El reverendo Dan Reehil tomó la decisión de retirar los libros de Harry Potter tras contactarse con exorcistas de Estados Unidos y Roma. (Foto: AP).
El reverendo Dan Reehil tomó la decisión de retirar los libros de Harry Potter tras contactarse con exorcistas de Estados Unidos y Roma. (Foto: AP).

Por; Juan Luis Nugent
Vade retro, Potter
Hay un tipo de audacia muy peculiar en censurar Harry Potter en 2019. La saga de siete libros ha vendido más de 500 millones de ejemplares y la franquicia cinematográfica inspirada en ella está dentro de las tres más taquilleras de la historia. Pero el sacerdote estadounidense Dave Reehill, director de un colegio católico en Nashville, Tennessee, no se deja atarantar por esas cifras. Para él, el bienestar del educando es lo primero.

Según reporta el periódico local The Tennessean, Reehill comunicó en un correo electrónico a la comunidad del colegio Saint Edward que los libros de J. K. Rowling han sido retirados por contener en sus páginas constantes referencias a sortilegios de toda laya. “Las maldiciones y hechizos en estos libros son reales y al ser leídas en voz alta por una persona pueden convocar a espíritus malignos”, señala el reverendo Reehill en su misiva.

Por tratarse de la clase de disposición que podría sonar a capricho, Reehill menciona que el asunto llamó su atención gracias a la oportuna intervención de un padre de familia preocupado. Tras consultar con exorcistas, demonólogos y exégetas varios, se dispuso que lo más seguro era prohibir la lectura para evitar la presencia de espectros impertinentes en el plantel. Cabe señalar que en los 20 años de publicada la serie, no se han reportado accidentes paranormales de ningún tipo.

Como apunta The Tennessean, no existe una postura oficial desde el Vaticano con respecto a Harry Potter, su universo y franquicias. Pero conviene recordar que, hace menos de un año, el papa Francisco afirmó que el infierno no es un lugar real (aunque el Vaticano desmintió lo dicho, señalando que no era una cita textual, sino tergiversada). Si acaso la Santa Sede busca refrescar su discurso público y sintonizar de maneras más pedestres con su feligresía para no perder vigencia en tiempos más bien seculares, promover una cacería de brujas (y magos) tal vez no sea muy estratégico. Hay que escoger mejor las peleas.

Cuestión de formas
Nuestro primer acercamiento con el ancestro del perro data de 20.000 años atrás. Y nuestra relación con ellos ha estado vinculada a la manera en la que hemos podido sacar mejor provecho de sus características. De ahí que las razas resultantes de distintos cruces haya estado orientada a cierto tipo de actividades: compañía, protección, cacería. Ahora los médicos han descubierto que estas características están ligadas a la forma del cerebro de estos animales. Un estudio publicado en el Journal of Neuroscience analizó las resonancias magnéticas del cerebro de 64 perros de 33 razas distintas y, como explica un artículo reproducido por Scientific American, la estructura cerebral de las distintas razas no necesariamente otorga características innatas, pero sí los predispone a ciertas destrezas. Mencionan la facilidad con la que los border collie, por ejemplo, aprenden a pastorear. La diversidad neuroanatómica predispone conductas variadas también. Buenos muchachos, se merecen un premio.

Hasta la vista 
A comienzos de este siglo, el cineasta Morgan Spurlock decidió alimentarse durante un mes solo con hamburguesas de McDonald’s. Los resultados de tan abominable ejercicio autodestructivo se convirtieron en la famosa película Super Size Me, que alerta sobre los peligros del consumo excesivo de comida chatarra. Más de 15 años después, la realidad es más dura que el ardid publicitario de un cineasta figuretti. Esta semana, un grupo de investigadores médicos de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, reportó el primer caso de ceguera ocasionada por una mala dieta. El paciente en cuestión es un adolescente que asegura alimentarse casi exclusivamente de embutidos, papas fritas y pan blanco desde hace años. Neuropatía óptica dietaria es el diagnóstico, aunque llegó tarde, pues durante todo este tiempo el paciente se mantuvo dentro de los rangos ‘saludables’ del índice de masa corporal (IMC). Así las cosas, una dieta sana no es cosa de verse bien, sino de poder ver, simplemente.

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