“Maduro podría obtener un segundo viento, a pesar del colapso económico de su país”. (Ilustración: Giovanni Tazza)
“Maduro podría obtener un segundo viento, a pesar del colapso económico de su país”. (Ilustración: Giovanni Tazza)
Andrés Oppenheimer

Tras la decisión del presidente mexicano de invitar al dictador venezolano a su toma de posesión el 1 de diciembre, no soy muy optimista sobre el futuro de los esfuerzos diplomáticos de América Latina para presionar por una restauración de la democracia en .

A juzgar por los primeros días de López Obrador en el poder, es probable que cumpla su promesa de campaña de no criticar a Maduro, ni unirse a futuros reclamos regionales para exigir que Maduro respete la reglas democráticas. López Obrador ha prometido que desempolvará el antiguo principio mexicano de la “no intervención” en asuntos internos de otros países, una postura que el país había utilizado en el pasado para protegerse contra las críticas externas y para apoyar a dictaduras de izquierda.

En años recientes, había sido uno de los países más críticos de Maduro dentro del , una coalición diplomática de 14 países que incluye a Brasil, Argentina, Colombia, el Perú y Chile. El grupo había firmado varias declaraciones destinadas a aislar a Maduro de la comunidad diplomática regional.

Pero López Obrador, conocido en México por sus iniciales , rompió filas con el Grupo de Lima al invitar a Maduro a su toma de posesión. Asimismo, es probable que AMLO no apoye los planes del Grupo de Lima, Estados Unidos y la Unión Europea de reducir las relaciones diplomáticas con Venezuela cuando Maduro asuma el 10 de enero para un nuevo período de seis años.

El Grupo de Lima había acordado previamente que las elecciones del 20 de mayo fueron fraudulentas y que, por lo tanto, Maduro no podrá ser considerado como un presidente legítimo una vez que asuma su nuevo mandato.

Días atrás, le pregunté al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Roberto Ampuero, si el Grupo de Lima podrá sobrevivir sin el apoyo de México.

Ampuero me respondió que aunque Chile continuará con sus planes de reducir relaciones diplomáticas con Venezuela a partir del 10 de enero, el Grupo de Lima tendrá que “desarrollar un menú de opciones” sobre cómo lidiar con el régimen de Maduro. Agregó que habrá que crear “un menú muy amplio para que cada país pueda operar” dentro del grupo.

Mi traducción: con el cambio de gobierno en México, será muy difícil encontrar un consenso dentro del Grupo de Lima.

Algunos líderes de la oposición venezolana me dicen que el presidente electo derechista de Brasil, Jair Bolsonaro, forjará una estrecha alineación con Estados Unidos, lo que podría resultar en una presión internacional aún mayor sobre el régimen de Maduro.

Además, la tasa de inflación de 1’000.000% al año en Venezuela y la escasez generalizada de alimentos y medicamentos pueden desencadenar una nueva ronda de violentas manifestaciones callejeras el próximo mes.

Mi opinión: la oposición venezolana debería retomar las calles y recuperar el protagonismo político antes de la juramentación de Maduro el 10 de enero, para obligar a la comunidad internacional a aumentar su presión.

De lo contrario, Maduro podría obtener un segundo viento, a pesar del colapso económico de su país. No solo será tratado como un líder legítimo por China, Rusia y Turquía, sino que también recibirá cierto reconocimiento de parte de México y del gobierno de izquierda de España.

No será nada fácil para la oposición retomar la calle. Está agotada, reprimida y debilitada por un éxodo de unos tres millones de personas descontentas en los últimos años. Y muchos de sus líderes, como Leopoldo López, están presos o inhabilitados.

Pero si la oposición no retoma el protagonismo político en enero, me temo que el movimiento internacional para aislar a Maduro perderá fuerza. La atención mundial girará hacia otro lado, y Venezuela seguirá en camino a convertirse en una dictadura consolidada que ya no provocará la indignación internacional, como Cuba.

–Glosado y editado–

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