La economía en abril creció solo 0.02% en abril. (Foto: GEC)
La economía en abril creció solo 0.02% en abril. (Foto: GEC)
Richard Webb

Un niño de 3 años sabe perfectamente dónde pisar para acelerar el carro. Me pregunto entonces, por qué estamos aquí, un país entero, esperando que el chofer adivine dónde está el pedal. El manual está en la guantera, pero mejor sería ver uno mismo cómo lo hacen otros choferes. Podríamos escoger un ejemplo revisando los resultados del concurso mundial del . Hoy en día participan casi 200 países.

La opción más cercana sería una visita a Chile, famoso como modelo del buen manejo económico, pero... ¡oops!, su performance anual en los últimos cuatro años fue peor que la nuestra: Chile 2,2%, Perú 3,6%. Aunque nos ofenda el orgullo, mejor sería ir a Bolivia, país que nos superó cómodamente con un promedio anual de 5,1%.

Pero si vamos a viajar, de una vez vayamos a los países de categoría top, concentrados en Europa. Allí, donde inventaron la combinación de revolución industrial con democracia. Más aun, asumiendo su papel de modelo para el resto del mundo, los europeos se han dado el trabajo de formar un club con severas reglas de etiqueta para el comportamiento económico, político y social, la llamada Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (). Nunca más felices sus funcionarios que cuando están explicando las bondades de sus políticas públicas para lograr la felicidad en la tierra. Su proyecto Sigma, por ejemplo, se dedica a difundir el aprendizaje de buenas prácticas de gobierno entre los países vecinos en África y el Medio Oriente.

Pero quizás fue otra mala idea. Resulta que el crecimiento económico de la OCDE en los últimos cuatro años ha sido de apenas 2,5%, por debajo del 3,6% registrado por el Perú. Solo tres de sus 36 países integrantes superaron el crecimiento peruano. La nación más competitiva del mundo, según el Índice de Competitividad Global, es Suiza, pero en los últimos cuatro años su crecimiento económico anual (1,8%) fue apenas la mitad del crecimiento peruano. Otro campeón de la competitividad que tampoco dio vuelo fue Alemania, cuyo crecimiento del PBI fue también de apenas 1,8%. (¿Será que nuestras políticas son mejores que las de la OCDE?).

Pero superar a los famosos no basta. Tenemos que encontrar recetas para hacerlo mejor. Viajemos entonces para conocer a los verdaderos ‘cracks’ contemporáneos del PBI. Por ejemplo, Etiopía, país que registró la tasa de crecimiento más alta del mundo desde el 2013, sin la ayuda de algún fabuloso recurso natural, como el petróleo o los minerales. Pura muñeca. Otros ‘cracks’ poco conocidos fueron Costa de Marfil, Uzbekistán y Turkmenistán, con tasas sostenidas de 7% u 8%, y todos ubicados entre los diez más dinámicos del mundo. Curiosamente, en todos esos casos el despegue se ha producido a pesar de altas tasas de corrupción. ¿La corrupción habrá facilitado el resultado, “aceitando” las ruedas de los negocios? Ciertamente parece ser el caso de los dos gigantes del crecimiento, China y la India. Pero también es cierto que dos de los campeones del crecimiento, las islas de Irlanda y de Islandia, se cuentan entre las naciones menos corruptas del mundo. Eso sí, para visitarlas se debe viajar bien abrigado. En Irlanda llueve casi todo el año e Islandia es una roca pegada al hielo ártico.

Ciertamente, hay formas de acelerar el PBI sin tanto viaje y estudio. La receta favorita consiste en elevar y/o apurar la inversión. Cabe recordar que toda inversión es contabilizada inmediatamente como más PBI, independientemente de si su efecto eventual es un aumento en la eficiencia o en la producción. Las grandes obras que construyó el gobierno de Velasco, la carretera Interoceánica, la refinería de Talara, ministerios fastuosos, todos fueron contados en su momento como más PBI a pesar de su limitada o nula contribución productiva. En mi opinión, se trata de un defecto del sistema de contabilidad del PBI, pero lo cierto es que para el ego nacional tiene la gran oportunidad de crear una imagen de dinamismo, justamente como se hizo durante los últimos gobiernos.

Y la fórmula para lograrla es relativamente simple –reducir el horario de trabajo de la contraloría, de las procuradurías y de la fiscalía a solo una hora diaria–. También se debe obligar a los gobiernos regionales y locales a gastar el 100% de sus presupuestos cada tres meses.

Como diría el niño en el carro: “¿Qué tanto problema para arrancar? Si allí nomás está el pedal”.