El pasado y el presente de los derechos civiles a medio siglo del asesinato de Martin Luther King. [Foto: AFP]
El pasado y el presente de los derechos civiles a medio siglo del asesinato de Martin Luther King. [Foto: AFP]



El día que lo iban a matar, Martin Luther King se despertó con fiebre. La noche anterior ya había sentido malestares y escalofríos, pero, cuando le dijeron que en el Mason Temple había 11.000 personas que querían oírle, se levantó de la cama y fue a hablar con ellos. Era invierno en Memphis, corría un aire gélido, y se anunciaba una tormenta. Los hombres y mujeres agitaban los brazos; muchos de ellos eran afroamericanos humildes que recogían la basura en las calles a cambio de míseros salarios y que desde hacía casi dos meses estaban en huelga. Las protestas habían dejado heridos y muertos. Con voz entrecortada, el reverendo negro les habló de su vida; de la resistencia pacífica en Birmingham, Alabama; de la vez que estuvo a punto de morir cuando una mujer le clavó un cuchillo en el pecho. También les dijo que debían entregarse a la lucha hasta el final y les dejó estas palabras que medio siglo después resuenan a despedida: “Como cualquier persona, me gustaría vivir una larga vida. Pero eso no me preocupa ahora. ¡Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios! Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado, y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allá con ustedes. Pero quiero que ustedes sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida”.

Esa mañana del 4 de abril de 1968, la gripe había recrudecido. Pero él estaba ocupado en tareas más urgentes. A la noche habría una nueva concentración, y el siguiente lunes, una marcha. Al caer la tarde, veinte horas después de su presentación en el templo, King se asomó al balcón de la habitación 305, del motel Lorraine. Quería hablar con su amigo y colaborador Jesse Jackson. Entonces, una bala le destrozó la garganta. Cayó pesadamente al piso, mientras alguien intentaba detener la sangre con un pañuelo. Había sobrevivido a varios atentados, incluida una bomba que había estallado en su casa, y a más de 30 ingresos a la cárcel, pero esta vez era el final. A sus cortos e intensos 39 años, él ya estaba en la Tierra Prometida.

El derecho al voto de los afroamericanos fue uno de los grandes reclamos de los años 60. Los derechos civiles se abrieron paso entre el pacifismo y las acciones violentas. [Foto: documental Freedom Summer]
El derecho al voto de los afroamericanos fue uno de los grandes reclamos de los años 60. Los derechos civiles se abrieron paso entre el pacifismo y las acciones violentas. [Foto: documental Freedom Summer]

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El asesinato de Martin Luther King desató un triste período de violencia. Esa noche y las siguientes estallaron disturbios en Chicago, Detroit, Boston, Wisconsin, Washington D. C. y Nueva York. Hubo muertes y miles de arrestos, y la capital quedó paralizada por el incendio de edificios, saqueos y disturbios. Se tuvo que decretar el toque de queda a partir de las cuatro de la tarde. Solo en Washington murieron ocho afroamericanos, se arrestaron a más de 3.000 personas, hubo 705 heridos, entre ellos 17 bomberos y dos soldados. Puede resultar irónico, pero esta vorágine de furia se produjo tras la muerte del hombre que había proclamado durante toda su vida la resistencia pacífica. El hombre que, siguiendo las ideas de Gandhi y de pensadores como David Thoreau sobre la desobediencia civil, había desarrollado la estrategia de la acción no violenta directa, es decir, las marchas multitudinarias, las sentadas en las calles, los boicots en los buses que segregaban a los negros. El hombre que creía que, para luchar contra el odio y el racismo, no había que usar los mismos métodos de los perpetradores.

Nacido en ese sur profundo de Estados Unidos, en Atlanta, Georgia, en 1929, era en cierto modo un predestinado. Desde niño, estuvo imbuido del espíritu cristiano —su padre y abuelo habían sido ministros baptistas—: creció al interior de esas iglesias sureñas que eran los mágicos refugios de un mundo injusto. Afuera, las leyes segregacionistas habían dividido el mundo en dos: los blancos privilegiados y los negros excluidos. Los primeros mandaban, los segundos no tenían voz ni a voto. Con restaurantes, escuelas, hospitales, barrios, parques y servicios diferenciados, ningún negro podía traspasar las fronteras de la discriminación sin ser acusado o detenido por la policía o, en el peor de los casos, linchado o asesinado. Como el niño Emmett Till, de 14 años, que un día de agosto de 1955 se atrevió a ingresar a una bodega para blancos y, peor aún, a piropear a una chica rubia. Cuatro días después, su cuerpo fue hallado en el río con signos de tortura y un disparo en la cabeza.

