Nasca: el peregrinaje fabuloso

Por Claire Jaureguy

Los museos han asumido nuevos retos respecto a la función que cumplen en sus comunidades. En muchas ciudades del mundo lideran los debates en torno a temas sensibles de la sociedad. Después de visitar la muestra sobre la cultura Nasca, comprobamos que el Museo de Arte de Lima (MALI) consolida una línea de trabajo valiosa y ética en torno a su propia colección de arte.

El MALI parte de la colección Memoria Prado, que reunió el intelectual y político Javier Prado Ugarteche. De las casi seis mil piezas que custodia el museo, mil están asociadas a Nasca, y se propone dotarlas de un contexto que ha sido enriquecido con profusas y rigurosas investigaciones interdisciplinarias. Se suman también piezas procedentes de otras colecciones nacionales, lo que nos permite redescubrir a una de las culturas más asombrosas que se desarrollaron en nuestro territorio. 

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De Nasca conocemos bien sus geogligos sobre el desierto, sus coloridos y finos textiles, su cerámica de diseños expresivos y geométricos; precisamente destacar estos elementos no es el camino elegido por el museo. Más bien, el MALI ha optado por una pequeña pieza escultórica de 14,3 x 10,8 cm, que representa el peregrinaje de una mujer y varios hombres de distintas edades o rangos sociales. Algunos llevan instrumentos musicales, quizá son parte de una familia. Junto con ellos van animales, perros y papagayos, que nos dan la bienvenida a un mundo construido entre el 200 a. C. y el
650 d. C.

La adaptación al territorio y la tan ansiada búsqueda de la fertilidad son los ejes de la muestra, ya que de ahí se desprenden los temas más importantes: los motivos que decoran la cerámica, la naturaleza y función de los geoglifos, y los rituales que nos llevan descubrir quiénes fueron y cómo vivieron los nascas.

Un equipo multidisciplinario integrado por especialistas peruanos y extranjeros diseñó e implementó la ambiciosa exposición a la luz de las más recientes investigaciones. Fueron dirigidos por Cecilia Pardo, curadora de colecciones y de arte precolombino del MALI; y Peter Fux, curador de las artes de las Américas y jefe de exposiciones del Museo Rietberg de Zúrich —la misma dupla que realizó la curaduría de la exposición Chavín, que convocó a casi 87 mil visitantes en el 2015.

El proceso no fue simple, ya que los estudios arqueológicos son complejos y cada época renueva los métodos de interpretación y revisa los antiguos que, para el caso de los nascas, se remontan a fines del siglo XIX. Fueron necesarios dos años de trabajo para concebir una exposición notable por la selección de piezas. Por primera vez se exhiben los textiles procedentes de Cahuachi, principal centro ceremonial nasca, como un vestido de mujer pintado con diseños polícromos de aves que devoran humanos, plantas y animales.

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Nuestras miradas se centran en los individuos y el territorio que habitaron, pampas moldeadas durante miles de años por capas de cantos rodados y sedimentos finos. “En lugar de desechar cientos de kilómetros cuadrados, los nascas usaron las pampas como un espacio sagrado, como una enorme pizarra para invocar la benevolencia de los dioses a través de celebraciones rituales”, explica Cecilia Pardo.

Durante años, se manejó la hipótesis de que los geoglifos ubicados en un área de 450 km2 —que constituyen el paisaje arqueológico más grande del mundo— respondían a un calendario astrológico. Sin embargo, estudios recientes apuntan a que serían un espacio ritual que permitió integrar el desierto y lo convirtió en el escenario para actividades festivas y religiosas. Fiestas acompañadas de música y consumo de sampedro.

En la exposición dos video mappings nos permiten explorar dichas figuras, que se exponen junto a los aportes de Julio C. Tello y Maria Reiche. Asimismo, se aprecian los registros fotográficos de Javier Silva, Edward Ranney y Billy Hare; y un documental que explica cómo se hicieron las líneas y la sencilla razón por la cual no se han borrado.

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Estamos frente a una muestra precolombina en un museo de arte, y podemos apreciar la influencia de los nascas en artistas contemporáneos como Elena Izcue; y escuchar sus instrumentos musicales, los mismos que fueron utilizados en sus rituales. Aprendemos también que los nascas no solo se adaptaron a un territorio hostil, sino que alcanzaron mejoras en su calidad de vida, como lo demuestran estudios de ADN que confirman que son originarios de esa zona. “Todos los peruanos deben de ver esta muestra. Nada de lo que hay aquí nos lo dijeron en el colegio, ni siquiera hoy”, recomienda la curadora.

La alianza entre el MALI y el Rietberg consolida un modelo de gestión museístico que permitirá la itinerancia internacional del patrimonio cultural peruano. En noviembre, Nasca estará en Zúrich hasta abril del 2018; luego, entre mayo y setiembre del mismo año, en la Bundeskunsthalle de Bonn, Alemania.

De los nascas sabemos que su imaginación les permitió superar las adversidades y los límites naturales. Mientras ciertos noticiarios alertan del hallazgo de una momia extraterrestre, los nascas siguen trascendiendo el tiempo y el espacio como patrimonio cultural de la humanidad.