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Por Pedro Villa

Alrededor del 90% de las editoriales del país son microempresas. De estas, un buen grupo se reconoce como independiente, apuesta por la pluralidad de contenidos, por nuevas voces. En muchos casos se ha convertido en una reserva de la creatividad escrita del país. Sin embargo, como parte de una industria en crecimiento, son un eslabón frágil en el ecosistema del libro.

El Estado, a través de sus políticas culturales en favor de la bibliodiversidad, debe promover la edición independiente. El Ministerio de Cultura ha avanzado en esta labor a través de La Independiente, plataforma de promoción de las publicaciones de estas editoriales, con énfasis en la producción regional. Su stand en la FIL LIMA no solo ha permitido que estas estén presentes en la feria más importante del país, sino que dio la posibilidad de que establezcan relaciones con otros profesionales del libro peruanos y extranjeros.

Frente a esta experiencia positiva, la Municipalidad de Lima convoca a editoriales independientes a participar del Festival de la Lectura, una feria del libro que, a cambio del ‘beneficio’ de otorgarles un stand, pide la donación de libros físicos y digitales. Que este municipio sea uno de los que menos presupuesto asigna a la compra de libros, no sostenga una gran biblioteca pública, ni coordine un sistema metropolitano de bibliotecas y recurra a malas prácticas como solicitar la donación de libros o pedir cesión de derechos a los autores que publican en su fondo es sintomático de una gestión sin planificación y con una lógica espasmódica. Otra razón para confirmar la urgencia de una política nacional del libro que establezca una visión a futuro y la necesidad de una nueva Ley del Libro como base normativa.

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