(Foto:Archivo El Comercio)
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Iván Alonso

Finlandia, país cuyo sistema educativo es considerado el mejor del mundo, tiene una tasa de desempleo de 20% entre los jóvenes de 15 a 24 años, bastante más alta que la del Perú, que está en 16%. Esta comparación sirve para ilustrar que el problema del desempleo juvenil no es un problema de calidad de la educación. En Francia, otro país con un buen sistema educativo, el desempleo juvenil se acerca al 25%, y en Uruguay, al 23%. Cualquier ministro o congresista puede constatar estas cifras en la página web de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Los datos recopilados por la OIT muestran otro fenómeno prácticamente universal: que la tasa de desempleo juvenil es entre dos y tres veces mayor que la tasa de desempleo para el conjunto de la población. Sucede en la generalidad de países; tanto en los años buenos como en los años malos. El Perú no es una excepción.

Llama, pues, la atención cuando uno lee que es la “precariedad” del empleo juvenil –empleos de corto plazo e inestables, entre otras características– lo que explica “que la tasa de desempleo juvenil sea tres veces mayor que la tasa de desempleo adulto”. ¿Dónde lo hemos leído? En la exposición de motivos del proyecto de ley para promover la contratación formal de los jóvenes, presentado por el Gobierno al Congreso en el mes de marzo y que estaría próximo a discutirse.

La esencia del proyecto es un subsidio a la contratación de jóvenes de 18 a 29 años que no hayan tenido un trabajo formal en los últimos seis meses. El subsidio consiste en un crédito que recibirán las empresas por las contribuciones al Seguro Social de Salud que hagan a nombre de esos jóvenes. (Crédito contra el impuesto a la renta, se supone.)

En nuestra opinión, se trata de una interferencia indebida en el funcionamiento del mercado laboral. Y, a la luz de la evidencia internacional, innecesaria. La precariedad de los empleos juveniles es parte de una evolución que comienza con una especie de tanteo, de ensayo y error, en el que las empresas van descubriendo quiénes son los que tienen las habilidades que buscan, mientras que los jóvenes van entendiendo qué es lo que les gusta hacer. Con el paso de los años, la rotación va disminuyendo; y es así que vemos que la tasa de desempleo se reduce de un grupo de edad al siguiente.

¿Creará más empleo este proyecto? El Gobierno ha tomado la precaución de que el crédito por las contribuciones al Seguro Social no se aplique cuando los jóvenes reemplacen a otros trabajadores contratados con anterioridad. Eso, en principio, es verificable. Pero no hay manera de impedir que los jóvenes contratados al amparo de este régimen reemplacen a otros trabajadores que podrían haber sido contratados para llenar las nuevas plazas. En la medida en que eso ocurra, el proyecto no generará más empleo; sólo desplazará a trabajadores de ciertos grupos de edad para hacerles sitio a los de otro.

¿Serán, al menos, duraderos los empleos creados para los jóvenes? Difícilmente porque el subsidio no altera en absoluto las causas de la alta rotación del empleo juvenil. La empresa puede tolerar un tiempo a un joven que no tiene las habilidades que buscaba, pero al agotarse el crédito lo despedirá. Del mismo modo, el joven puede soportar un trabajo que no le gusta mientras el crédito permita que la empresa le pague un poco más; o quizás ni eso.