Una serie de TV y el estreno de Blade Runner 2049 nos traen de regreso a Philip K. Dick, profeta del apocalipsis social y tecnológico. [Foto: Mind  of  robot]
Una serie de TV y el estreno de Blade Runner 2049 nos traen de regreso a Philip K. Dick, profeta del apocalipsis social y tecnológico. [Foto: Mind of robot]


Por Gabriel Meseth

Hace más de una década, un grupo de ingenieros de la Universidad de Memphis creó un robot con la apariencia del escritor Philip K. Dick (PKD), considerado por el crítico Fredric Jameson como “el Shakespeare de la ciencia ficción”. Autor de culto, su obra —la cual comprende más de 40 novelas y un centenar de cuentos— ha sido fuente de inspiración para películas como Minority Report, de Steven Spielberg; El vengador del futuro, de Paul Verhoeven; y Blade Runner, que esta semana estrena su secuela. El clásico de Ridley Scott es una adaptación de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), que imagina un mundo en el cual los replicantes son indistinguibles de la especie humana.

La sinergia entre David Hanson, escultor y experto en robótica, y Art Graesser, especialista en inteligencia artificial, parecía imitar el legado de Blade Runner. La réplica del escritor gozaba de un sofisticado tejido cutáneo, y estaba programada con transcripciones de su bibliografía completa y de cientos de entrevistas, que le permitían al androide entablar conversaciones con cierta autonomía, coherencia y profundidad reflexiva. Era tan veraz que, cuando Isa Dick, hija del escritor, se entrevistó con el androide para conceder su aprobación a los creadores, la máquina tuvo un arrebato acerca de su exesposa y entró en detalles muy personales sobre su divorcio.

El anuncio del proyecto, un meet-and-greet en el NextFest (convención tecnológica de la revista Wired), desató la fiebre en la legión de seguidores de PKD. Se formaban colas interminables para ingresar a una sala decorada como la oficina del escritor, donde su réplica permanecía sentada, a la espera de cada interlocutor. Concluida la feria, el robot salió de gira para promocionar la película A Scanner Darkly, basada en la novela homónima. Incluso participaba en las ruedas de prensa.

Diciembre de 1982. Aunque vivió casi toda su vida sumido en la pobreza, desde hace varias décadas  Philip K. Dick se ha convertido en uno de los autores más populares de la ciencia ficción. [Foto: Getty Images]
Diciembre de 1982. Aunque vivió casi toda su vida sumido en la pobreza, desde hace varias décadas Philip K. Dick se ha convertido en uno de los autores más populares de la ciencia ficción. [Foto: Getty Images]

La siguiente escala sería una conferencia en el laboratorio de Google, con el objetivo de perfeccionar la tecnología del androide. David Hanson llevaba la cabeza de PKD en su equipaje de mano. Agotado por el itinerario, Hanson se quedó dormido en un avión. Salió corriendo para no perder el vuelo de conexión. Logró abordar antes del despegue, pero ya en el aire se dio cuenta de que había abandonado la cabeza. Movió cielo y tierra para dar con el paradero de su androide, localizado por la tripulación de la aerolínea. Sin embargo, la cabeza se extravió en el envío. Su paradero, como los motivos por los cuales nunca llegó a su destinatario, sigue siendo un misterio tan desconcertante como la mente del escritor que se intentó resucitar.

                               — Perdido en el espacio —
En la biografía Yo estoy vivo y ustedes están muertos, el novelista Emmanuel Carrère sostiene que la vida y obra de PKD están marcadas por el trauma de su nacimiento prematuro. En diciembre de 1928, a puertas de la Gran Depresión, Dorothy Kindred dio a luz a una pareja de gemelos sietemesinos: Philip y Jane Charlotte. A las pocas semanas, la niña murió. Fue enterrada en el cementerio de Fort Morgan, Colorado, ciudad de la familia paterna. El pronóstico para PKD era tan desesperanzador que su nombre fue cincelado en la misma lápida, con la fecha de su deceso en blanco.

La semblanza de sus compañeros de escuela describe a PKD como un niño solitario, enfermizo y de múltiples fobias. Refugiado en los cómics y las revistas pulp que solía coleccionar, empezó a bosquejar sus primeros relatos de ciencia ficción. Sumergirse en lo fantástico era un paliativo contra sus frecuentes ataques de pánico, una válvula de escape.

