Marianela Castro: "Con las huacas lo esencial es invisible a los ojos"
Marianela Castro: "Con las huacas lo esencial es invisible a los ojos"
Enrique Planas

Los antiguos cronistas las llamaban “falsos cerros”. E incluso hoy a muchos limeños les parece increíble que aquel cerro levantado en su urbanización pueda esconder una huaca en su interior. Y menos que allí se hubiera desarrollado la vida como un centro ceremonial, un complejo administrativo o un depósito de alimentos. “Es difícil que alguien pueda imaginarse todo esto debajo de un montículo de tierra”, admite la arquitecta Marianela Castro. Por eso utiliza una imagen tomada de “El principito”, el clásico relato de Antoine de Saint-Exupéry, aquella en la que los adultos confunden con un sombrero lo que es, en realidad, un elefante devorado por una boa. “Igual, no podemos apreciar la posibilidad de las huacas porque estamos viendo un cerro. Lo esencial es invisible a los ojos”, señala parafraseando al escritor y aviador francés.

“En reserva”, título de la propuesta de curaduría elegida para representar al Perú en la , atraerá al visitante internacional con una instalación basada en nudos desplegados sobre un mapa de Lima. La idea es descubrir al público no solo cómo el patrimonio arqueológico forma parte del tejido urbano limeño, sino cómo plantea soluciones desde la arquitectura para que las huacas recobren su lugar central dentro del espacio público de la ciudad. Finalmente, la muestra presenta proyectos de arquitectos locales que sugieren usos contemporáneos para las huacas dentro del espacio público.

—En el concurso se presentaron más de cuarenta propuestas y la cuarta parte se enfocaba en devolver a las huacas un lugar céntrico en la ciudad. ¿Los arquitectos están coincidiendo en esta preocupación?
Si queremos que nuestra ciudad sea un mejor lugar para vivir, no hay manera de no ver las 447 huacas que coexisten con nosotros en la provincia de Lima. Asimismo, siento que el pedido de las curadoras de la bienal nos invitaba a reflexionar sobre este tema. En el concepto curatorial de “Freespace”, en la Bienal de Venecia organizada por Yvonne Farrell y Shelley McNamara, se habla mucho de generosidad, de optimismo, de continuidad y una serie de valores humanos que se pueden transmitir a la arquitectura. Entonces nos pusimos a pensar cómo demostrar generosidad en la arquitectura contemporánea, y nos costó encontrarla. Luego empezamos a pensar en el tiempo y sus capas culturales, en la herencia de los arquitectos que ya no están con nosotros. Y entendimos que, para ver la generosidad, teníamos que viajar al pasado, a las huacas. Hablar de ellas caía perfecto para el enfoque curatorial pedido.

—Si la generosidad la encontramos en el pasado, ¿qué se hace ahora? ¿Dónde se rompió el hilo?
Es extraño. Hace pocos días, el arquitecto Jean Pierre Crousse, en la presentación de su libro “Urban holes”, decía que los limeños somos muy buenos llenando espacios, pero no tanto dejando espacios libres. En algún momento se ha perdido la relación entre lo que queda como espacio público y lo que edificamos. No se puede vivir bien en una ciudad sin espacios donde relajarnos y recrearnos. En Lima hemos recorrido el camino inverso: a mayor cantidad de personas, edificamos más, dejando menos espacio público para encontrarnos. Somos una sociedad que desconfía mucho del otro.

—Tu propuesta sorprendió al jurado por los diálogos con otras artes: desde los nudos inspirados en las obras de Eielson, hasta las imágenes literarias de “El principito”. ¿Cómo surgieron estos diálogos?
Cuando empezamos las primeras conversaciones al interior del equipo, a Javier Lizarzaburu se le ocurrió el tema de los nudos de Eielson. Cuando ves un nudo, imaginas un conflicto sin resolver, pero también una posibilidad de resolverlo. En Venecia queríamos mostrar nuestra difícil relación con las huacas, pero también su enorme potencial en el espacio público. Además, nos interesó mucho que esa relación huaca/territorio se pudiera tejer. En urbanismo se habla mucho del tejido urbano. Y lo quisimos plantear como una analogía, que esas 447 huacas se vieran como parte de ese tejido.

Marianela Castro: "Con las huacas lo esencial es invisible a los ojos" (Foto: Alonso Chero)
Marianela Castro: "Con las huacas lo esencial es invisible a los ojos" (Foto: Alonso Chero)

—La analogía de "El principito" resulta tan universal que todos la van a entender en la bienal.
¡Nos parecía genial! Estamos hablando de temas universales, que nos tocan a todos. Con este cuento es fácil explicarlo a quienes les cueste ver una huaca cubierta. Nos permite comunicarnos con personas que no tengan que ver con la arquitectura directamente.

—¿Hablar de nuevos usos para las huacas no enciende las alarmas de aquellos especialistas que consideran que para conservar el patrimonio no se le debe tocar?
Hay mucha reflexión por hacer antes de intervenir en estos espacios. No hay una solución perfecta, no hay una receta genérica para las 447 huacas. Cada una tiene su condición particular. Necesitamos ciertos códigos para acercarnos a ellas. Pero no creemos que las huacas sean espacios para mirar y mantenernos lejos. Lo que se te hereda tiene vínculos contigo. Y si te ponen una reja y te dicen que no puedes entrar, el vínculo se rompe. La muestra que llevaremos a Venecia no pretende resolver el problema de relación con las huacas, sino preguntarnos cómo relacionarnos con ellas. Hoy, con las necesidades de espacio público que tenemos, las huacas aparecen como una extensión increíble. Lo que nos falta es crear los códigos para entenderlos como espacios públicos. ¿Si no son un parque ni una plaza, cómo usarlos? ¿Qué actividades podemos hacer en ellas sin dañarlas? Se trata de buscar un vínculo entre nuestra vida contemporánea y estos espacios legados hace tantos años.

EL DATO
​El Perú cuenta desde el 2014 con un pabellón propio en la Bienal de Venecia, organizado por el Patronato Cultural del Perú. La exhibición irá del 26 de mayo al 25 de noviembre del 2018.

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