Con el corazón al límite, un intento por entender las emociones colectivas de un país que sueña con el Mundial. En esta imagen: Paolo Guerrero siendo marcado por Marcos Acuña, Javier Mascherano y Lucas Biglia en el reciente Perú vs. Argentina. (Foto: AFP)
Con el corazón al límite, un intento por entender las emociones colectivas de un país que sueña con el Mundial. En esta imagen: Paolo Guerrero siendo marcado por Marcos Acuña, Javier Mascherano y Lucas Biglia en el reciente Perú vs. Argentina. (Foto: AFP)
Juan Carlos Fangacio

Julio Hevia es psicoanalista y Jaime Pulgar Vidal es historiador. Pero ambos son académicos con cancha. , comentan las tapadas de Gallese, el aguante de Paolo Guerrero, el sacrificio de Corzo. Pero ahora, reunidos en el bar Estadio F.C. del Centro de Lima, trazan una tangente al simple rollo pelotero para ir un poco más allá y tratar de entender nuestra pasión como hinchas: ¿por qué es tan fuerte la cultura futbolística? ¿Es justificado tanto triunfalismo? ¿Sobreviviremos a la angustia hasta el partido decisivo ante Colombia del martes? Con el corazón en la mano, pero también con un poco de cabeza fría, seguimos (como todos) hablando de fútbol.

¿Habrá otra práctica colectiva, aparte del fútbol, que genere un ánimo tan uniforme entre los peruanos?
Julio Hevia: Yo creo que la juerga nomás. Mira, yo he trabajado el tema de la cultura oral casi toda mi vida y creo que lo que hace el fútbol es permitirle a la gente hablar sobre un tema. Hablar de fútbol es una licencia universal: cualquier siente que tiene la razón, cualquiera se siente entrenador y se siente crítico.
Jaime Pulgar Vidal: Y yo agregaría algo aparte de la juerga, que es la comida. La gastronomía, en ese aspecto, es muy similar al fútbol. No siempre lo fue, quizá no lo es tanto, pero está en camino de serlo. E igual, cualquiera se siente cocinero y te puede dar la mejor receta del lomo saltado. Y también es interesante vincular el fútbol con la comida porque, por ejemplo, genera una defensa muy popular y muy chauvinista cuando el peruano piensa –a veces equivocadamente– que el chileno le roba tal o cual cosa.

Es interesante eso de que cualquiera se siente autorizado a hablar sobre fútbol. Se habla un montón, demasiado ya…
JH: Es que todo tiene que ver básicamente con tres prácticas: chupas, comes y hablas. Esas tres actividades pueden determinar fácilmente nuestro sentir. Y date cuenta de que todas están atravesadas por el tema inmediato. Porque el peruano nunca espera, el peruano está peleado con el tiempo.

Julio Hevia y Jaime Pulgar Vidal coinciden en que aun si no se logra la clasificación, el hincha peruano respaldará a muerte a su selección. (Foto: Eduardo Cavero/ El Comercio)
Julio Hevia y Jaime Pulgar Vidal coinciden en que aun si no se logra la clasificación, el hincha peruano respaldará a muerte a su selección. (Foto: Eduardo Cavero/ El Comercio)

Es cortoplacista…
JH:
Claro, siempre ha sido así. Por eso las planificaciones no funcionan. Y cada presidente anula las disposiciones del anterior. Y el antecedente tiene la culpa. Algunos autores hablan de una cultura del presentismo. Pero volviendo al tema de la oralidad, quiero poner un ejemplo: yo me acuerdo siempre del gol de ‘Perico’ León contra Argentina [en Lima, 1969] antes de ir a la Bombonera. No hay grabación de eso, pero yo estaba en el estadio. La jugada arranca con un quite de Chumpitaz, en su cancha, y Perico le mete un grito. Allí Chumpitaz le mete un pase de los dioses, la bola cae delante de ‘Perico’, que avanza entre Perfumo y Marzolini, y el peruano se eleva como un bailarín y se la pica a Cejas por encima de la cabeza. La pelota entró al arco, lentísima, dando botes. ¿Cuántos de esos detalles son ciertos? No lo sé, pero cada vez que lo cuento siento que es parte de un mito al que yo estoy contribuyendo a construir. Y de eso vive el hincha.
JPV: Sí, la oralidad es importante, y aún hoy se manifiesta. Yo noto que cada vez menos gente escucha música en la radio. Se escuchan más los programas deportivos, se escucha a alguien hablar. Y la gente empieza a conversar entre sí, se crea un colectivo nuevo, que hoy en día se expande con las redes sociales también. Por eso hay que tener en cuenta que la memoria oral siempre es artificiosa e ingeniosa. Se crean mitos y eso es lo interesante del fútbol. Uno va recordando y, sobre todo, recreando.

