La insólita relación entre supernovas de hace miles de años y la forma en la que caminamos los seres humanos.
La insólita relación entre supernovas de hace miles de años y la forma en la que caminamos los seres humanos.

Por: Juan Luis Nugent
Todos de pie

A la interminable sucesión de improbabilidades que hicieron posible la vida en este planeta podemos sumarle una que nos atañe especialmente como especie. A saber, que en una tormenta cósmica de hace casi ocho millones de años puede estar la respuesta a por qué nuestros ancestros lejanos empezaron a andar en dos patas en vez de cuatro.

No perder de vista que todo cuanto vemos a nuestro alrededor es el resultado de una cadena de procesos que se remonta a muchísimo tiempo atrás ayuda a entender esta improbable relación de causalidad. Un estudio realizado en la Universidad de Kansas y publicado en el Journal of Geology explica que un intenso bombardeo de rayos cósmicos que traspasaron la barrera de nuestra atmósfera fue el causante de una inusual ionización en esta. Ello habría desencadenado una serie de violentas tormentas eléctricas que incendiaron vastas extensiones de bosques y campos. La hipótesis se basa en evidencia, literalmente, sólida. Enormes depósitos de carbón y hierro en tierra firme y en el fondo marino, respectivamente, corroboran tanto la inusual radiación cósmica como los incendios. Una supernova (o ‘el suspiro final de una estrella’, como refiere la BBC citando a la NASA) relativamente cercana a nuestro sistema solar es el único evento capaz de desencadenar tal nivel de energía cósmica para que impacte a nuestro planeta de esa manera. Y vaya que lo hizo.

Nuestros ancestros de hace más o menos 2,6 millones de años tuvieron que empezar a desplazarse por extensas regiones de
sabana donde antes había frondosos bosques. Ello hizo que
erguirse fuera no solamente más eficiente y cómodo, sino también más conveniente para divisar alimentos o depredadores
en el horizonte. Y pensar que muchos descendientes de estos homínidos ahora solo caminan hasta la puerta de la casa para recibir el delivery.

La tolerancia al dolor de un peculiar grupo de roedores podría ayudarnos a encontrar mejores tratamientos.
La tolerancia al dolor de un peculiar grupo de roedores podría ayudarnos a encontrar mejores tratamientos.

Buena ratita
Su aspecto es más bien desagradable. La rata topo sin pelo (Heterocephalus glaber) es un animalito que vive en África y fascina a los investigadores por su peculiar genética. Años atrás, científicos alemanes y estadounidenses descubrieron que poseía una altísima tolerancia al dolor y hasta inmunidad al cáncer. Ahora, el mismo equipo científico ha publicado un artículo en Science que arroja nuevas pistas. Según refiere Scientific American, esta vez se experimentó con otras cinco variedades de rata sin pelo y se les hicieron pruebas de resistencia al dolor de distintos tipos. Más allá de la crudeza del método, lo que llamó la atención es un mecanismo similar que no solamente las hace resistentes al dolor, sino que ‘bloquea’ la sensación. El hecho de que los humanos compartimos genes con este mamífero abre prometedores escenarios en la investigación para tratar el dolor crónico y padecimientos similares. Hay ratas y ratas, pues.

¿Usted comería queso elaborado con bacterias humanas?
¿Usted comería queso elaborado con bacterias humanas?

Cultivo repulsivo
No se alarme, la pregunta es retórica y la plantea un grupo de artistas, no un conglomerado de la industria alimenticia. Como parte de una muestra llamada FOOD: Bigger than the plate en un museo londinense, se presenta “The selfmade project”, en el que se muestran diversos tipos de queso. La gracia radica en que el insumo principal (el cultivo) proviene de bacterias humanas tomadas de lugares tan disímiles como repulsivos: axilas, dedos de los pies, ombligo, fosas nasales.

La gracia fue perpetrada por la bióloga Christina Agapakis y la artista Sissel Tolaas. Como parte de la reflexión que buscan generar entre el público, las creadoras de tan novedosa forma de hacer queso utilizaron muestras provenientes de celebridades inglesas, reportan Forbes y The Guardian. Los donantes escogieron qué tipo de queso querían que se haga con sus bacterias y para cuando maduren compartirán el mismo código genético. Provecho.

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