“Boda”, como muchas otras piezas de Godínez, denuncia el matrimonio como institución burguesa naturalizadora de la opresión de género.
“Boda”, como muchas otras piezas de Godínez, denuncia el matrimonio como institución burguesa naturalizadora de la opresión de género.

por Alfredo Villar

Marisa Godínez es, no cabe duda, la artista femenina más importante que hayan dado la historieta y el humor gráfico peruano. Su obra comenzó a tener visibilidad en la nueva etapa que la revista Monos y Monadas iniciara en 1978, y, aunque en esta publicación primaron los dibujantes hombres y el humor político, la obra de Godínez planteó algo radicalmente diferente, creando, desde su feminidad, un lenguaje y un universo sumamente personales.

Estudiante de Artes de la Universidad Católica (donde conocería al que fuera su esposo, el también artista Juan Acevedo), Godínez iría más allá de su formación como pintora, y preferiría los dibujos en tinta china con delicados trazos de plumilla y de mucha línea y tramado, a los cuales agregaría un cuestionador discurso visual sobre la condición femenina y de género, que no tiene parangón no solo en la historieta sino en las artes plásticas peruanas en general.

Y es que, si revisamos las anteriores representaciones de mujeres en el arte nacional, vemos que la constante había sido la de una objetivación del cuerpo femenino como “modelo” silencioso para la idealización o exaltación del artista, por lo general, masculino. Inclusive las pintoras indigenistas generalmente sublimaron los cuerpos femeninos bajo el hieratismo de la solemnidad y el costumbrismo; habría que esperar a la obra de Tilsa Tsuchiya para empezar a ver una percepción del erotismo muy distinta a aquella preconizada por los varones y las propias mujeres.

Pero ninguna artista peruana había llegado a lo que la obra de Marisa Godínez realizaría en aquel momento: un profundo cuestionamiento de todas las “naturalizaciones” que signan la condición femenina. En sus dibujos el matrimonio, la maternidad, la subordinación sexual, los roles de género son diseccionados y cuestionados con sutileza, pero, a la vez, de manera cruel y directa, con una extraña mezcla de humor negro y melancolía. En su obra todas estas cosas asumidas como naturales se trastocan, se desnudan, muestran su verdadera razón de ser, su faz oculta.

d
d

* * *
Por momentos la obra de Godínez opta por la representación transgresora de lo femenino, por la rebelión ante su condición de sumisión —frente al dictado bíblico de subordinación al varón, alza su voz Lilith, la otra mujer de Adán, aquella que no obedece las reglas del mundo patriarcal y, por lo tanto, la puta, la bruja, la sirena, la harpía—, aunque en la mayoría de casos lo que apreciamos en su obra es una visión indignada pero, sobre todo, desoladora de la condición femenina. Ahí se encuentran las mejores imágenes de la artista, aquellas que golpean con más fuerza lo establecido y que, en el fondo, son una protesta no solamente política y de género, sino humana frente a una condición injusta o absurda. Así vemos la historieta que llama “Boda” y que con solo seis viñetas (dibujadas de tamaños y formas ligeramente irregulares) nos habla de la ilusión inicial, del entierro de esas ilusiones y la vida casi vegetal e inmóvil del matrimonio. Es una historieta que puede ser leída también como una versión pequeñoburguesa del mito de Apolo y Dafne (aquel en que el varón cazador quiere poseer a la bella Dafne, pero esta prefiere convertirse en laurel); aquí la metamorfosis en árbol está motivada por el deseo del hombre de dominar y hundir en la rutina de la sumisión a su “amada”.

Marisa Godínez denuncia el matrimonio como institución burguesa naturalizadora de la opresión de género, pero también la maternidad como la normalizadora de relaciones de explotación no solo políticas sino también económicas. En una entrevista personal, la artista me contó, entre sonrisas, que ella detestaba los “días de la madre”.

Pero Marisa Godínez nunca es panfletaria, y usa siempre un lenguaje simbólico y ambiguo; nos enfrentamos por eso mismo a una mirada muy femenina, en la que podemos encontrar una tendencia hacia lo cíclico, ya que casi todas sus historietas plantean un mismo movimiento circular que se abre y se cierra. En este movimiento lunar, en esta espiral de eterno retorno que es a la vez un eterno femenino, encontramos una de las claves de la actualidad e importancia de su obra.

dd
dd

* * *
Después de Monos y Monadas, Marisa Godínez comenzó a militar en el feminismo. Siguió haciendo historietas y material visual, pero esta vez para la educación popular, sobre todo en el tema de género. La historieta se convirtió, de esa manera, en la continuación de la política por otros medios, y la melancolía y la desesperanza dieron paso a un discurso combativo, gozoso y reivindicativo.

En la actualidad, después de un prolongado silencio, se encuentra preparando nuevos dibujos y exposiciones. No hay duda de que las jóvenes historietistas peruanas le deben mucho y, aunque ella se niegue a los reconocimientos, vaya desde aquí la admiración hacia un trabajo que seguirá sorprendiendo y aportando no solo a la historieta sino al arte en general.

Información de la exposición
Marisa. Primeras obras ( 1975-1982 )
Sala de usos múltiples de Arcadia/Mediática
(jr. Rufino Torrico 885, Cercado de Lima)
Hasta el 9 de julio.

Contenido sugerido

Contenido GEC