Sus problemas de ansiedad no le permitieron concluir el primer semestre en la Universidad de Berkeley, breve periodo en el que cursó diversas materias, de Historia a Zoología. Autodidacta, siempre tuvo una predilección por la filosofía para explorar la naturaleza de la realidad bajo la influencia de la metafísica platónica, el budismo y el panenteísmo, que postula al universo como la manifestación de un dios cuyo espíritu se encuentra presente en todas sus creaciones. Sus lecturas lo convencen de que el mundo no es enteramente real y que no hay manera de comprobar lo que existe. En ese sentido, la realidad se encuentra basada en una percepción interna, subjetiva, que no necesariamente responde al mundo exterior.

Vladimir Lenski, un reportero ruso, entrevistando a la versión androide de Philip K. Dick, durante el NextFest en Chicago, Illinois. [Foto: AFP]
Vladimir Lenski, un reportero ruso, entrevistando a la versión androide de Philip K. Dick, durante el NextFest en Chicago, Illinois. [Foto: AFP]

Desde que a sus 23 años se dedicara a escribir a tiempo completo, PKD deseó prestigio literario. Acrecentando el temor de verse encasillado en el género futurista, sus primeros cuentos publicados —algunos bajo seudónimo— se anunciaban en portadas de revistas como Galaxy o Satellite. Relatos como Colony, acerca de la expedición a un planeta habitado por alienígenas que pueden cobrar la apariencia de cualquier objeto; o The Defenders, sobre una hecatombe nuclear que obliga a la humanidad a vivir bajo tierra, mientras que robots teledirigidos defienden el suelo patrio. Kleo Mini, la segunda de sus cinco esposas, contaba en entrevistas la frustración del autor cuando encontró, desperdigados frente a la puerta de su casa, todos sus manuscritos de vertiente realista rechazados por las editoriales.

Desde entonces, la ciencia ficción se convertiría para PKD en un medio de subsistencia. Un sacrificio a pagar en su ascenso como escritor. Por consejo de su agente, empezó a escribir novelas porque pagaban más regalías. El escritor Ray Nelson, su amigo íntimo, recuerda en el documental The Penultimate Truth que la pobreza acechó a PKD durante gran parte de su vida, al extremo de verse obligado a alimentarse con comida para mascotas. Sus primeras novelas aparecieron en los libros Ace Double, que imprimían dos historias por 35 centavos.

Una etapa compuesta por fantasías espaciales que ya advierten la complejidad abstracta, más allá de los ingredientes de serie B. Alegorías con un trasfondo político inspirado en la cacería de brujas durante el macartismo. Tiempos de la Guerra Fría cuando el FBI combatía la propagación del comunismo, espiando, armando dossiers y fotografiando a todo sospechoso a ser incluido en la difamatoria lista negra. La amenaza de un Estado dictatorial se extendía por Estados Unidos, y PKD se proponía demostrarlo.

                        — La década prodigiosa —
La dimensión literaria logró confundirse con la esfera privada de PKD. El consumo de anfetaminas le permitía trabajar durante el día, ayudando a Anne Rubenstein —su tercera esposa— en un negocio de bisutería, para luego escribir por las madrugadas. La fatiga lo condujo a una serie de colapsos en los que dormía por dos días seguidos. Asaltado por delirios de persecución, la relación con Anne se volvió una pesadilla doméstica de la cual PKD intentaba huir. El matrimonio llegó a su fin en medio de un brote psicótico, cuando la amenazó con un revólver. Confessions of a Crap Artist (1975), acerca de un perdedor con trastorno obsesivo-compulsivo y creyente de todas las teorías de conspiración, parece una autobiografía en clave que dilucida entre líneas la desazón del autor.

No obstante, bajo el influjo de los estimulantes, la década del sesenta se convirtió en la más prolífica. Llegó a la madurez creativa en su indagación de un imaginario apocalíptico que transgredió las convenciones del género, con motivos recurrentes como la incertidumbre de lo real, la manipulación de la memoria, los estados alterados de la conciencia, la entropía cósmica, las amenazas de la tecnología o los mecanismos ocultos del poder.

Fue El hombre en el castillo (1963) la novela con la cual PKD ganó su único Hugo, premio de prestigio dentro de la ficción especulativa que ha consagrado a clásicos como Dune, de Frank Herbert; y Neuromante, de William Gibson. En esta se relata una ucronía, historia alternativa que desarrolla un episodio del pasado de forma diferente a lo ocurrido en realidad, en la cual la victoria de la Segunda Guerra Mundial pertenece a las Potencias del Eje. Con Adolf Hitler aún vivo y Franklin D. Roosevelt asesinado, la Alemania nazi y el Japón imperial se han transformado en las superpotencias luego de repartirse el mundo entero, desde la Unión Soviética hasta los Estados Unidos, donde se ha instaurado un régimen totalitario.

