(Foto: El Comercio)
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En los primeros meses del 2017, las proyecciones coincidían en que la tendencia del en el Perú sería al alza, principalmente debido a una expectativa de subida de tasas de interés en Estados Unidos, y que se estabilizaría en alrededor de los S/3,5 por dólar. Sin embargo, al cierre del año pasado, contra todos los pronósticos, el billete verde acumuló un retroceso de 3,5%, tras bajar en el 2016 un 1,7%.

En lo que va del año, ese comportamiento se ha mantenido, habiéndose depreciado un 0,7% frente al sol, tocando su nivel más bajo desde el 2015. 

Los analistas financieros lo atribuyen a distintos factores, siendo uno de ellos el significativo repunte de los precios de los principales metales que el Perú exporta, que se viene registrando desde hace dos años (cobre 61%, zinc 131% y oro 22%), y su enorme impacto en la balanza comercial.

Dados los buenos fundamentos económicos del país, es esperable que esa racha continuará por un buen tiempo. El problema es que la revaluación del sol contra el dólar tiene un efecto negativo en nuestras exportaciones con mayor valor agregado (no tradicionales) que son las que mayor empleo generan. La razón es simple. Cuando la divisa estadounidense baja, los exportadores reciben menos soles por cada dólar que ganan. Según la teoría, eso hace que nuestros productos sean más caros en el mercado extranjero.

Para atenuar esta pérdida de competitividad, desde hace años el gremio exportador viene solicitando pagar sus impuestos en dólares, pero la propuesta siempre ha sido descartada por el Ministerio de Economía y Finanzas (), argumentando que el Estado no puede asumir el riesgo cambiario de los exportadores.

Pero lo cierto es que no todos pierden. La caída del tipo de cambio beneficia a personas y empresas que mantienen préstamos en dólares pero reciben sus ingresos en soles. A su vez, alienta la emisión de deuda en dólares para refinanciar créditos en moneda nacional. Eso porque se necesitan menos soles a fin de comprar la misma cantidad de dólares para pagar el pasivo en moneda extranjera. Es como si la deuda se redujera.

Ese resultado positivo se traduce contablemente en una ganancia al cierre del año (al expresar en soles, el pasivo contraído en dólares). Pese a que se trata de una ganancia no realizada o “de papel” (en tanto no se cancele la deuda), las empresas en marcha deberán considerarla para la determinación de su Impuesto a la Renta.

Aunque la dolarización financiera ha disminuido en el Perú en los últimos años, sigue siendo elevada. El 30% de los créditos al sector privado están denominados en moneda extranjera. Esto hace vulnerable nuestra economía, pues una fuerte e inesperada depreciación de la moneda local podría afectar seriamente la solvencia de este sector y, así, incrementar el riesgo crediticio del sistema financiero. Es por ello que, con una visión de largo plazo, deben desalentarse los endeudamientos en dólares, que podrían acelerarse ante la expectativa de que las presiones a la baja sobre la divisa norteamericana se acentúen este trimestre.

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