El empresario textil Rene Cobena ha alquilado un inmueble en SJL, el cual se ha convertido en una posada de muchos venezolanos. [Foto: Jessica Vicente]
El empresario textil Rene Cobena ha alquilado un inmueble en SJL, el cual se ha convertido en una posada de muchos venezolanos. [Foto: Jessica Vicente]

¿Qué hacer ante la gran cantidad de venezolanos que ingresa diariamente al Perú? Esta pregunta ha sido el centro de acaloradas discusiones mediáticas, políticas y, claro, ciudadanas. Con posiciones que se ubican en los extremos —del “pobrecitos” al “vienen a quitarnos el trabajo”—, el debate está perdiendo perspectiva. El hombre es migrante por naturaleza, y la migración es parte esencial de la historia de la humanidad. En ese sentido, sería bueno recordar el alto índice de movilización de peruanos al extranjero. Según el INEI, entre 1990 y el 2014, 2.724.869 peruanos salieron del país y no registraron regreso. El primer destino para ellos fue Estados Unidos (31,6%), seguido de Italia (15,2%) y Argentina (14,2%) .

Sabiendo eso, pasemos al dilema que supone tener a 46.000 venezolanos en nuestro país. Es cierto que muchos de ellos son personas de bajos recursos económicos, por lo que lo suyo aquí es el recurseo. Así, muchos aceptan trabajos en los que la paga no corresponde al esfuerzo que realizan, pero ¿acaso la precariedad laboral llegó al Perú con los venezolanos? ¿Ya olvidamos al joven que murió en el incendio en Las Malvinas, encerrado bajo llave en el contenedor que le servía de centro de labores? El problema, pues, es la informalidad de nuestro sistema laboral.

Es cierto también que las noticias nos hablan de delitos cometidos por ciudadanos venezolanos, pero un paseo por Google nos dará cuenta de que muchos de nuestros compatriotas —lamentablemente— hacen lo propio en otros países. No hago esta aclaración para justificar la delincuencia, sino para resaltar que al analizar la problemática de la migración venezolana se necesita ver el asunto desde una perspectiva que incluya la ayuda internacional humanitaria y no a partir de discursos populacheros —como los del candidato Belmont— que, más allá de la xenofobia, no miran el problema en conjunto y no muestran un ápice de empatía.

Contenido sugerido

Contenido GEC