(Foto: Alonso Chero / El Comercio)
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Editorial El Comercio

Cuando el 25 de marzo de 1911 las trabajadoras de la fábrica textil Triangle Shirtwaist, en Nueva York, intentaron escapar del incendio que consumía el local, encontraron las puertas bloqueadas. Los propietarios las habían cerrado alegando que sus empleadas podían robarles. La tragedia de ese día –marcada en el cuerpo de las 146 víctimas– no solo evidenció las deplorables condiciones en las que laboraban las mujeres (que eran peores a las ya de por sí pésimas situaciones en las que trabajaban los hombres), sino que catalizó el movimiento que buscaba reivindicarlas y que, apenas meses atrás, había llevado a un puñado de países a conmemorar el primer Día de la Mujer

Más de un siglo después, las mujeres siguen teniendo razones por las que luchar y los hombres para acompañarlas en el camino. Es cierto que en el Perú, en los últimos cien años, las mujeres han obtenido el derecho al sufragio y muchas han accedido a cargos de elección popular (aunque todavía no a la presidencia), se han profesionalizado, han conseguido emancipación económica, entre otras cosas. Sin embargo, sería injusto decir que lo logrado, hasta ahora, es suficiente. Pues las mujeres, en este país, tienen que lidiar con prejuicios y con una realidad profundamente desigual. 

Empezando por lo más básico, la vida. Según datos del Ministerio de la Mujer, en todo el 2017 los centros de emergencia mujer (CEM) registraron 368 casos de feminicidio o tentativa de feminicidio. Una mujer cada día. En más del 90% de estos casos el atacante era alguien cercano, como una pareja, ex pareja o familiar. En el mismo lapso de tiempo, además, los CEM atendieron 81.009 denuncias por violencia familiar y sexual; es decir, 222 mujeres cada día. Según el INEI, el 65,4% de peruanas ha sufrido violencia alguna vez en su vida, sea psicológica, física o sexual. Esto es 10 millones 390 mil mujeres

 La violencia contra la mujer, como hemos comprobado recientemente, no solo ocurre cuando son masacradas a golpes o arrastradas de los pelos por los pasillos de un hotel. También se prolonga cuando las denuncias no son recibidas adecuadamente en la dependencia policial o cuando reciben pasmosas resoluciones del aparato judicial. Si una mujer que acusa a su agresor no tiene garantías de lograr justicia, ¿cómo convencemos a todas aquellas que se quedan calladas –el 70,8%, según el INEI– de que vale la pena alzar la voz?

Y si bien la lucha contra la violencia ha cobrado más fuerza y visibilidad con campañas como Ni Una Menos o #MeToo (#YoTambién), la lista de trabas que desequilibran la balanza entre géneros sigue. Para comenzar, las mujeres pasan más del doble de tiempo que los hombres abocadas a labores domésticas lo que, inexorablemente, reduce sus horas laborales remuneradas. Y las horas que sí trabajan fuera del hogar, valen menos: según el INEI, en promedio el salario de una mujer es S/580 menor que el de un hombre en el área urbana. Por otro lado, de acuerdo al ranking PAR, de la consultora Aequales, solo el 24% de los puestos de primer mando – como CEO, presidencia o comité de gerencia– son ocupados por mujeres. Y, admitiendo que no se trata de un estudio científico, le sugerimos aquí un ejercicio: ¿En su lugar de trabajo, cuál es la proporción de mujeres en altos cargos? 

No nos olvidemos, también, de todas las que, en los centros laborales, son discriminadas, infravaloradas y acosadas hasta el extremo de verse obligadas a renunciar. 

Las fisuras de la desigualdad se dejan ver también en lo educativo. La tasa de hombres peruanos alfabetizados al 2016, por ejemplo, era seis puntos porcentuales superior al de mujeres, lo que –según el Reporte Global de Brecha de Género 2017 del Foro Económico Mundial– ubica al Perú en el puesto 95 de 144 países en este indicador. Otro dato: según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) del 2014, una de las principales causas de deserción escolar sigue siendo el embarazo. El 84,4% de adolescentes que se convierten en gestantes interrumpe su formación escolar, algunas de ellas a muy temprana edad. 

Respecto a salud, los números también causan sopor. En el 2017, por ejemplo, la mortalidad materna aumentó casi 16% con respecto al año anterior, según cifras del Ministerio de Salud. Y en el país, a pesar de todo lo que se ha avanzado en salud reproductiva aún 1 de cada 2 mujeres unidas no puede acceder a métodos anticonceptivos modernos (Endes 2016). 

La estela de aquellas pioneras que un siglo atrás soñaron con la igualdad de las mujeres en las sociedades es notable. Hoy queremos, empero, no solamente recordar todo lo logrado, sino, principalmente, lo que está pendiente. Pues mientras mujeres y hombres no nos empeñemos en corregir esta situación será poco lo que podamos exhibir en este día.