CECILIA NIEZEN

El Perú es un caso atípico. Según un informe del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan), somos un país de ingresos medios, como China y Panamá, pero con un nivel de manufactura (14% del PBI) que nos coloca como una economía de producción primaria, junto a Botsuana y Afganistán. Sin embargo, por el nivel de la PEA empleada en el sector servicios (74,8%), el país estaría dentro de lo que se define como una economía posindustrializada, donde están países como Suiza o Japón.

Con todo, no llegamos a ser un país industrializado ni por asomo. Por la diversidad de recursos naturales y materias primas que posee el Perú, a lo largo de nuestra historia hemos atravesado diferentes ‘booms’ económicos –salitre, guano, caucho, harina de pescado, minerales—, pero ninguno ha logrado generar esa condición productiva que ha sido el tema central de la reunión de la Onudi en Lima la semana pasada: la industrialización. El consenso es que tomando la senda de la (correcta) industrialización, el crecimiento económico se hace más sostenido, se generan mayores rentas para el país, así como mejores empleos. Si bien cada país es único, los casos de Corea del Sur, Malasia y Tailandia, que a mediados del siglo pasado, según la Onudi, tenían una agricultura que representaba al menos el 40% del PBI y una industria manufacturera que equivalía al 14%, son ilustrativos; casi cincuenta años después, la industria manufacturera representa más del 25% y la agricultura varía entre el 3% y 13%. Este cambio ha impactado significativamente en sus niveles de ingreso per cápita.

PROCESO FALLIDO ¿Por qué el Perú no se ha industrializado? La respuesta es compleja y entre otros factores pasa porque el sector público ha sido miope y el privado, cortoplacista. En opinión de Juan Carlos Mathews, director del Centro de Educación Ejecutiva de la Universidad del Pacífico, el caso peruano se presta bien al clásico debate de si los recursos naturales son una bendición o más bien una maldición, para el país que los posee. “Los peruanos nos hemos sentido ricos y no hemos aprovechado la oportunidad que nos ofrece esa condición. Históricamente no ha habido una preocupación por generar valor agregado sobre los recursos”, sostiene. En la misma línea, Carlos Anderson, presidente del Ceplan, dice que como sociedad, la industrialización no ha sido una prioridad. “Hablo de sociedad, porque los procesos de industrialización no suelen ser únicamente impulsados por el Estado”, señala.

En términos más concretos, el Perú no cuenta con un marco favorable para generar una diversificación productiva que, por ejemplo, impulse un mayor peso de las manufacturas en nuestro PBI. La innovación –no hay discusión– es fundamental para agregar valor a la producción. Pero si partimos por analizar el gasto público destinado a investigación y desarrollo en el país, no llega ni al 0,5% del PBI. Esto se traduce en exportaciones de muy bajo valor agregado tecnológico. Analizando nuestras exportaciones entre el 2000 y 2005, en función de si utilizan contenidos de baja, media o alta tecnologías; el porcentaje de alta tecnología representó apenas el 0,6% del total; en el mismo período de tiempo, ese tipo de productos representó el 30,7% de las exportaciones de Costa Rica. Y basta dar una mirada a la estructura productiva peruana para constatar que las actividades extractivas siguen relegando a las industriales. Entre 1995 y el 2012, las exportaciones de minerales se duplicaron, alcanzando el 60% del total.

EL PLAN PERUANO En este contexto, el gobierno viene desarrollando un plan nacional de desarrollo industrial (PNDI), documento que ocupa un espacio cada vez más importante en el discurso oficial, pero que aún no ha sido compartido, ni en forma de avance o resumen. Por lo que se ha adelantado, este plan, que Produce ya entregó al presidente, no tendría el enfoque proteccionista de aquellas políticas industriales de los años setenta. Aparentemente, propiciaría políticas transversales alineadas con la apertura comercial que se impulsa actualmente (el Ceplan dice específicamente que no se elegirán “sectores ganadores”).

En concreto, si uno combina las declaraciones de Francisco Grippa, viceministro de Mype e Industria, con lo explicado por el presidente Humala, el PNDI se basaría en el impulso de la innovación, capital físico y humano. Sus ejes serían la eliminación de trabas burocráticas, la reconversión laboral y la atracción de la inversión extranjera. Entre los instrumentos para lograrlo, se ha hablado de parques industriales, ‘clústers’, duplicar el gasto en innovación, un observatorio de trabas a la inversión, financiamiento de capital semilla, fondos de riesgo, entre otros mecanismos.

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