El escritor Rafo León y el presidente del Congreso, Luis Galarreta
El escritor Rafo León y el presidente del Congreso, Luis Galarreta
Mabel Huertas

Era un caso inédito: voces irreconciliables en el campo político lo hacían esta vez en defensa de la mujer y en contra de un claro ataque sistemático a las damas representantes del fujimorismo, camuflado en un humor anacrónico, de mal gusto, pero sobre todo agraviante.

Las redes sociales, tan eficientes para generar reclamos y movilizaciones ciudadanas, parecían arrinconar al semanario “Caretas”, al periodista Rafo León y a su China Tudela. La sensibilidad estaba justificada, somos un país que se va sacudiendo del silencio y denuncia cada vez más la violencia física y verbal contra la mujer, así como la discriminación.

Pero el milagro de octubre que logró la unión de progres y conservadores, de simpatizantes y detractores del fujimorismo, se esfumó al entrar el presidente del Legislativo en escena. Luis Galarreta, en conferencia de prensa, llamó a un boicot publicitario contra la revista “Caretas” y eso en cualquier parte del mundo se llama CENSURA, así en mayúsculas.

Es inaceptable que el presidente de un poder del Estado gatille una campaña contra un medio de comunicación para que este desaparezca. ¿Alguien escuchó el eco del autoritarismo fujimorista de los 90?

Sorprendentemente, a favor de la libertad de expresión –derecho básico del ser humano– no hubo un solidario frente, sino más bien se formó una barra brava que vitoreaba la afrenta constitucional y el mal ejercicio de poder.

Hay una delgada línea que Galarreta, zorro viejo de la política, sabe que no debe pasar. Esa línea no solo la traza la Constitución sino también su investidura como máxima autoridad del Congreso de la República. No es el reclamo de un “ciudadano más”, como sus correligionarios argumentan ante semejante abuso de poder.

Este torpe reflejo ocasionó que la opinión pública, atrincherada a favor de las mujeres del fujimorismo, desista de la batalla. Se perdió la oportunidad de obligar a “Caretas” a una muy necesaria reflexión sobre el respeto a la mujer, pues tal como lo ha reconocido el mismo director del semanario, Marco Zileri, en una entrevista publicada en "La República", los adjetivos son insultantes. Tal confesión de parte bien podría ser utilizada por las agraviadas para recurrir a la vía legal, el camino correcto en un Estado de derecho.

La voz de la ciudadanía debe ser potente para rechazar estos insultos, aun en clave de “humor” pero también para denunciar el llamado a boicot del presidente del Congreso. No se trata solo de “Caretas”, se trata de defender la voz de todos y cada uno de nosotros, porque una censura abre la puerta a una dimensión oscura y no tenemos que mirar a Venezuela para buscar un ejemplo, la mordaza la tuvimos aquí en casa y nos la puso el gobierno de Alberto Fujimori.

Nuestra memoria es frágil pero también el aprecio por nuestras libertades y derechos, de otra manera no se explica cómo ciudadanos que gozan de los beneficios de un Estado democrático hoy aplaudan la censura a un medio de comunicación, y hace algunos meses hayan alentado el cierre del Congreso, porque, ¡atención!, los rasgos autoritarios no son patentes de la derecha conservadora.

PD. Hay otra reflexión pendiente para los medios de comunicación y periodistas. Este desencuentro entre prensa y sociedad debe propiciar una mirada crítica sobre nuestro rol. Hace unas semanas se celebró el Día del Periodista, podríamos pedir menos fiestas en nuestro honor y más foros de discusión para poder fortalecernos ante la ciudadanía, porque el poder y sus afanes de censura siempre estarán al acecho.