Cuando solo había radio era peor. Te hacían una ficción de los partidos…
JH: Claro, allí está la famosa frase de “qué bonito juega Perú, que pierde 5-0”, que se la atribuyen a Óscar Artacho, aunque yo nunca se la escuché. Igual, Artacho era un tipo que narraba de tal manera que te vendía el rollo de un partido espectacular y probablemente era un partido de mierda.
JPV: Además, el conocimiento técnico de Artacho era tal que las palabras que utilizaba para determinadas jugadas te daban la impresión de que se estaba jugando muy rápido y con mucha técnica. Y cuando descubrías la verdad, preferías escuchar la radio que ver la televisión. Era mucho más emocionante.

Julio Hevia y Jaime Pulgar Vidal. Psicoanalista e historiador analizan la pasión por el fútbol en el Perú. (Foto: Eduardo Cavero)
Julio Hevia y Jaime Pulgar Vidal. Psicoanalista e historiador analizan la pasión por el fútbol en el Perú. (Foto: Eduardo Cavero)

¿Y es verdad que el fútbol une a los peruanos porque anula las clases sociales?
JH: En general el fútbol hace eso en cualquier parte del mundo. Claro que eso tiene un mayor efecto en el Perú, donde los abismos son tan marcados. Entonces, cuando la gente se pregunta por qué diablos la gente no practica desde la infancia otros deportes, la respuesta es bien fácil: para jugar fútbol pones cuatro piedras, armas tu pelota de trapo y se acabó la historia. Juegas en la azotea, en la esquina, en la sala de tu casa...
JPV: Puedes jugar hasta con una chapita. Y ahora que hablas de clases, hay que recordar que los historiadores de los 80, que eran teóricos marxistas, nunca hablaban de fútbol, porque decían que era una creación burguesa, que rompía la conciencia de clase de los obreros. La idea de unificar a los peruanos a partir de una identidad nacional es algo que surge después de estos teóricos marxistas, cuando, más bien, el fútbol no tiene estatus. Todos nos sentimos peruanos durante noventa minutos.
JH: Claro. Yo me acuerdo que hasta bien entrados los años 80 no había sociólogo o pensador marxista que no le pusiera una cruz al fútbol, porque decían que era alienante.
JPV: El opio del pueblo.
JH: Así es. Recuerdo que el psicoanalista Wilhelm Reich decía que el problema de la izquierda en Europa era que ninguneaba el ocio del obrero. La izquierda pensaba que todo lo que se le ocurría al obrero o a la clase popular para divertirse eran formas alienantes de querer aproximarse al goce burgués. Ahora, en cambio, sí hay una gran cantidad de estudios sobre el fútbol de antropólogos, sociólogos, semiólogos, etc. Pero al mundo académico le ha costado harto trabajo aceptarlo. El estereotipo siempre ha dictado que el intelectual es muy torpe en términos deportivos. Umberto Eco admitía que detestaba el fútbol porque él había sido el gordito al que mandaban de arquero.
JPV: Y aún existe ese desprecio del mundo académico por la temática deportiva y el fútbol en particular. Acá en Perú estamos en pañales aún. Chile y Argentina tienen mucha mayor investigación.

Este equipo ha generado una empatía diferente en el hincha, ¿no? Me refiero a los Flores y Cueva, y ya no a los inalcanzables fantásticos. ¿También tiene que ver con un tema de clases?
JH: Sí. Pensemos en jugadores como Chemo del Solar y Claudio Pizarro. Dos hombres blancos y altos, dos hombres que no encarnan la figura del peruano típico. En cambio, ¿cuánto mide Cueva? Esta es la revolución de los chatos, y Perú siempre ha jugado a ras del piso.
JPV: El pericotero… Sí, estoy de acuerdo. Pero hay algo más: Julio hablaba del peruano típico. Y recordemos que las máximas estrellas de antaño eran afroperuanos: ‘Perico’ León, Cubillas, Uribe. Hoy en día, en cambio, las estrellas de este Perú son mestizos: Cueva, ‘Orejas’ Flores, Trauco, Yotún. Hay un montón. Y representan a un nuevo peruano típico, el peruano emprendedor. Ese es el nuevo peruano.
JH: Claro. La tesis de Matos Mar aplicada al fútbol. El desborde popular. En los 80 todavía estaba establecida la gran brecha entre los blancos y los negros: Oblitas, Uribe, La Rosa. Pero ahora está toda la gama intermedia, todo este mestizaje que está mucho más a tono en clave representativa.

