Ovación en el Gran Teatro Nacional. La película sobre la historia de Omar Borcard se proyectó en el Festival de Cine de Lima. (Foto: Difusión/ CCPUCP)
Ovación en el Gran Teatro Nacional. La película sobre la historia de Omar Borcard se proyectó en el Festival de Cine de Lima. (Foto: Difusión/ CCPUCP)
Jaime Bedoya

Don Omar Borcard, maestro albañil de Entre Ríos, Argentina, abandonó el aeropuerto Jorge Chávez de Lima incurriendo en un probable e inadvertido ilícito.

Este se originaba en el regalo voluntarioso de un espectador del documental del cual el susodicho es protagonista: “Un cine en concreto”, de la realizadora Luz Ruciello. La película había inaugurado la edición 21 del , organizado por la PUCP, con una emotiva ovación cerrada para la directora, la productora María Soledad Laici y el obrero entrerriano. El riesgoso regalo en cuestión iba al interior de su equipaje.Nueve años duró la grabación del documental. Durante algunos de esos largos días en los que el equipo de rodaje registraba sus quehaceres diarios en su localidad de Villa Elisa, una vecina, la más adinerada del barrio, se le acercó para preguntarle qué estaban haciendo.

–Están filmando mi historia –respondió.

–¿Y para qué? –preguntó ella con el desdén propio de un pueblo chico, infierno grande, de unos 12 mil habitantes.

APLAUSOS EN EL GRAN TEATRO NACIONAL
“¿Dónde está ese hombre?, ¡hay que celebrarlo!”, expresaba el ministro de Cultura, Salvador del Solar, apenas terminada la exhibición del documental el día de . Borcard estaba dos o tres filas sentado detrás de él.
Una hora y pico antes, no pocos esperaban que se apagasen las luces y empezara la película para emprender la discreta retirada: el tráfico de la Javier Prado puede ser letal un viernes por la noche.

Omar Borcard y Salvador del Solar en la inauguración del Festival de Cine de Lima. (Foto: CCPUCP/ Difusión)
Omar Borcard y Salvador del Solar en la inauguración del Festival de Cine de Lima. (Foto: CCPUCP/ Difusión)

Pero cuando justo antes de la proyección subieron al escenario la directora, la productora y Omar, haciendo este último derroche de un carisma y autenticidad como antónimos de la impostura, los potenciales escapistas se reacomodaron en sus butacas. Algo interesante se anunciaba. Y vaya si valió la pena. La historia era heroica, conmovedora y mágica al mismo tiempo, contada con una autenticidad cinematográfica que levantó los corazones de los presentes.

Por eso, al acabar el documental, estallaron los aplausos en el Gran Teatro Nacional. Después se escuchó un tímido “grande Omar”, más aplausos y luego un enfático “¡grande Omar!”, que exacerbó aún más la ovación, puso de pie a los asistentes, y todos los celulares y ‘selfies’ de rigor se centraron en el modesto albañil entrerriano. Él, vistiendo la misma chompa de motivos geométricos a colores con los que sería visto durante toda su estadía en Lima, se tocaba el corazón emocionado. Para llegar al Perú, por primera vez salía de Argentina y se subía a un avión. Nunca lo hubiera imaginado.

PARÁ EL AUTO, QUERIDO
Luz Ruciello, asistente de dirección y publicista, visitaba a su madre en Entre Ríos en el año 2008 junto a su novio Lluis Miras, director de fotografía. Su madre les había prestado el auto y habían salido a pasear, pues se morían de aburrimiento. Cruzando el río –que se puede hacer en canoa– se llega a Uruguay. Llegaron al pueblo de Villa Elisa. Ella estaba hablando por teléfono con un amigo. Sin colgar la llamada, le dijo al novio que detuviese el auto, señalándole un cartelito al lado del camino. Ese cartel decía “cine”, en lo que parecía ser una tiendita.

El albañil y su cine en Entre Ríos, Argentina. La directora Luz Ruciello lo encontró de casualidad y se tomó nueves años para hacer un documental sobre su historia.
El albañil y su cine en Entre Ríos, Argentina. La directora Luz Ruciello lo encontró de casualidad y se tomó nueves años para hacer un documental sobre su historia.

Tocaron la puerta y se encontraron con don Omar y su esposa Teresa, quienes les mostraron su pequeña sala de proyección artesanal. El lugar se llamaba Cine Paradiso.