La activista Angela Davis fue una de las lideresas del movimiento de las Panteras Negras. [Foto: AFP]
La activista Angela Davis fue una de las lideresas del movimiento de las Panteras Negras. [Foto: AFP]

Pero todo empezó a cambiar con el gesto de Rosa Parks, una mujer negra que en la Alabama racista de 1955 se negó a ceder el asiento del bus a un hombre blanco como lo mandaban las leyes segregacionistas. Fue detenida por la policía y entonces, desde la iglesia de Montgomery un pastor negro —Martin Luther King—, inició el boicot. Por 382 días, hombres, mujeres y niños afroamericanos se negaron a subir a los buses municipales y prefirieron caminar o usar automóviles de activistas. Con la compañía al borde de la quiebra, la ley segregacionista fue abolida. Luego la Corte Suprema declaró inconstitucional cualquier tipo de discriminación en los medios de transporte. El triunfo desató otros boicots. Hubo amenazas, encarcelamientos y atentados contra King y sus allegados, pero la resistencia pacífica había comenzado.

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La cruzada emprendida por el ministro negro de la iglesia baptista de Montgomery se expandió rápidamente por el sur y el norte de Estados Unidos, entre los años 50 y 60, en una América aparentemente libre que salía victoriosa de la Segunda Guerra Mundial y se consolidaba como potencia planetaria. Tal vez el punto culminante de esta cadena de protestas fue la marcha ‘por el trabajo y la libertad’ en el verano de 1963. Dos meses antes, habían asesinado al activista Medgar Evers y eso convenció a los escépticos de que no había otra solución más que salir a las calles. Más de 250.000 personas se reunieron en Washington para escuchar al doctor King —tenía tal título en Teología—, quien pronunció quizá uno de los discursos más famosos del siglo XX: “Yo aún tengo un sueño”, le dijo a la multitud. “Un sueño profundamente arraigado en el sueño americano [...]. Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad. Sueño que un día incluso el estado de Mississippi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia. Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”.

Malcolm X, el  personaje icónico de la respuesta violenta. Murió asesinado a los 39 años.
Malcolm X, el personaje icónico de la respuesta violenta. Murió asesinado a los 39 años.

Al año siguiente, le dieron el Premio Nobel de la Paz. Luego vino su oposición a la guerra de Vietnam y su identificación con los desposeídos. Como dijo su amigo, el también teólogo negro Vincent Harding, en los últimos años de su vida, el doctor King se volvió un “héroe incómodo” para el poder. El año de su muerte tenía pensado organizar una marcha masiva de los pobres sobre Washington. ¿Tal vez por eso lo mataron? Después de su asesinato, se desataron múltiples teorías de la conspiración que no se han detenido hasta la actualidad. Que el FBI lo tenía en la mira, que existía un complot para acabar con su vida y que no era casualidad que, dos meses después, Robert Kennedy, otro amigo de los negros, también fuera asesinado cuando era el que más opciones tenía para llegar a la Casa Blanca.

Pocos creyeron que el asesino de King fuera solo un francotirador racista, un excombatiente y ladrón de poca monta, llamado James Earl Ray, quien se apostó durante horas en el baño de una pensión cercana del motel Lorraine, esperando el momento justo para apretar el gatillo.

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Pero el movimiento negro en Estados Unidos fue mucho más allá de Martin Luther King. El caso de la diáspora africana era un tema que ya se había empezado a tratar un siglo antes, a raíz de la guerra de Secesión, entre 1861 y 1865, y el fin del esclavismo. En ese momento surgieron voces que pedían desde el retorno a África hasta la implantación de un nacionalismo negro en América. Uno de estos personajes fue el sociólogo negro William Burghardt du Bois, quien en 1915 impulsó la creación de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, por sus siglas en inglés), organismo que jugaría un papel trascendental en la defensa de los afroamericanos contra las leyes Jim Crow (de segregación) y en su lucha contra grupos extremistas blancos como el Ku Klux Klan. Otro fue Carter Woodson, un hijo de esclavos que llegó a ser historiador y académico, y quien en la década del veinte propuso la creación de la semana de la historia afroamericana, que después se extendió a todo el mes de febrero. Luego, en la siguiente década, se desarrollaron las tesis de Aimé Césaire y Léopold Sédar Senghor, quienes desde la literatura comenzaron a definir la negritud como una identidad que atravesaba países y sociedades en un mundo que empezaba a descolonizarse. Lo africano, entonces, no estaba definido solo por la protesta o la opresión, sino también por el orgullo. Marcus Garvey, uno de estos líderes que creía en el retorno a la madre patria, decía en 1921: “Ser negro no es una desgracia, sino un honor, y por eso nosotros no queremos convertirnos en blancos. Amamos nuestra raza y respetamos y adoramos a nuestras madres”.

