futura será, con toda seguridad, una carga para el Estado que no lo puede dejar morir aunque uno haya firmado un papel responsabilizándose a sí mismo (o a su familia, si es que puede y quiere) por las consecuencias de su falta de previsión.

*En casi todos los países del mundo, el aporte previsional es obligatori*o, independientemente de la condición laboral del individuo: dependiente o independiente, y no puede ser de otro modo. Como explican el laboralista Jorge Toyama y el economista Gustavo Yamada, la carga futura para el Estado es impagable e incuba crisis.

Es lógico que uno resista el que le recorten el 13% de su ingreso de un porrazo pues, en la práctica, se traduce en un recorte de la capacidad de gasto y al cabo de un año y sumada la inflación es un recorte de más de 15% en términos reales. Menos cuando la economía está, en palabras del propio Castilla, ad portas de un período de “vacas flacas”.

DE TIN MARIN Aquí una salvedad: los independientes que ganan menos de S/.1.125 al mes aportarán una tasa de 5% hasta el 2014; 8% al 2015; y 10% (el aporte completo) recién en el 2016. Y se lee razonable considerando que a menor ingreso un mayor porcentaje de este se dedica a la alimentación. Quitarle 13%, de un mes a otro, sería una crueldad enorme perpetrada en nombre del pragmatismo.

Pero no solo funciona en estos casos. Como dice Toyama, la ley asume que la progresividad del aporte solo debe aplicar para los pobres y que quien no lo es, “pues que pague nomás”.

Juan es independiente y gana al mes, en promedio, S/.12 mil. Pero Juan tiene una hipoteca, una deuda vehicular, paga los colegios de sus dos hijas, las tarjetas de crédito (esa es su manera de ahorrar y así se va de viaje: ahorra hacia adelante) y al final de todos esos gastos, no le sobra 13% de su ingreso, sino 5% y eso solo le alcanza para ir al cine.

Evidentemente, Juan está en desacuerdo con la medida del MEF. Y no por capricho ni porque sea un anarquista, sino porque para poder aportar a su AFP un dinero que verá en 30 o 40 años, deberá dejar de pagar alguna otra cosa hoy. Y ni el banco ni el colegio ni las compañías de servicios públicos –sabemos todos– le van a suspender o postergar las cuotas de los créditos o pagos hasta que acomode sus cuentas y alcance un nuevo equilibrio.

“No entiendo la diferenciación, cuál es el toque mágico que hace que si ganas más de S/.1.125 estés obligado a aportar de golpe 13%, la gradualidad debió ser extendida, sostiene Enrique Díaz, Presidente y CEO de la consultora MCF.

Hay más que el gran inconveniente del dinero: aportar es difícil. Además de que los recibos por honorarios deben ser modificados (o emitidos nuevamente), muchas empresas desconocen el procedimiento de retención y no están preparadas para hacerlo. “Hay recibos que entregué hace tres meses pero como me van a pagar recién, ahora debo entregar recibos modificados y ¡me quieren descontar la AFP!”, afirma Silva.

Si el proceso no es sencillo, se convierte en un desincentivo, como sostiene la ex superintendenta de AFP, Lorena Masías.

De hecho, en abril, en la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) calculaban que la inclusión de los independientes arrancaría en marzo o abril del 2014; no antes “por un tema operativo y logístico”.

Días después, el ministro Castilla insistió en que los independientes empezarían a aportar en agosto indefectiblemente. ¿Por qué el apuro del MEF si el proceso es tan difícil, genera tanto descontento y controversia, es desigual (los independientes informales no son ni serán afectados) y, como dijo el mismo Castilla, no afecta a la economía porque “los beneficiados” no son tantos?

“Hacer una reforma de esta naturaleza en estos términos genera desorden y descontento que no están justificados por los resultados. Se ha comunicado muy mal, nos dijo un predecesor de Castilla que prefirió no ser citado.

¿QUÉ HACER? Cuba, Toyama, Yamada y Díaz piensan que habría que aplicar la norma gradualmente, que la progresividad del aporte debería ser para todos, como se hizo en Chile.

Según Díaz, hubiera sido mejor que la gente se vaya haciendo a la idea de que tiene que aportar poco a poco. Para Cuba, quizá implementar la norma por mitades: 5% este año, 5% más el 2014 hubiera sido mejor.

La modificación de la forma en que se realiza el aporte obligatorio a un sistema de pensiones por parte de los independientes se puede hacer por decreto supremo: la ley determina que el Ejecutivo establece las condiciones de su implementación. Pues “postergarlo equivaldría a suspenderlo y sería muy peligroso que la ley vuelva al Congreso”, afirma Díaz.

Solucionar hoy el problema es mucho más complicado que haber esperado unos meses para hacerlo mejor. Como dice Cuba, “debería haber una renegociación del salario de los independientes. Algunos podrán, otros no”.

Cada uno baila con su pañuelo.