La revolución de los chatos: Christian Cueva, Edison Flores y Miguel Trauco, ejemplos del nuevo prototipo del jugador peruano, mestizo y emprendedor. Son el motor de la selección de Gareca. (Foto: Ernesto Benavides/ AFP)
La revolución de los chatos: Christian Cueva, Edison Flores y Miguel Trauco, ejemplos del nuevo prototipo del jugador peruano, mestizo y emprendedor. Son el motor de la selección de Gareca. (Foto: Ernesto Benavides/ AFP)

¿Gareca ha influido en algo? ¿Ha hecho algo diferente a lo que hizo un Markarián o un Autuori?
JH: Yo creo que sí. Me parece que Gareca necesitó la Copa América para terminar de eliminar a los eliminables. Porque cuando llega se encuentra con una especie de superioridad tácita de los llamados cuatro fantásticos, y no podía deshacerse tan fácil de esta sombra. Ha tenido que operar por ensayo y error.
JPV: De acuerdo. La última vez en que un entrenador quiso borrar a un tipo que era una estrella, la selección fracasó. Hablo de Maturana y Juan Reynoso. El jugador peruano es muy especial, habitualmente no ha sido muy profesional. Y cuando viene alguien de fuera, siente que no tiene por qué responderle porque la estrella es él, el jugador. Entonces el entrenador tiene que ser un tipo suficientemente inteligente para hacerle creer al jugador que sí, que el sigue siendo la estrella, pero que lo están haciendo trabajar. Ese es un manejo muy hábil y muy sutil. Y en eso, aparte de Gareca, hay alguien más, que es Juan Carlos Oblitas. Oblitas trajo como técnico a un tipo parecido a él, que sabía que había que sacar a los jugadores supuestamente consagrados de a poco. En eso, el partido contra Venezuela en Lima es clave: perdíamos 2 a 0 y Gareca saca a Pizarro y Farfán, y mete a Ruidíaz y a Flores.
JH: Yo precisaría que Gareca no es un psicólogo, como dicen algunos. Es un pedagogo, un profesor. Es un tipo que conoce al jugador peruano y ha entendido los orígenes clasistas de este país. Y desde que se desembaraza de los cuatro fantásticos, se pone del lado de todos los demás. Otra cosa es que por vez primera se ha hecho lo que típicamente hacen en Argentina: resucitar a las viejas glorias, darles la palabra. ‘Cachito’ Ramírez en el avión de la selección, contando las anécdotas de la Bombonera. Eso ha ayudado también a devolverle al futbolista una actitud de cachondeo, una cosa barrial que se había perdido. Porque los partidos no los ganas solo jugando, los ganas hablando, madrugando al otro. Mira a Paolo Guerrero: la mitad del partido se lo pasa hablando con los defensas rivales
JPV: Sí. Durante años el Perú le dio demasiada importancia a las academias de fútbol. No digo que sean malas, pero es demasiado trabajo con los conos y poco de la calle. Tampoco estoy diciendo que el jugador deba ser indisciplinado, pero sí hay momentos en que debes soltar la picardía en la cancha para bajarte al rival. Si no lo haces, estás muerto.

En el otro extremo, estas pasiones exacerbadas también pueden generar cosas muy feas: la pifia al himno rival, los insultos racistas…
JH: Bueno, hay que tener en cuenta que parte del juego es el insulto, la arrimadita, la metida de mano. Eso todo el mundo lo sabe. El tema de lo políticamente correcto es algo que hay que analizarlo bien y no ser tan ingenuo de pensar que en todas las prácticas sociales la gente va a ser lo suficiente respetuosa y no explotar el tema de las características fisonómicas del otro. Antes teníamos a ‘Perico’ León y al ‘Cholo’ Sotil que decían “sí, soy feo, pero entonces te voy a patear”. Y en eso los argentinos tienen un fantasma horrible con el Perú, siempre nos han hecho la guerra. Ese también es un tema racial.
JPV: Por ejemplo, algo que la gente no recuerda es que el comentario del periodista argentino tiene un origen racista. La expresión “de medio pelo” viene del mulato cuyo cabello empieza lacio en la raíz, pero a la mitad se ensortija. Seguro Pagani no lo sabía y suelta la frase como un lugar común. Pero su origen es discriminatorio.
JH: Allí también hay todo un tema conectado con las emociones. El prejuicio de la cultura burguesa, que asegura que la cultura popular es ignorante, analfabeta, primitiva. Y todo eso tiene que ver con la pasión, porque la pasión es ciega. En esa situación, ¿cómo le gana el misio al rico? ¡Pues en la cancha! No le gana en ningún otro lugar.
JPV: Pero tengamos en cuenta también que el país ha cambiado bastante. Este crecimiento aparente, con chorreo si quieres, ha permitido que el misio ya no sea tan misio. El emprendedor es un peruano diferente. Y la gente siente este momento como suyo. Siente los triunfos de la selección como suyos.

