"La competencia es la competencia y es buena en todas las actividades, en las muy importantes y en las que no lo son tanto". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"La competencia es la competencia y es buena en todas las actividades, en las muy importantes y en las que no lo son tanto". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Bullard

Hace más de diez años participé en un evento sobre notarios públicos. Los notarios, los representantes del Ministerio de Justicia y algunos registradores públicos defendían el sistema de notariado y, en especial, las limitaciones de entrada a nuevos notarios al mercado. La limitación del número de notarios es una historia vieja y un ejemplo de manual básico en el que el Estado crea barreras a la competencia en perjuicio de los consumidores.

El objetivo de la competencia es fomentar mejores precios, incentivar la innovación y aumentar la oferta de bienes y servicios. Un sistema que reduce dicha oferta reduce además la innovación y eleva los precios. Todo eso lo pagamos los consumidores a los que supuestamente se quiere proteger.

El argumento usado pare defender el sistema notarial era tan sencillo como equivocado. “Si dejamos el número de notarios abierto habrá demasiados notarios. Y será muy difícil fiscalizarlos y conseguir que cumplan con la ley”, dijeron en el evento. A ello añadieron un argumento adicional: “La seguridad jurídica es demasiado importante para dejarla en manos del mercado”.

Así se podría incluso justificar un monopolio. Siempre es más fácil fiscalizar a uno que a dos o a unos pocos que a muchos. Y, por supuesto, para justificar la excepción, se usa el argumento de que “es un mercado especial” en el que “no es buena mucha competencia”.
Si un gremio empresarial saliera con ese argumento en cualquier rubro de la actividad económica sería crucificado, y con razón, por la opinión pública. ¿Se imagina a la Asociación de Bancos diciendo que hay demasiados bancos y debe haber una prohibición para la constitución de nuevos bancos porque el ahorro público es demasiado importante para dejarlo en manos del mercado? ¿Se imagina a las empresas de telecomunicaciones reclamando que se dejen de otorgar nuevas concesiones porque estar comunicados es demasiado importante para dejarlo en las manos del mercado? ¿O a la industria alimentaria pidiendo que se prohíba la entrada de nuevas empresas o la importación de alimentos porque la nutrición es demasiado importante para dejarla al mercado?

La teoría de “mi mercado es especial” ha sido usada por virtualmente todos los sectores y las actividades económicas para pedir “reglas especiales”, “tratamientos de excepción” y “regulaciones particulares”.
Pero la competencia es la competencia y es buena en todas las actividades, en las muy importantes y en las que no lo son tanto. Si por alguna razón (equivocada o no) se cree que se debe regular la actividad, el remedio es tener capacidad regulatoria y no convertir la incapacidad de regular en una limitación de entrada al mercado.
Las universidades se reclaman como “mercados especiales” porque “la educación es demasiado importante para dejarla al mercado”. Pero, en realidad, es demasiado importante para dejársela al Estado.

El regulador (la Sunedu) hace eco al reclamo de menos competencia pidiendo “chepi” al Congreso y solicitando que prorrogue la moratoria (es decir la prohibición) a la creación de nuevas universidades. Como hay muy malas universidades, para la Sunedu la mejor manera de resolver el problema es que haya menos universidades, aunque ello signifique cerrar la entrada al mercado, lo que resultará en que haya menos buenas universidades. Para evitar automóviles “bamba” prohíben la introducción de Mercedes, Audis y BMW.

Cuando las razones que uno da para justificar no tienen sentido hay dos posibles explicaciones. O se es incapaz de entender el problema o en realidad se tienen razones distintas que no se pueden revelar.
Finalmente, si la educación es tan importante, ¿por qué no se decreta una moratoria de colegios? Al fin y al cabo, la educación primaria y secundaria es aun más importante porque sin ella la educación universitaria simplemente no funciona. Y no creo que alguien pretenda sostener que la calidad de la educación escolar peruana es muy buena y, por tanto, no hay que preocuparse. En realidad, ello muestra que el argumento a favor de la moratoria es inconsistente.
No siempre el resultado de la competencia es bueno. Nada que es producto de actividad humana, por definición imperfecta, lo es. Por tanto, también la regulación es imperfecta. Cuando uno ve los absurdos e inconsistencias que pide la Sunedu para, por ejemplo, torturarnos a fin revalidar un título o autorizar una carrera, descubre que nos quitan la competencia para llenarnos de mala regulación. Como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer.