Caputo entrega un libro extraño y exigente, en el que sus protagonistas no encuentran sosiego. [Foto: Chris Mosquera]
Caputo entrega un libro extraño y exigente, en el que sus protagonistas no encuentran sosiego. [Foto: Chris Mosquera]
José Carlos Yrigoyen



Este febrero se celebrará la segunda edición del Bogotá39, evento que se organiza una vez cada década para convocar a los mejores escritores hispanoamericanos menores de 40 años. En la Columna Vertebral ya he comentado los libros de dos integrantes de la delegación peruana, María José Caro y Juan Manuel Robles, cuyos conjuntos de cuentos y novelas gozan de innegable calidad e interés. No menos valorables son los libros de Claudia Ulloa Donoso, el tercer nombre de nuestra representación nacional, labrados con un estilo sutil capaz de construir atmósferas de rica sensorialidad.

¿Y qué otros buenos títulos podemos encontrar en las demás delegaciones?, me pregunté hace poco. Es así como llegó a mis manos Un mundo huérfano, la primera novela del colombiano Giuseppe Caputo (Barranquilla, 1982). Se trata de un libro extraño y exigente, elaborado con una prosa poética que en sus mejores momentos alcanza un brillo sojuzgador, renuente a estructurarse en un modo narrativo convencional, y que avanza amparándose en una secreta coherencia, enhebrada por la fecunda imaginación de su autor y una atemporalidad que permite perderse por todos los caminos.

Los protagonistas de esta novela son un padre y su hijo que habitan un barrio lóbrego al borde de un mar que arroja, cual dios benefactor, objetos con los que amueblan su casa pobre, “despelucada, corridas que estaban las tejas”. Es en este escenario donde se desenvuelven las dos necesidades recurrentes que animan a estos extravagantes personajes: el hambre, “un remolino de dolor y de vacíos que me sacan del mundo sin sacarme del cuerpo”; y un deseo carnal insaciable que impele al hijo a la búsqueda virtual y real de hombres con los que se erotiza, plegándose a los distintos reclamos de sus furtivos amantes. Uno de los innegables logros de Un mundo huérfano es que las escenas sexuales, que se suceden vertiginosamente en “La ruleta” —quizá el mejor capítulo del libro—, nunca caen en lo cansino o en lo intercambiable, como suele suceder en otros libros que abordan promiscuos e interminables trueques de fluidos sexuales (esa es mi principal impugnación a Sudor, de Fuguet, novela que guarda algunas correspondencias con esta de Caputo).

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novela
Un mundo huérfano

Editorial: Literatura Random House
Año: 2018
Páginas: 216
Precio: S/ 76,00

Pero sobre lo anterior se yergue un monstruo que este libro se consagra en retratar: la violencia. Su versión más horrorosa y destructiva aparece en el episodio de la masacre en la discoteca gay, narrada con escalofriante detallismo. No hay sosiego para las criaturas de Caputo. Lo destacable es que, a pesar de eso, este mundo hostil no está exento de ternura y hasta de una conmovedora e imbatible ingenuidad, como la que exhibe el padre en el capítulo “La casa habladora”.

Mientras leía esta provocadora ficción no pude dejar de asociarla a las novelas del cubano Severo Sarduy. Hay muchas semejanzas entre Un mundo huérfano y Colibrí, Cocuyo o incluso Cobra, la más arriesgada entre las que escribió. No solo por su afán experimental o por el lenguaje híbrido que irrealiza y otorga múltiples sentidos a lo que describe. También porque, al igual que los seres que pueblan los libros del camagüeyano, varios de los personajes de Caputo son imposibles de ubicar en un género o definición precisos: mutan para alcanzar la verdadera identidad que se les ha denegado y que es vital para alcanzar la felicidad. Si Cobra se opera y trasviste para conseguirla, el hijo adolescente de este libro se disfraza y convierte en mariposa para adentrarse con su desafiante vuelo en un mundo donde los hombres bailan, se tocan y se penetran hasta alcanzar la más alegre plenitud de sus existencias. Es también el caso de Ramón-Ramona, quien regenta el bar donde padre e hijo asisten cada noche esperando un trago fiado, cuya verdadera sexualidad permanece en carnavalesco misterio.

Estamos ante una novela innovadora, lejana al facilismo de las modas literarias y de las imposiciones editoriales, que apela al desgarramiento verbal y a un luminoso aliento poético para imponerse por sí sola. Y vaya que lo consigue.

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