“La agenda está tristemente subfinanciada, una estimación muestra que se necesitan 2,5 mil millones de dólares más al año”. (Ilustración: Giovanni Tazza)
“La agenda está tristemente subfinanciada, una estimación muestra que se necesitan 2,5 mil millones de dólares más al año”. (Ilustración: Giovanni Tazza)
Bjorn Lomborg

Han pasado tres años desde que los líderes mundiales adoptaron la para el Desarrollo Sostenible con 169 objetivos que deben alcanzarse para transformar el planeta y aún estamos muy por detrás de lograr los nobles objetivos de reducir la , aumentar la prosperidad, proteger el planeta y promover la paz.

Existen indicios preocupantes de que el número de personas extremadamente pobres en el mundo, que desde hace mucho tiempo está disminuyendo, puede dejar de hacerlo e incluso empezar a aumentar. Y después de años de disminución, el está aumentando, y los observadores relacionan esto con los conflictos regionales y el .

La agenda de desarrollo tiene fallas porque es el resultado inevitable de tratar de cumplir las expectativas de todos. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio que precedieron a los fueron breves y concisos, y marcaron una enorme diferencia en el progreso mundial, pero fueron criticados por no haber sido inclusivos.

En respuesta, la ONU invitó a una larga lista de actores para crear los ODS, pero luego no priorizó la agenda para hacerla manejable y ejecutable.

Por lo tanto, los objetivos vitalmente importantes, como la erradicación de todas las formas de y el aumento del número de niñas y niños escolarizados, se devalúan al ser colocados en pie de igualdad con objetivos tan periféricos y vagos como la promoción del “turismo sustentable” y la garantía de que las personas estén informadas sobre la manera de tener “un estilo de vida en armonía con la naturaleza”.

La agenda está tristemente subfinanciada, una estimación muestra que se necesitan 2,5 mil millones de dólares más al año. Incluso si gastáramos todos los fondos para el desarrollo mundial, solo nos llevaría al 5% del camino. Realmente tenemos que priorizar lo que queremos primero.

Esto estaba claro incluso cuando se estaban creando los ODS. Mi grupo de expertos, el Copenhagen Consensus Center, analizó los ODS en tiempo real en el momento de su redacción y reclutó a economistas galardonados con el Premio Nobel para que identificaran los más y menos eficaces. Sus hallazgos dejan claro lo que hay que hacer.

Si queremos enfrentarnos al aumento del hambre, tenemos que abordar el problema con eficacia. Las políticas climáticas y de mantenimiento de la paz son costosas y complejas, y en el mejor de los casos hacen muy poco para resolver problemas como el hambre, incluso en plazos relativamente largos. Sin embargo, se pueden hacer inversiones baratas para corregir las carencias de micronutrientes en los niños, ayudando inmensamente y ahora mismo.

Invertir 8.000 millones de dólares anuales adicionales en I+D agrícola aumentaría los rendimientos a nivel mundial, generando más alimentos a menor costo. Podría salvar del hambre a 79 millones de personas y prevenir cinco millones de casos de desnutrición infantil, con cada dólar, produciendo 35 dólares de beneficios sociales.

Esto tiene el efecto añadido de ayudar a los más pobres del mundo: el Banco Mundial ha descubierto que el crecimiento de la productividad en la agricultura puede ser hasta cuatro veces más eficaz para reducir la pobreza que el crecimiento de otros sectores.

La pobreza tiene una solución sencilla: como en China, el libre comercio puede sacar a cientos de millones de personas de la pobreza. Debemos reactivar la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que sacaría de la pobreza a 145 millones de personas para el 2030. Podría hacer que la persona promedio en el mundo en desarrollo gane 1.000 dólares cada año, lo que les permitiría no solo alimentarse mejor a sí mismos y a sus hijos, sino también costear una mejor atención de la salud, más educación y llevar una vida más próspera.

La mejora de los rendimientos agrícolas y un comercio más libre son dos de los 19 objetivos de desarrollo concretos y específicos que los Nobel identificaron como los que más hacen, por cada dólar invertido, para ayudar a los más pobres del mundo, proteger el medio ambiente y mejorar miles de millones de vidas.

Otros incluyen el logro del acceso universal a los anticonceptivos y la planificación familiar, la erradicación de la tuberculosis para el 2030, la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles y la protección de los arrecifes de coral. Si nos centramos en estos 19 objetivos principales, lograremos alrededor de cuatro veces más beneficios que si nos limitáramos a distribuir los fondos entre los 169 objetivos.

Tres años después de la implementación de la Agenda para el Desarrollo del 2030, está claro que estamos tratando de hacer demasiado, y fracasando en hacer lo que realmente importa.