"Entre colinas y senderos" (Foto: Difusión)
"Entre colinas y senderos" (Foto: Difusión)
Eduardo Lores

A la entrada del , las obras plásticas de Cécica y de su padre Carlos Bernasconi, acompañadas por las gastronómicas de su hermana Sandra, dan la bienvenida a este cálido espacio familiar.

"Entre colinas y senderos" podría perfectamente ser parte del verso de una égloga, pero no: ni las colinas connotan un escenario bucólico, ni los senderos conducen a un recodo que cobije un romance primaveral, quizás prohibido. Las colinas, por el contrario, se refieren al brutal grupo Colina y los senderos no son otros que los recorridos por el macabro grupo terrorista Sendero Luminoso. Todo lo contrario a un panfleto, la pieza se extiende como un abanico que va del drama trágico a la comedia bufa. Los elementos de la historia, que al inicio parecieran deshilvanados e incongruentes como piezas de un rompecabezas, van adquiriendo fisonomía gracias a las sólidas, joviales y conmovedoras actuaciones de Claudia del Águila y Michael Joan (dos actores para seis personajes bien logrados), sustentadas en un ritmo sincopado y armónico que no afloja hasta el final, llevando al público, como en una montaña rusa de emociones que se desplaza vertiginosamente desde la bajeza degradada de un general de esos del "acta de sujeción" (una mezcla de Hermoza y Donayre), hasta las cimas de la inocencia de un niño campesino que juega a ser terrorista después de que Sendero ha ejecutado a sus padres y devastado su pueblo serrano.

Organizado como un modelo para armar, los sketches van componiendo tres relatos independientes intercalados, sin solución de continuidad, hasta volverse una sola historia que cuenta, en palabras de Michael Joan, autor de la pieza y director de la puesta, "el daño inmenso que le hizo a nuestro Perú una ideología asesina y el abuso de poder de un gobierno desmesurado, para que no se repitan los crímenes cometidos durante el conflicto armado interno". Esto denota una renovada confianza vanguardista en que el arte pueda ser un vehículo de transformación; un arte comprometido cuyo objeto no se reduzca a lo estético; un arte posmoderno vinculado a los procesos globales de búsqueda de sentido, de cambio. Es lo que se lee entre líneas en la propuesta explícita de la asociación de formación, producción y e investigación teatral responsable de la puesta: “La Vale busca sensibilizar a la sociedad a través de un diálogo intercultural que genere una cultura de paz basada en el respeto y en la tolerancia”. Para confirmar su intencionalidad activista, al final de la función el público está invitado a lavar nuevamente la bandera en el escenario, reactivando –dadas las circunstancias de podredumbre institucional– la acción Lava la Bandera que el colectivo Sociedad Civil realizó a cuatro días de la ominosa segunda vuelta electoral del 2000.

A la salida del Teatro de Lucía, la calle Bellavista, antigua, húmeda, cerca del mar, ve pasear, entre la bruma, la amable figura de Félix Oliva, desde su casa hasta el Billar-T.

AL DETALLE:
Puntuación: 3.5 / 5 estrellas.
Escrita y dirigida por Michael Joan.
Protagonizada por Claudia del Águila y Michael Joan.
Lugar: Teatro de Lucía (calle Bellavista 512, Miraflores).
Temporada: hasta el 26 de setiembre.

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