Las empresas mineras esperan buenos resutados en 2017. (Foto: Archivo El Comercio)
Las empresas mineras esperan buenos resutados en 2017. (Foto: Archivo El Comercio)

JUAN SALDARRIAGA V.

Las mineras junior llevan más de un año esperando –cual abnegada Penélope– que los conglomerados chinos o las grandes transnacionales se interesen en sus proyectos y lancen alguna sensacional oferta por ellos, como solían hacer en años previos.

Factores externos, como la crisis económica en Europa y la conflictividad social, los desalientan de forma notoria. En ese sentido, el 2012 brillaron por la ausencia grandes adquisiciones. Apenas la compra del proyecto cuprífero Mina Justa, en Ica, por parte del productor de estaño Minsur (US$505 millones), animó el panorama. Desde entonces, los grandes inversionistas han hecho mutis.

PORTAFOLIO EN VENTA El Ministerio de Energía y Minas (MEM) tiene contabilizados compromisos de inversión por US$11.500 millones en siete grandes proyectos mineros operados por compañías junior.

Es el caso de Cañariaco (cobre-oro), desarrollado por Candente Resources; Los Calatos (cobre-molibdeno), de Metminco; Hierro Apurímac (hierro), de Strike Resources; Zafranal (cobre), de AQM Copper; Accha (zinc), de Zincore Metals; Corani (plata) a cargo de Bear Creek; y Shahuindo (oro), de Sulliden Gold. A ellos cabe agregar dos más: Cotabambas (cobre), de Panoro Minerals, y Crucero (oro), de Lupaka Gold. Ambos con un gran potencial.

Ricardo Carrión, gerente de mercado de capitales de Kallpa Securities, prevé que los grandes consorcios mineros anunciarán ofertas interesantes por uno o dos de estos grandes proyectos en el 2013. Pero la rentabilidad que las mineras junior obtendrán no será la misma de años atrás.

“Hasta antes del 2012 vimos rentabilidades de 200% a 400% para los accionistas de las mineras junior. De ahora en adelante veremos rentabilidades en el rango de 100% a 200%”, indica Carrión.

VALORIZACIÓN La junior Norsemont, por ejemplo, obtuvo una rentabilidad de 300% con la venta de su proyecto cuprífero Constancia a la canadiense Hudbay (US$523 millones). Lo mismo sucedió con las acciones de Antares Minerals, cuando vendió su proyecto Haquira al productor First Quantum por US$470 millones.

En ambas transacciones, registradas en 2011, los compradores pagaron precios por libra de cobre superiores a US$0,05. Hoy, el precio que el mercado está dispuesto a pagar se encuentra muy por debajo de ese registro. Y es que el mundo de las junior ha cambiado mucho en los últimos dos años. Tanto, que hoy es difícil establecer en cuánto se debe tasar un proyecto minero.

Según los cánones, hay dos formas de efectuar dicha valoración. Si el proyecto no tiene estudios económicos, su valor se fijará multiplicando el contenido in situ de los recursos minerales por el precio que está dispuesto a pagar el mercado. Si tiene estudios económicos, se tomará como referencia su valor actual neto (VAN).

El yacimiento de cobre Cotabambas, por ejemplo, tiene un VAN de US$1.000 millones, asumiendo una vida útil de 18 años con el recurso mineral presente. Pero el valor in situ de sus recursos minerales se sitúa en US$300 millones (al precio de US$0,05 por libra de cobre). La diferencia es abismal.

Por esta razón es muy importante para las mineras junior avanzar lo más posible los estudios económicos de sus respectivos proyectos, ya sea que quieran venderlos o llevarlos a producción.

EL NUEVO JUEGO La aversión al riesgo caracteriza actualmente el ánimo de los inversionistas bursátiles en todo el mundo, y ello afecta mucho la economía de las mineras junior.

“En este contexto, hay un desplazamiento hacia acciones de empresas consolidadas (como Google) que otorgan rentabilidades similares a las de las mineras junior, pero con riesgos mucho menores”, explica Óscar Pezo, vicepresidente de asuntos corporativos de Duran Ventures.