En los guetos de las grandes ciudades industriales de Estados Unidos, se incubaban nuevas protestas y nacían nuevos héroes. Uno de ellos fue Malcolm X. Provenía, literalmente, de los bajos fondos. Había estado preso por robo y, a diferencia de Luther King, no quería poner la otra mejilla. Quería pelear. Era seguidor de los Black Muslims o la Nación del Islam, una iglesia creada en los años 30 que acogía a buena cantidad de afroamericanos pobres. Se había convertido al islam en la prisión, y luego llegó a ser uno de los líderes de esta organización que más allá de lo religioso organizó a las comunidades negras en su lucha contra el poder blanco. El carisma de Malcolm X lo convirtió en un líder en los años 50; sus conferencias eran seguidas por la prensa y su coqueteo con el comunismo lo llevó a ser perseguido por el macartismo. Sin embargo, nada lo detuvo, solo las balas de jóvenes radicales de los mismos Black Muslims —Malcolm se había retirado del movimiento en 1963 por peleas con el líder espiritual Elijah Muhammad— que acabaron con su vida en Nueva York, el 21 de febrero de 1965.

Lo que se conoció con los años como Black Power (Poder negro) se debió en gran parte a líderes como Malcolm y a otros muchachos rebeldes, como Huey P. Newton y Bobby Seale, quienes, en los barrios pobres de Oakland, cerca de San Francisco, formaron uno los movimientos underground más emblemáticos de los años 60: las Panteras Negras. Eran grupos de jóvenes negros amantes de las armas y de la vida al filo de la ley que poco a poco comenzaron a tomar partido a favor de la revolución y del cambio social. Sus líderes eran dos muchachos que en la universidad de Berkeley les vendían libros de Mao a los estudiantes blancos. Con lo recaudado, compraban armas. Así organizaban rondas nocturnas y estaban atentos a responder cualquier exceso de la policía. Reunieron a obreros, desempleados y pandilleros, y los llevaron a la lucha por la emancipación. Con los años se orientaron a la acción social, a dar desayunos gratis a niños negros, a socorrer a familiares de presos, a atender a ancianos. En 1969, más de diez mil niños se beneficiaban con estos programas sociales. Sin embargo, las Panteras se debatían en líos internos que muchas veces terminaban a balazos. El FBI los puso en la mira, y en los 70 y 80 el grupo se fue disolviendo en gran parte por sus propias desavenencias. Huey P. Newton murió asesinado en 1989, y tiempo después Bobby Seale le diría a la prensa: “Nos cayeron encima porque habíamos puesto en marcha una revolución verdadera”. Las Panteras resumían su programa político en una frase: “Queremos tierra, pan, vivienda, educación, vestido, justicia y paz”.

El primo de Emmett Till, Simeon Wright, lo descibr ecopmo un joven a quien le encantaba contar chistes. [Foto: Associated Press]
El primo de Emmett Till, Simeon Wright, lo descibr ecopmo un joven a quien le encantaba contar chistes. [Foto: Associated Press]

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“El legado de Martin Luther King va mucho más allá de Estados Unidos. Él ha inspirado a muchas naciones, y cada mes de febrero nosotros renovamos el compromiso con nuestro pasado y presente. No solo evaluamos el camino recorrido, sino el que nos falta por recorrer porque eso es la democracia, ver lo que falta mejorar”, dice Judith Ravin, consejera de asuntos de Prensa, Cultura y Educación de la embajada de Estados Unidos en Lima, que este mes organiza diversas actividades en recuerdo de la gesta de los afroamericanos.

Actualmente, viven en todo el continente alrededor de 200 millones de personas de origen africano en condiciones muchas veces difíciles. Por eso las Naciones Unidas han decretado la década del 2015 al 2024 como el Decenio Internacional de los Afrodescendientes. 

Ravin cuenta que, en el Departamento de Estado, están atentos a esta celebración. Por ejemplo, en el 2016 se ha abierto en Washington, en esa explanada icónica entre el monumento a Abraham Lincoln y el Congreso, el Museo Nacional de la Historia y la Cultura Afroestadounidense. “Es conmovedor —dice la consejera— porque en cada piso se marca la lucha y los logros de esta comunidad. Más de 40.000 objetos, videos, discursos, contribuciones… Está el ataúd de un joven [el niño Emmett Till] que fue asesinado en un momento terrible de nuestra historia. Todo eso es estremecedor”.

