“La preocupación por la economía de nuestro país, que tanto esfuerzo nos costó recuperar, parece no existir”. (Ilustración: Giovanni Tazza)
“La preocupación por la economía de nuestro país, que tanto esfuerzo nos costó recuperar, parece no existir”. (Ilustración: Giovanni Tazza)

Desde hace poco más de dos años, el país está envuelto en una confrontación permanente y creciente entre sectores políticos y poderes que parece de nunca acabar. A lo largo de todo este tiempo, no hemos cesado de observar ataques de uno u otro bando, la miopía de ver y condenar la corrupción y los errores de un solo lado y santificar al otro, así como el que estos hechos acaparen toda la atención de los medios –que aportan lo suyo–, de nuestras autoridades y de los principales espacios de la sociedad, como si no existieran problemas mucho más graves y urgentes que enfrentar, como el tener el 21,7% de la población en situación de pobreza.

Por ejemplo, sería bueno recordar que en medio de este vendaval de acusaciones, insultos y descalificaciones, la preocupación por la de nuestro país, que tanto esfuerzo nos costó recuperar, parece no existir. Salvo alguna que otra medida aislada, alguna reforma a medias o mal hecha o planes pendientes de debatir, poco se ha hecho para emprender reformas estructurales que permitan retomar un crecimiento de 7%, con el cual el Perú podría por lo menos comenzar a enfrentar problemas urgentes de verdad, como el analfabetismo, la desnutrición –un 46,6% de nuestros niños sufre de anemia–, la falta de servicios básicos –hay un déficit de 100.000 millones de soles en infraestructura educativa–, la muy mala atención de la salud, la discriminación, la violencia estructural o la búsqueda de una justicia imparcial.

A pesar de este escenario, quienes cada día impulsamos la economía de nuestro país a través de la , de los de las micro, pequeñas y medianas , hemos seguido trabajando.

Silenciosamente, construimos las bases para que el producto bruto interno (PBI) del Perú siga creciendo. No ha sido fácil, como lo demuestran las modestas cifras registradas en este período: en el 2016 nuestro país creció 3,9%, en el 2017 lo hizo apenas 2,5% y es probable que en el 2018 haya cerrado en 3,8%.

Aunque parece poco, no deja de ser un resultado alentador. Nuestra economía no retrocedió. Es verdad, creció poco, pero creció en gran parte por el esfuerzo del . Prueba de ello es que entre julio del 2016 y setiembre del 2018 la inversión privada pasó de registrar un retroceso de 6,1% a crecer 5,0%.

En estos dos años y medio, sectores como manufactura, comercio, transporte, almacenamiento, correo, mensajería, alojamiento y restaurantes –en los cuales podemos encontrar principalmente a la pequeña, mediana y gran empresa– han crecido desde 1,2% hasta 5,1%.

El sector privado ha sido capaz de revertir situaciones negativas hasta lograr un resultado positivo, a pesar de este clima de conflictividad en el que hemos tenido que enfrentar hechos tan graves como la renuncia de un presidente de la República acusado de corrupción, la asunción al mando del entonces vicepresidente, los destapes del denominado Caso Lava Jato junto a los procesos judiciales abiertos a los líderes y dirigentes de partidos, las elecciones regionales y municipales junto al referéndum constitucional, y la crisis del Poder Judicial y el Ministerio Público.

No se puede negar que todo esto, sumado a la debilidad de nuestras instituciones y el incremento de la inseguridad ciudadana, afecta la actividad empresarial que es la que genera empleos, salarios, paga los impuestos y las contribuciones sociales. Pero aquí estamos para resistir. Así, entre el 2016 y el 2018 el sector privado formal creó 275 mil puestos de trabajo. Pudieron ser mucho más pero hay que recordar que desde hace años se viene reclamando una reforma fiscal y otra laboral, las cuales deben ser profundas y capaces de incentivar la generación de mayor empleo formal e incluir así a los millones de peruanos que se encuentran en ese 73% de fuerza laboral informal.

Los empresarios hemos demostrado que podemos seguir trabajando a pesar de un contexto complejo. No estamos satisfechos porque, si bien hay un resultado positivo con un crecimiento que en el 2018 bordearía el 3,8%, eso no basta. Nos hace falta mucho más y, sobre todo, necesitamos del trabajo conjunto entre el sector privado y el para que la economía recupere su ritmo. Mas esto será posible únicamente si este mismo Estado es capaz de ser permeable a un trabajo coordinado y si se abre a propuestas que tengan como base el desarrollo de nuestro país.

Tenemos necesidades urgentes cuya atención no podemos seguir postergando hasta ver al final quién se queda con la cabeza de su oponente.

El sector privado hace su tarea, busca ajustar sus procesos, innovar, afrontar crisis internas y externas, pero requiere de líderes, dirigentes políticos e instituciones capaces no solo de acompañar sus esfuerzos, sino de construir una agenda que marque un norte claro a dónde ir.