Harrison Ford interpretando a Rick Deckard en Blade Runner ( 1982 ), película de culto basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick. [Foto: Warner Bros. Pictures]
Harrison Ford interpretando a Rick Deckard en Blade Runner ( 1982 ), película de culto basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick. [Foto: Warner Bros. Pictures]

Un panorama sombrío que seguiría explorando en novelas como Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1965), en la que el mundo del siglo XXI vive bajo la administración de Naciones Unidas y la población humana, controlada con una sustancia alucinógena, ha colonizado el sistema solar. En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), PKD se aventura en el género policial para escribir un tratado sobre la identidad, en el cual un mercenario deambula por una metrópolis nocturna, de lluvia ácida y contaminación extrema, en su cacería de androides ilegales, mimetizados entre la escoria humana que sobrevive como el residuo de un planeta moribundo. En Ubik (1969) sondea con humor negro la tiranía de las corporaciones, en un futuro en el que la publicidad es omnipresente. Mientras que en la kafkiana Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974), un presentador de televisión observa cómo su vida de derrumba cuando, al despertar convertido en un NN, se ve obligado a escapar de las autoridades que, regidas por una gigantesca base de datos, arrestan a todos los indocumentados.

“Sentí que me había vuelto parte de una pequeña comunidad totalitaria donde no estaban permitidas las relaciones personales ni las conversaciones privadas, y esa es la amenaza más grande del siglo XX”, advertía PKD en un congreso que buscaba esclarecer las motivaciones detrás de estos libros.

                   — Una temporada en el infierno —
La fama de PKD ascendía a la par que sus crisis de paranoia, que lo empujarían a intentos de suicidio y su hospitalización en centros psiquiátricos. Su atracción hacia jóvenes de pelo oscuro, emocionalmente inestables, se supone que respondía a la imagen que había construido de su gemela muerta. Nunca lo abandonaría la culpa de ser el sobreviviente: el vínculo afectivo con las mujeres de su vida implicaba rescatarlas de sus hogares rotos, tendencia en la que proyectaba la salvación de su propia hermana.

Su cuarto matrimonio con Nancy Hackett fue el descenso a la locura. Cercana a pandilleros y comerciantes de droga, Hackett relacionó a PKD con un submundo criminal. En su vorágine autodestructiva, el autor transformaría su casa en un albergue de vagabundos, toxicómanos y bohemios. Un lugar de vibra incómoda, descrito como un chiquero, que con el transcurrir del tiempo se tornaba más siniestro. Una experiencia que retrataría en A Scanner Darkly (1977), considerada por el autor como su obra cumbre.

Es conocida la anécdota sobre la invasión de la propiedad para forzar con explosivos la caja fuerte donde PKD guardaba sus manuscritos. En la lista de sospechosos elaborada por el escritor, figuraba tanto la CIA como la KGB, las Panteras Negras, grupos neonazis, fuerzas paramilitares y hasta él mismo.

                                     — Las exégesis —
PKD parecía haberse convertido en el protagonista de sus propias ficciones. Cuenta el autor que, en marzo de 1974, mientras se recuperaba tras la extracción de una muela del juicio, ordenó un analgésico a domicilio. La repartidora era una bella joven de cabello oscuro que lucía un collar dorado con un dije de Piscis o de Ichthys, el símbolo secreto de los primeros cristianos. Según PKD, el reflejo del sol sobre la joya refractó sobre él un haz de luz rosada que le impartió sabiduría y clarividencia. “Mi mente fue invadida por una presencia transcendentalmente racional, como si hubiera estado loco toda mi vida y de pronto hubiera recobrado la cordura”, declaró el novelista.

A partir de este episodio —irresuelto hasta hoy— experimentaría una serie de alucinaciones que inspirarían la trilogía “VALIS” (1980). También aparecen interpretadas en Las exégesis de Philip K. Dick, diario íntimo que bordea las ocho mil páginas. Publicado de manera póstuma, el documento revela el vía crucis del autor, con serios cuestionamientos sobre su salud mental. En un inicio, las imágenes se atribuían a los efectos colaterales de la medicación, aunque el escritor lo consideraba improbable. Sospechaba de experimentos soviéticos con la telepatía, aunque la explicación que más lo satisfacía era la de una forma de comunicación divina. Lo que comenzó como flashes de figuras geométricas pronto se convertiría en visiones del Imperio romano. Se cuenta que, a pesar de no haberlo estudiado jamás, empezó a hablar latín gramaticalmente perfecto.