La heroína de los derechos civiles Rosa Parks asiste a la apertura de la ceremonia de corte de cinta "Marching Toward Justice: La historia de la 14° Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos" como parte del mes de la historia negra.
La heroína de los derechos civiles Rosa Parks asiste a la apertura de la ceremonia de corte de cinta "Marching Toward Justice: La historia de la 14° Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos" como parte del mes de la historia negra.

En opinión del internacionalista, de origen afroperuano, Owan Lay, lo que sucede en la mitad del siglo XX es un renacer de la negritud. “El movimiento por los derechos civiles permitió visibilizar —dice— la problemática de la diáspora africana en las Américas, la situación de desventaja, pobreza y exclusión en la que vivían los afrodescendientes, y eso iluminó como un faro a toda América Latina”. Lay menciona que los discursos de Martin Luther King, Malcolm X y las Panteras Negras llegaron a América Latina e influyeron en líderes como Abdias do Nascimento en Brasil o Manuel Zapata Olivella en Colombia. Este médico, antropólogo y escritor fue uno de los gestores del primer Congreso Negro de las Américas, a fines de la década del 70.

¿Y qué pasó en esta época en el Perú? “Si bien aquí nunca hubo leyes segregacionistas —comenta Lay— estas prácticas sí existieron como parte del contrato social. Y si hablamos de personajes de aquella época, yo diría que Nicomedes Santa Cruz y Victoria Santa Cruz tuvieron discursos muy potentes a través del arte para reivindicar los derechos de los negros. Pero, además, diría que la obra de ambos tuvo también un componente político que las élites intelectuales en el país se negaron a reconocer porque era darles un crédito mayor, lo cual denota, por supuesto, una actitud racista”, responde.

28 de agosto de 1963. El clérigo y líder de los derechos civiles Martin Luther King y otros líderes de derechos civiles en blanco y negro marchan en el centro comercial en Washington DC durante la "March on Washington". [Foto: AFP]
28 de agosto de 1963. El clérigo y líder de los derechos civiles Martin Luther King y otros líderes de derechos civiles en blanco y negro marchan en el centro comercial en Washington DC durante la "March on Washington". [Foto: AFP]

Al respecto, Susana Matute, directora de Políticas de la Población Afroperuana del Ministerio de Cultura, dice: “Si bien la conquista del voto y el derecho a la educación se consiguieron en la época de los derechos civiles, eso no quita que hoy existan brechas socioeconómicas entre los afrodescendientes y otros ciudadanos. En el Perú, en particular, estas brechas se agudizan en algunas regiones más que en otras”. Por eso, destaca la consecución de marcos jurídicos para diseñar políticas públicas diferenciadas para estas poblaciones. “Lo último que estamos trabajando desde el ministerio es el plan nacional de desarrollo para la población afroperuana”, añade.

Un gran aporte para conseguir este objetivo es saber, por fin, cuántos afrodescendientes viven en nuestro país. Los primeros avances del último censo afirman que pueden llegar a 7,2 %, es decir, más de dos millones de personas.

Actividades en Lima
Con ocasión del Mes de la Historia Afroamericana, la embajada de Estados Unidos ha programado las siguientes actividades: el miércoles 21 de febrero, a las 16:30, se desarrollará la conferencia “La historia de los Derechos Civiles en Estados Unidos”, a cargo de Patrick Fischer, director de la Oficina Regional del Medio Ambiente, Ciencia, Tecnología y Salud en la embajada de este país, y a las 18:00, el conversatorio “Reflexiones sobre la historia afroamericana”, con la participación de Owan Lay, Susana Matute y Rocío Muñoz. Ambas actividades serán en el Conference Hall del Icpna de Miraflores.

Del lunes 19 al sábado 24 se realizará la exposición bibliográfica Historia afroamericana de Estados Unidos, en la Biblioteca del Icpna de Lima. Finalmente, el 23 de febrero, a las 18:00, en el Conference Hall, del Ipcna de Miraflores, se presentará el documental Good News: el coro de góspel de la Universidad de Howard visita el Perú.

Los retratos de Michelle y Barack Obama se exhiben en la National Portrait Gallery en Washington, D.C. Kehinde Wiley, quien pintó a Barack Obama, es el primer pintor afroamericano en pintar al primer presidente afroamericano de los Estados Unidos. [Foto: Getty Images]
Los retratos de Michelle y Barack Obama se exhiben en la National Portrait Gallery en Washington, D.C. Kehinde Wiley, quien pintó a Barack Obama, es el primer pintor afroamericano en pintar al primer presidente afroamericano de los Estados Unidos. [Foto: Getty Images]

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