César Villanueva destacó que los marcos constitucionales como la cuestión de confianza puedan utilizarse para “poner en orden las cosas”. (Foto: Reuters)
César Villanueva destacó que los marcos constitucionales como la cuestión de confianza puedan utilizarse para “poner en orden las cosas”. (Foto: Reuters)
Fernando Rospigliosi

Las barras bravas antikeikistas quedaron profundamente defraudadas cuando la mayoría del decidió otorgar el voto de confianza que había demandado el gobierno para el Gabinete que preside . La opción que habían venido atizando con frenesí las últimas semanas era que se produjera el enfrentamiento definitivo que motivara la disolución del Parlamento y el fin anticipado del significativo poder que había obtenido en los comicios del 2016.

Los keikistas, por su parte, sufrieron una derrota humillante. Después de haber pregonado durante más de dos años que no tenían temor a que los diluyeran y a participar en nuevas elecciones, tuvieron que tragarse sus palabras y someterse mansamente a otorgar un respaldo a un gobierno al que ahora abominan. Solo para salvar la cara, algunos de sus representantes votaron en contra de la confianza, pero fue un gesto meramente simbólico. Porque sabían, sin lugar a dudas, que si se convocaba a nuevas elecciones, solo una insignificante proporción volvería al Congreso. La mayoría de ellos regresaría a ser un ignorado ciudadano de a pie que tiene que ganarse la vida con mucho esfuerzo.

Se quedaron también con los crespos hechos varios ex ministros de gobiernos anteriores que desde hace algún tiempo están zumbando como abejorros alrededor del presidente . Ellos esperaban la caída de Villanueva y su Gabinete para ocupar los puestos que quedaban vacantes.

Muchos de los que ahora están postulando a gobiernos regionales y municipales, y que no alcanzarán un apetecible puesto público, también ya estaban mirando con avidez la posibilidad de participar en una elección congresal adelantada a principios del próximo año.
Así, había un considerable contingente de personas interesadas en que se produjera la catástrofe, algunas por convicción y las más por pasión o interés en beneficiarse personalmente.

No ocurrió, para bien del país, porque al período de incertidumbre y parálisis que implicaría una elección adelantada se le añadiría la fuerte probabilidad de un Congreso muy fragmentado y con integrantes de peor calidad de los de ahora, lo cual es mucho decir.
No obstante, las cosas tampoco se tranquilizarán en el futuro luego de esta victoria del gobierno.

Si el Congreso aprueba las esperpénticas reformas políticas del gobierno, este insistirá en llevarlas a en diciembre, para así interpretar la aprobación ciudadana que probablemente se logrará –masiva en el caso de la no reelección de congresistas–, como un respaldo a su gestión, aunque obviamente no sea así.

En realidad, el referéndum solo significaría un gasto inútil, dado que si el Congreso aprueba los cambios constitucionales en otra legislatura con mayoría calificada, no sería necesario. Es falso, además, que de todas maneras se tendría que votar en diciembre. En Lima, con aproximadamente un tercio de la población electoral, no hay segunda vuelta porque no se elige gobernador, y seguramente en algunos lugares más tampoco habrá una nueva ronda electoral.

Pero el gobierno no perderá la ocasión de realizar el referéndum y obtener una nueva victoria política.

Algunos despistados creen que los referendos son el sumun de la democracia. Todavía no se han enterado de que se han convertido en uno de los eslóganes favoritos de los movimientos populistas en todo el mundo, incluso antes de que tuvieran un éxito resonante en el ‘brexit’ del Reino Unido. El profesor de Harvard Yascha Mounk relata que asistió a un mitin del partido populista y ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) y quedó “verdaderamente perplejo” al leer en una pancarta, que estaba junto a una bandera suiza, que decía “Suiza está a favor de los referendos. Nosotros también”. En el evento, el líder del partido dijo que “la defensa de la democracia directa […] es una cuestión fundamental para el partido”. El AfD ha crecido como la espuma en los últimos años. (“El pueblo contra la democracia. Por qué nuestra libertad está en peligro y cómo salvarla”. Paidós, 2018).

Mounk explica también cómo, hace unos años, cuando un musulmán de un pequeño pueblo suizo quiso construir un minarete, contra la opinión de varios de sus habitantes, y ganó su derecho en los tribunales, un grupo de ultraderecha promovió un referéndum nacional, triunfó e inscribió en la Constitución la prohibición de construir minaretes, abrogando así un derecho de una minoría en la muy democrática Suiza.

Los ciudadanos peruanos probablemente no han prestado demasiada atención a los detalles del conflicto político entre el Gobierno y el Congreso, aunque su resultado podría decepcionar a una amplia mayoría que hubiera querido que la odiada clase política, cuyos representantes más conspicuos son los congresistas, reciban un castigo y pierdan sus curules.

En ese sentido, parte de la culpa será atribuida al presidente Vizcarra, que es el que blandía la espada flamígera que descabezaría a los impopulares parlamentarios.