El hecho más asombroso ocurrió al despertar de una siesta. En sueños le fue manifestado que su hijo Christopher —recién nacido de la unión con su quinta esposa, Tessa Dick— sufría una hernia de gravedad y que podía morir si no era intervenido. El diagnóstico de PKD coincidió exactamente con el de los médicos.

Fotograma de Blade Runner 2049, protagonizada por Harrison Ford y Ryan Gosling. [Foto: AP]
Fotograma de Blade Runner 2049, protagonizada por Harrison Ford y Ryan Gosling. [Foto: AP]

“Mucha gente dice recordar sus vidas pasadas. Yo sostengo que, en mi caso, recuerdo vidas presentes. No conozco otra declaración parecida a esta, pero sospecho que mi experiencia no es la única. O tal vez lo sea y deseo hablar sobre ella”, declaró en setiembre de 1977 durante una conferencia celebrada en Metz, cuando el culto a su obra empezaba a propagarse entre los franceses.

El potencial cinematográfico de su narrativa empezaba a advertirse. Películas como The Truman Show o The Matrix, además de los maestros David Lynch y David Cronenberg, tienen a PKD como principal influencia. Sin embargo, el autor era un férreo opositor de las adaptaciones fílmicas, como lo demuestran los intentos fallidos por llevar Ubik a la pantalla. A pesar del rechazo de PKD a las múltiples versiones del guion, la tenacidad de Ridley Scott hizo que Blade Runner (1982) empezara a rodarse. Pero, cuando el cineasta invitó al escritor a recorrer juntos aquella escenografía dantesca que recreaba Los Ángeles del 2019, PKD se emocionó hasta las lágrimas. “Es como yo lo había imaginado”, confesó. Quedó extasiado con las primeras escenas que pudo ver filmadas, pero no acudiría al estreno.

A fines de febrero de 1982, fue hallado inconsciente en su residencia. Había sufrido una apoplejía, advertida unas horas antes por fallas en la vista. En cuidados intensivos, sobrevino otro derrame que le produjo muerte cerebral. Cinco días después fue desconectado del soporte vital. La fecha de su deceso fue inscrita en el mármol 53 años después, cuando sus restos fueron enterrados junto a los de su hermana gemela.

Escena de "Blade Runner 2049", donde aperecen los actores Ryan Gosling,a la izquierda, y Harrison Ford. [Foto: AP]
Escena de "Blade Runner 2049", donde aperecen los actores Ryan Gosling,a la izquierda, y Harrison Ford. [Foto: AP]

En tiempos desquiciados en los que dos líderes mundiales tienen puesto el dedo en el botón que iniciaría la destrucción masiva, cuando el bitcoin se convierte en la economía del futuro, cuando las protestas de Charlottesville y las elecciones en Alemania advierten el resurgimiento del fascismo, cuando la globalización revela su faceta más temible con olas migratorias para escapar del intervencionismo bélico y el fundamentalismo religioso, pareciera que el futuro imaginado por Philip K. Dick está cada vez más cerca.

la nueva saga de ridley scott
Desde 1999 se viene gestando un nuevo capítulo de Blade Runner. En un inicio Ridley Scott pensó titularla Metropolis, en homenaje a la obra seminal de Fritz Lang. Más adelante se habló de una precuela en formato serie web. Cuando la producción de Blade Runner 2049 se puso en marcha, despertó interés el deseo de contar con David Bowie en el elenco, pero el fallecimiento del músico se anticipó al rodaje.

Las especulaciones apuntan a que con Blade Runner 2049 Ridley Scott desea convertir el clásico en su nueva franquicia. Empresa que llevó a cabo con la saga de Alien, con resultados desalentadores. Incluso se ha sospechado que la última intención es que ambos universos se fusionen en una próxima entrega. Por lo pronto, las primeras reacciones a Blade Runner 2049 despiertan entusiasmo.
La nueva película están acompañada por tres cortometrajes que exploran los sucesos ocurridos entre las tres décadas que separan ambas historias.

Otro proyecto inspirado en la ficción corta de Philip K. Dick es la recién estrenada Electric Dreams, nueva serie antológica con la que Channel 4 pretende continuar el fenómeno de Black Mirror.

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