De niño Omar había encontrado un refugio en las funciones del cine del pueblo, el cine Mitre, donde conoció a su ídolo Palito Ortega. Pero tras el paso del tiempo el cine cerró. Ya adulto, con la columna castigada por una vida dedicada a la albañilería, Omar decidió construir un cine para que los niños de Villa Elisa conocieran lo que él conoció. Un mundo mejor proyectado en la pantalla. Se puso a trabajar en el segundo piso de su casa, diciéndole a su mujer que estaba construyendo un espacio para alquilar. La coartada quedó descartada con la llegada de la antiguas butacas del cine Mitre, abandonadas en un depósito del pueblo, y un viejo proyector Gaumont de 1928. Omar escuchó por radio que un cura de una localidad vecina quería donarlo. Sin pensarlo, fue a recogerlo en su destartalado Volkswagen. Cuatro años demoró en construir su cine.

NUEVE AÑOS GRABANDO
Luz se encontraba asistiendo a un curso de montaje en la Universidad de Buenos Aires. Al que quería escucharla, ella le contaba la historia del albañil cinéfilo de Entre Ríos. Hasta que un profesor la desafió a hacer un documental de aquello. Ella empezó a viajar a Entre Ríos con una Handycam Sony, junto a una amiga que luego abandonó el proyecto (fueron nueve años así. La gente tiene otras cosas que hacer). En la película se notan los distintos formatos de registro, lo que le agrada a Luz pues considera que esas texturas reflejan el paso del tiempo. Sus amigos creían que este sería su proyecto eterno. Nunca lo habría de terminar.

El documental "Un cine en concreto" fue presentado en el Festival de Cine de Lima. (Foto: Víctor Ídrogo/ El Comercio)
El documental "Un cine en concreto" fue presentado en el Festival de Cine de Lima. (Foto: Víctor Ídrogo/ El Comercio)

Con el proyecto en proceso llegó al DocuLab de Guadalajara, donde otra vez pegó mucho la historia. Fue en esos días mexicanos que Luz encontró la metáfora sobre la cual construir una narrativa: la luz, las partículas que la conforman, enfrentada a lo concreto, el hormigón del albañil, las arrugas en el rostro de un obrero frente a la fantasía del cine.Algo pasó en el camino que Luz prefiere que no se cuente para no arruinar el impacto del documental que aún tiene una exhibición más en Lima. Ese hecho pudo haber forzado a que esta película tuviera otro final. Omar le envió un mensaje de texto, en uno de esos telefonitos baratos tipo sapito, que decía: “Algo tan lindo está llegando a su final”. El Cine Paradiso llevaba ya 10 años pasando películas. No se puede contar más: hoy sábado se proyecta la película en Lima.

DEJÁ ESO ASÍ
Hay momentos del documental en los que se transgrede el discurso del mismo al mostrar intromisiones de la directora. Lluis le dijo: “Dejá eso así”. Había que incorporar lo que se estaba haciendo cinematográficamente, si no se acababa haciendo una ficción sobre la realidad. Acá no hay nada actuado.

Omar se emociona hasta las lágrimas cuando recuerda la ovación en Lima. Él vio por primera vez la película esa noche en el Gran Teatro Nacional. Luz interviene y explica el porqué de las lágrimas: “En un pueblo pequeño, el otro, el vecino, es muy importante. Yo vivo en Buenos Aires, soy anónima y eso me gusta. Pero él necesita de ese reconocimiento de los demás y entiendo por qué lo necesita. Todo lo que hizo lo hizo para los demás”.El Cine Paradiso, templo de luz, sigue en funciones ahora gracias a un proyector Epson que facilita la magia sin moverse de una butaca a sesenta espectadores locales, en su mayoría niños. La entrada cuesta el equivalente a 2,5 soles y la canchita a 70 céntimos. No es solo una obsesión, insiste Omar: “Esto fue siempre para los demás”.

Es para los demás el regalo peruano, probablemente ilícito, que don Omar llevó en su equipaje rumbo a Villa Elisa: una selección de películas obtenidas en el centro cultural alternativo Polvos Azules. Desde Chaplin y Coppola hasta Disney. Donde hay grandeza, no hay delito. Se vienen estrenos en Villa Elisa.

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