La fotografía corresponde a una emergencia nutricional en la que participó Elsa Pereda. Fue en Kalonge, cerca de la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo, en mayo de este año. (MSF)
La fotografía corresponde a una emergencia nutricional en la que participó Elsa Pereda. Fue en Kalonge, cerca de la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo, en mayo de este año. (MSF)
Renzo Giner Vásquez

Desde el 2001, Elsa Pereda ha viajado a los rincones más olvidados del mundo para ayudar en misiones humanitarias. Primero, por ocho años, acompañó a la Congregación Marista Peruana a islas olvidadas en el Océano Pacífico para trabajar con nativos de la zona. Y desde el 2009 se unió a Médicos Sin Fronteras (MSF), con quienes estuvo en misiones en Paraguay, Bolivia, la República Centroafricana, Guinea-Bissau y ahora en la República Democrática del Congo (RDC).

“No he visto un tigre, león o jirafa en este tiempo en África. Pero lo que veo es mucho más temible. La gente no tiene agua ni luz, viven en pobreza extrema”, nos cuenta.

— ¿No teme internarse en lugares tan alejados?
Siempre me incliné a ir un poco más allá de mis fronteras, siempre tuve este espíritu aventurero y de servicio. Sé que en el Perú hay lugares por atender, pero yo quise ir más allá.

— ¿Cómo llegó a MSF?
Cuando estudié en Barcelona un médico me habló mucho del trabajo humanitario. Tras vivir en las islas francófonas cercanas a Nueva Zelanda regresé al Perú y busqué trabajos de ese tipo en Internet. Encontré el de MSF, me capacité, postulé y me aceptaron.

— ¿Qué tipos de problemas enfrentan en estos lugares?
Depende. Si hablamos de las islas se ve más un problema de desarrollo, sus pueblos están atrasados en promoción y prevención de salud. Hablar de África es totalmente diferente, los problemas están en el desarrollo, en las enfermedades y epidemias, la malnutrición en menores de 5 años, el conflicto armado entre grupos rebeldes y militares que genera un gran desplazamiento de poblaciones.

— Cuéntenos más sobre su despliegue en la República Democrática del Congo...
Primero debo resaltar que hablamos de una población de 81 millones de habitantes. Hay miles de ONG acá. Yo pertenezco a la sección española de MSF, pero hay de Holanda, Bélgica, Francia repartidas por todo el país. Somos alrededor de 60 expatriados [médicos extranjeros]. Nuestra base está en Bukavu, en la zona sur, y nuestros dos proyectos apoyan a 216 mil habitantes de zonas rurales. Nos centramos en pediatría, ayuda a mujeres embarazadas, emergencias y poblaciones desplazadas.

La base de Pereda está en Bukavu, en la zona sur de la República Democrática del Congo. Los dos proyectos que MSF tiene ahí apoyan a 216 mil habitantes de zonas rurales. (MSF)
La base de Pereda está en Bukavu, en la zona sur de la República Democrática del Congo. Los dos proyectos que MSF tiene ahí apoyan a 216 mil habitantes de zonas rurales. (MSF)

— ¿No corren riesgos?
Todos estamos en riesgo, especialmente los expatriados por cómo nos ven los rebeldes, pero tenemos normas de seguridad que velan por nosotros.

— ¿Puede darnos un ejemplo de esas normas?
Horarios establecidos de salida y regreso a la base, no nos podemos mover mucho.

— Hace tres años MSF suspendió sus actividades en la RDC por las amenazas. ¿Cómo es la situación ahora?
Ahora está tranquilo para nosotros. No hemos sido objetivos en los últimos tiempos, el conflicto es más entre ellos [ejército y rebeldes].

— ¿Alguna vez usted ha sido amenazada?
No directamente, pero en la República Centroafricana estuve en el momento que comenzaban los enfrentamientos entre musulmanes y cristianos. Vi muchas cosas.

— La violencia, las enfermedades, ¿cómo lidia con tantas tragedias cercanas?
Trabajar aquí es algo que cambia muchas cosas, la forma como ves la vida. La necesidad que hay acá... Esta gente está olvidada por el mundo. A veces pasas por una gran impotencia al no poder ayudar o hacer más. Cuando regreso al Perú veo que tenemos nuestros problemas, pero, créeme, estamos muy bien comparados con esta realidad.

— ¿Su familia no se preocupa al verla tan lejos?
Bueno, ya me han visto salir desde el 2001, están acostumbrados pero andan pendientes de las noticias. Lo bueno es que la comunicación ha avanzado mucho desde que me inicié en esto, de no tener Internet hasta tener WhatsApp, todo es más fácil.

— ¿Recuerda especialmente algún caso atendido?
Sí. En mi primera misión me mandaron a un proyecto de niños desnutridos. A veces ves estos casos en las noticias, pero no te imaginas lo que es vivirlo de cerca. Había una estación elevada de malaria y paludismo, añadidos a la malnutrición. Muchos niños morían cuando llegamos, hacíamos de todo y seguían muriendo. Ya hasta perdíamos la cuenta de cuántos perdíamos. Pero hasta en esas situaciones hay historias buenas...

— ¿Como cuál?
Una niña argelina que llegó con una desnutrición bárbara fue adoptada por una señora que limpiaba la casa [de MSF]. Tras varios meses se recuperó por completo. Si vieras cómo llegó y cómo se recuperó… Ahí supe que valía la pena estar aquí.

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