Que Kuczynski decida si concede, dilata o descarta el indulto a Alberto Fujimori es una potestad presidencial y constitucional de la que él tendrá que hacerse cargo. (Foto: Sepres)
Que Kuczynski decida si concede, dilata o descarta el indulto a Alberto Fujimori es una potestad presidencial y constitucional de la que él tendrá que hacerse cargo. (Foto: Sepres)
Alfredo Torres

El indulto a saltó nuevamente a la agenda política cuando el presidente Kuczynski declaró a la revista “”, con su peculiar franqueza, que “el tiempo de hacerlo es ahora”. Si bien precisó luego que se refería a que “es el momento de ver el tema” y que este se vería con tranquilidad, quedó claro que lo único que está en evaluación es en qué medida el indulto puede favorecer a la gobernabilidad y si este se producirá en las próximas semanas o en los siguientes meses.

A juzgar por las respuestas de a sus declaraciones, no debería ilusionarse. Keiko contestó con agresividad: “Presidente Kuczynski, usted dice que el indulto no se mezcla con la política. Estoy de acuerdo con usted”. Es decir, la lideresa de (FP) dejó en claro que no tiene intención de brindar apoyo político a cambio de la liberación de su padre.

La respuesta de fue todo lo contrario: “Gracias, señor Presidente. Es hora de voltear la página. Le estaré eternamente agradecido”. En otras palabras, Kenji se comprometió a actuar con reciprocidad si se libera a su padre. Es verdad que hasta ahora Kenji actúa como un llanero solitario en la bankada fujimorista, pero cabría esperar que con Alberto Fujimori fuera de la cárcel, muchos albertistas encubiertos asumirían posiciones más cercanas a la de Kenji.

Actualmente, la mayor parte de los peruanos apoya el indulto. Según la encuesta de Ipsos-El Comercio de mayo, . Dentro del primer grupo están quienes defienden la inocencia del ex presidente, pero también los que creen que cometió diversos delitos pero que la pena de 25 años fue un exceso, así como los que consideran que sus enfermedades y edad avanzada justifican un indulto humanitario. Entre los que se oponen, están quienes consideran que fue un dictador que no merece piedad, pero también los que creen que no es posible indultar a una persona condenada por crímenes de “lesa humanidad”.

Desde el punto de vista político, además de los fujimoristas, la mayoría de los que votaron por PPK y Alan García en la primera vuelta del 2016 están a favor del indulto, mientras que la mayoría de los que votaron por Verónika Mendoza y Alfredo Barnechea están en contra. A este segundo grupo se suman con entusiasmo y encono muchos de los que apoyaron a Ollanta Humala en su gobierno, como una manera de justificar su voto del 2011.

Desde el punto de vista social, la mayor parte de personas que están en la actividad productiva –empresarios, emprendedores y trabajadores– apoya el indulto por razones prácticas: tiene la esperanza de que ayude a destrabar y dinamizar la economía. Entre quienes se oponen, hay un amplio contingente de intelectuales y estudiantes universitarios dispuestos a movilizarse en contra.

Para justificar el indulto, el gobierno seguramente destacará su motivación humanitaria, pero debe también reforzar sus argumentos jurídicos. Como escribió , la sentencia que condenó a Fujimori aludió con mañosa ambigüedad a la categoría de “lesa humanidad”, pero no podía aplicarla (retroactivamente) porque no estaba vigente en el Perú cuando ocurrieron los hechos juzgados y así lo confirmó el Tribunal Constitucional. Además, la detención arbitraria del empresario Samuel Dyer y del periodista Gustavo Gorriti, con ocasión del autogolpe, fue claramente un delito, pero no ameritaba la pena máxima de “secuestro agravado”, con lo cual ya habría cumplido Fujimori con pagar por ese delito con los más de diez años que lleva en prisión.

Si PPK decide el indulto por realpolitik y no solo por compasión, es fundamental que diseñe una estrategia para que esta medida le brinde un par de años de tregua que le permita sacar al país del atolladero en que se encuentra. Contar con el apoyo de Kenji puede ser suficiente si el plan es dividir al fujimorismo, pero no estaría de más insistir en tender puentes con la presidenta de FP. De ella depende, por ejemplo, el reemplazo del pernicioso Edgar Alarcón en la contraloría.

La izquierda naturalmente pasará más abiertamente a la oposición. En realidad, la izquierda popular ya lo iba a hacer de todas maneras en la pugna por definir sus candidaturas a las elecciones regionales del próximo año, pero el indulto será un combustible. Por último, la izquierda intelectual criticará duramente al gobierno en la prensa y las redes sociales, pero su protesta se apagará con amargura cuando el gobernante que llegó al poder el 2011 con su apoyo sea finalmente detenido acusado por terribles crímenes contra los derechos humanos y no por autoría mediata, sino por acción directa.