(Foto: Archivo El Comercio)
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Fernando Vivas

Lo diré sin anestesia: el éxito de Mercedes Aráoz dependerá, en buena medida, de su capacidad para pararle los machos a alguna eventual destemplanza de PPK, a la vez que conjurar las pulsiones obstruccionistas del fujimorismo. No hablo de chusca sublevación en la granja en pro de un cogobierno imposible o de una claudicación total ante Fuerza Popular, sino de fina gobernabilidad.

Para eso está un buen primer ministro: para hacer operativa una decisión del más alto nivel y que fluya sin resistencias ni de dentro ni de fuera. Y para debatirla, acotarla, darle timing, si es que no tiene sostenibilidad política. La personalidad de PPK ya la conocemos. Es proclive a peligrosas ideas fijas (Chinchero, Panamericanos, un puntito menos de IGV) e impromptus (detallar un indulto que no da, confesar deseos ocultos sobre congresistas que quisiera transfugar, lanzar chistecitos inoportunos), y alguien, con eco en el equipo, tiene que decirle, cordialmente, “eso no”, “así no” o “ahora no, presidente”.

Intuyo que la agonía de Fernando Zavala, prolongada en dos cargos que sobrepasaban el temple de cualquiera, tuvo mucho que ver con la necesidad de PPK de contar con un lugarteniente obsecuente, si no siempre coincidente. Imagino que el propio Fernando, por humano agotamiento, trató de romper el cordón umbilical en más de una ocasión, y que el propio PPK lo disuadió.

Martín Vizcarra, según mis fuentes, fue el primer firme candidato a reemplazar a Zavala. Pero hizo exigencias de cambios que parecieron excesivos no solo a PPK, sino a las fuentes que he consultado. Lo podemos tomar como la franqueza de un hombre que fatigó su lealtad al presidente en el Caso Chinchero, y hoy prefiere el respiro que le dará la embajada peruana en Canadá, hasta recomponer la relación con su líder.

Aráoz no ofrece obsecuencia ni lealtad absoluta –ya le pateó el tablero al Apra una vez y ha golpeado algunas mesas–, pero aporta su propia angurria por gobernar sin desdeñar las exigencias del diálogo, la negociación y la asesoría de un equipo de operadores políticos como no lo ha tenido su predecesor. No ha estado un año en el Congreso, presidiendo la Comisión de Economía, por gusto. Tiene que haber aprendido mucho de ese cabildeo al que también se abocó Zavala, solo que este lo hizo a través de una bancada un tanto díscola.

Meche Aráoz también podría pecar de excesos de iniciativa, de juego propio y peligroso, de sacrificar reformas en salud, educación y otros rubros, ante objetivos puntuales y subalternos. Habrá muchos ojos atentos a eso y a recordarle que con esta designación está colmando legítimas ambiciones de figuración. Cualquier otra cosa, que quede fuera de su agenda. Que le/nos vaya bien.