Este desplazamiento ha traído como consecuencia que el segmento ‘retail’ se aleje de las mineras junior, y que los inversionistas institucionales –que sí conocen los vaivenes de las compañías exploradoras– no tengan alicientes para arriesgar fondos adicionales.

Por si fuera poco, las compañías senior, que en años recientes estaban de shopping adquiriendo proyectos mineros a diestra y siniestra, han empezado a obrar con gran cautela.

Ahora los productores mineros buscan ‘un toque de realidad’, es decir, que solo se interesan en proyectos con estudios económicos muy avanzados, que tienen factibilidad o que les brindará la posibilidad de iniciar producción en corto tiempo.

“Antes, a las mineras junior les bastaba con establecer el contenido mineral de sus proyectos y dedicarse a especular, porque las estimaciones de rentabilidad eran muy altas. Hoy, han comprendido que sus proyectos deben tener alguna certeza de viabilidad económica, pues solo así abrirán la puerta a un número importante de inversionistas, como los chinos”, señala Pezo.

Según André Gauthier, presidente de Lara Exploration, la nueva tendencia apunta, incluso, a la adquisición de proyectos mineros con estudios de impacto ambiental (EIA) aprobados o con licencias para iniciar producción.

Ese fue el caso de Constancia, proyecto adquirido en un avanzado estado de desarrollo por Hudbay en el 2011. A la espera de la oferta salvadora de esta, la junior Norsemont adelantó todo cuanto pudo el proyecto, temiendo en todo momento que nadie hiciera una propuesta. Y es que no había forma en que pudiera costear los US$1.500 millones que demandará la construcción de Constancia.

COMPONENTE SOCIAL “Lo que yo veo es que será cada vez más difícil para una minera junior vender un proyecto grande en el Perú”, afirma Andre Gauthier, quien tiene una dilatada experiencia desarrollando proyectos mineros.

Como gerente de exploración de Cambior, Gauthier tuvo activa participación en el desarrollo inicial del megayacimiento de cobre La Granja, hace más de una década. También ayudó a llevar adelante el proyecto La Arena, adquirido a precio de ganga por Río Alto Mining: US$43 millones.

Gauthier tiene su nicho en una actividad que pocas junior realizan en nuestro medio: generar proyectos mineros. “No es un trabajo sexy porque todos quieren desarrollar proyectos avanzados”, refiere. Lo que él hace es identificar un posible yacimiento y desarrollarlo geológicamente, porque finalmente ahí está la mayor rentabilidad.

“Yo no perforo. Dejo que mis socios lo hagan, porque es muy caro, y porque la perforación implica lidiar con riesgos que no son técnicos y no se pueden controlar”, refiere. Uno de dichos riesgos, quizá el mayor, es el conflicto social, que generalmente estalla cuando una compañía minera pretende ingresar al territorio de una comunidad a perforar. Es el caso de Cañariaco.

CAÑARIACO La historia cuenta que Candente adquirió la concesión de Cañariaco por US$150 mil. Lo hizo en una época en la que el precio del cobre estaba severamente deprimido, el 2001. Hoy, el costo de capital para construir el proyecto asciende a US$1.599 millones.

Candente ha explorado exhaustivamente Cañariaco y lo ha hecho nuevamente, porque el estudio de factibilidad tiene más de dos años de antigüedad y necesita ser actualizado. Es en este contexto cuando tiene lugar el conflicto con la comunidad de Cañaris, por todos conocido. El caso de Candente ejemplifica el dilema al que se enfrentan las junior en el Perú.

En opinión de Gauthier, a Candente (y otras junior en su lugar) solo le queda una salida en casos como este: desarrollar el proyecto, lo quiera o no.“Si hay una empresa grande interesada, dejará que Candente asuma el riesgo. Apetito hay, pero nadie querrá comprarse el pleito”, señala.

¿Y si Candente tira la toalla? “Si eso llega a suceder, la empresa colapsará y no podrá levantar capital nuevamente. Solo le quedará vender el proyecto por diez soles o dejarlo enterrado por el resto de los días”, sentencia Carrión.

Una premisa de toda minera junior es que nunca puede parar. Caminar hasta hallar una solución es, quizá, su mejor estrategia.