Tanto Hevia como Pulgar Vidal consideran que los triunfos peruanos no necesariamente provocan que el hincha se olvide de los problemas de fondo del país, como piensan algunos. (Foto: Eduardo Cavero)
Tanto Hevia como Pulgar Vidal consideran que los triunfos peruanos no necesariamente provocan que el hincha se olvide de los problemas de fondo del país, como piensan algunos. (Foto: Eduardo Cavero)

Que Perú vaya al mundial ¿influiría mucho en lo sociopolítico? Dicen que el presidente elevaría su aprobación, que se vendría el indulto a Fujimori, y más.
JH:
Acá yo citaría a Ribeyro: esto es la tentación del fracaso. La gente no soporta que nos ligue, hermano. Hay tanto hábito constituido y heredado en torno a la derrota que ahora que se vislumbra una salida, la gente le tiene que encontrar la quinta pata. En esa línea de pensamiento, lo preferible sería no clasificar, no tener opciones, seguir siendo el último de la fila. Pero no es así pues, la gente tampoco es cojuda.
JPV: Estoy de acuerdo con eso. Como dije hace un rato, la gente siente que el triunfo es de ellos, no de los políticos. Y es posible que conviertan este triunfo en una exigencia. No creo que la gente vaya a aceptar un indulto ni vaya a regalarle su respaldo al presidente. Para nada. Más bien podría ser la oportunidad para una “primavera peruana”. Sin la violencia de la Primavera Árabe, pero una primavera al fin.
JH: Y agregaría que, en el fondo, esa mirada pesimista y medio turbia de que algo malo tiene que ocurrir es un desprendimiento de la idea de la alienación, de que somos tan idiotas que, por el fútbol, nos vamos a olvidar de toda la problemática peruana.

¿Y cómo entender al antifútbol, a este personaje que todo el rato publica en redes sociales que está harto de la selección?
JH: Ese es un personaje que nunca ha jugado pelota. Eso para empezar. Hay dos preguntas que yo nunca he podido responder: una es “¿Por qué lees?”; la otra, “¿qué se siente cuando vas al estadio” . Es algo epidérmico eso, que habría que analizarlo en clave fenomenológica. Lo que hace el espectáculo en el estadio, como ocurre en los conciertos, es que de alguna manera borra la superioridad de la categoría individual. En el estadio todo es tránsito, y si no estás dispuesto a fundirte en este clima, mejor no vayas.
JPV: Sí, a esas personas que se quejan de estos logros habría que psicoanalizarlos. Porque no es posible que no puedan disfrutar o, en todo caso, por lo menos quedarse callados. Parece que no se soportaran a sí mismos. Como si quisieran disfrutarlo y no pudieran.

Por último: ¿no estamos hablando con demasiado triunfalismo? ¿Qué pasa si no clasificamos? ¿Va a ser muy duro el golpe?
JH: Bueno, no va a ser el mejor de los mundos, pero no creo que vaya a ser tan duro. El solo hecho de estar instalados en estas eliminatorias con las chances plenamente vivas, te hace ver que el peruano ya no está soñando. Este hincha peruano se da cuenta de que hay cambios interesantes, que este equipo no vive del antiguo complejo de inferioridad. Los jugadores de las selecciones previas no luchaban contra el rival, sino contra el pasado y entre ellos mismos.
JPV: Yo creo que en el hipotético caso de no clasificar, si le preguntaran a la gente si Gareca debe continuar, te aseguro que el apoyo va a ser total. Esto no va a ser un “gracias muchachos”, sino un “a la siguiente sí la hacemos”.

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