William D. Nordhaus y Paul Romer recibirán el premio en una ceremonia que se celebrará en el mes de diciembre.
William D. Nordhaus y Paul Romer recibirán el premio en una ceremonia que se celebrará en el mes de diciembre.
Ian Vásquez

El poder del crecimiento económico y el potencial del progreso humano es muchísimo mayor de lo que solemos pensar. Eso cree , quien ganó ayer el Premio Nobel de Economía. El otro economista galardonado fue , por sus análisis sobre el impacto económico del cambio climático. De los dos premiados, Romer me parece el más optimista, incluso sobre el tema del clima, por razones que vale la pena destacar.

Por alguna razón, el crecimiento económico se disparó en el siglo XIX y el ingreso per cápita mundial se multiplicó por hasta 30 veces desde entonces. Por alguna razón, ciertos países han prosperado mucho más que otros. Para Romer, las ideas, las reglas del juego, el intercambio de información y la producción de conocimientos nuevos explican gran parte de ese comportamiento; donde la innovación se permite y es premiada, hay más progreso.

Sobre el tiempo, las diferencias en las tasas de crecimiento –incluso diferencias que aparentan ser pequeñas– producen resultados enormemente distintos en los estándares de vida. Por eso, Romer dice que “las decisiones que determinan si el ingreso se duplica en una generación o dos le restan importancia al resto de las preocupaciones de política económica”. Cita el crecimiento económico de la ciudad china de Shenzhen, cuyo PBI aumentó 21% por año de 1980 al 2011. El crecimiento económico alrededor del mundo puede ser mucho mayor de lo que es.

¿Es sostenible un crecimiento económico alto en un mundo de recursos limitados? Romer dice que sí. Reconoce que es contraintuitivo, pero la evidencia muestra que la humanidad sigue innovando. Los precios de los recursos naturales, por ejemplo, no han aumentado en el largo plazo a pesar de un incremento en el crecimiento y en la población mundial. En muchos casos, los precios han caído.

“Cada generación ha percibido los límites que los recursos finitos y los efectos secundarios indeseables impondrían al crecimiento si no se descubrieran nuevas recetas o ideas. Y cada generación ha subestimado el potencial de encontrar nuevas recetas e ideas. Constantemente fallamos al comprender cuántas ideas quedan por descubrir. La dificultad es la misma que la que tenemos con la composición: las posibilidades no simplemente se suman; se multiplican…”.

Romer describe cómo los químicos en los ochenta descubrieron un compuesto nuevo e importante al combinar varios elementos como el oxígeno y el cobre.

“Para tener una idea del alcance existente para realizar más descubrimientos de este tipo, podemos calcularlo de la siguiente manera. La tabla periódica contiene alrededor de cien tipos diferentes de átomos. Si una receta es simplemente una indicación de si un elemento está incluido o no, habrá 100 x 99 recetas como las de bronce o acero que involucran solo dos elementos. Para las recetas que pueden tener cuatro elementos, hay recetas de 100 x 99 x 98 x 97, que son más de 94 millones. Con hasta 5 elementos, más de 9 mil millones. Los matemáticos llaman a este aumento en el número de combinaciones ‘explosión combinatoria’”.

“Una vez que llegas a 10 elementos, hay más recetas que segundos desde que el big bang creó el universo. A medida que avanzas, se hace evidente que ha habido muy pocas personas en la tierra y muy poco tiempo desde que aparecimos para que hayamos intentado más de una fracción minúscula de todas las posibilidades”.

Es una metáfora para la economía, pues el crecimiento ocurre cuando “la gente reorganiza los recursos de una manera que les da más valor”. Pero el progreso depende de las políticas e instituciones, que pueden ser buenas o malas. Si se permite la innovación, el potencial de la humanidad es tremendo, incluso respecto a aquellas innovaciones que reducen los gases de efecto invernadero. Por ello Romer se considera un optimista condicional.