“Algunos médicos creen que facilitar el trasplante de órganos fue el verdadero objetivo del comité de Harvard para redefinir la muerte". (Ilustración: Jhafet Ruíz Pianchachi)
“Algunos médicos creen que facilitar el trasplante de órganos fue el verdadero objetivo del comité de Harvard para redefinir la muerte". (Ilustración: Jhafet Ruíz Pianchachi)
Sandeep Jauhar

¿Cómo deberíamos definir la muerte de una persona? Los filósofos y los médicos han reflexionado sobre esta pregunta durante mucho tiempo, pero todavía no tenemos una respuesta satisfactoria. Durante gran parte de la historia de la humanidad, la muerte fue sinónimo del cese del latido del corazón; sin embargo, hay pacientes en hospitales cuyos corazones aún están latiendo pero ellos parecen no estar completamente vivos. ¿Están muertos?

Hace cincuenta años, un comité de Harvard intentó brindar una perspectiva moderna a esta pregunta. El presidente, el Dr. Henry Beecher, un reconocido especialista en , fue motivado por el enigma de pacientes “irremediablemente inconscientes” que se mantienen con vida gracias a la ventilación artificial y otras tecnologías médicas recientemente desarrolladas. Tales pacientes estaban “aumentando en número”, escribió.

El comité de Beecher, en un informe titulado “Una definición de coma irreversible”, estableció un nuevo estado de muerte –la cerebral– en el que los pacientes estaban inconscientes, no respondían al dolor y no podían respirar por sí mismos, y no tenían reflejos básicos (las pupilas no reaccionaban a la luz, no tenían reflejo nauseoso y así sucesivamente). Estas eran condiciones que sugieren un tronco cerebral dañado irreversiblemente. Tales pacientes, afirmó el comité, estaban, en efecto, muertos y podrían ser declarados así por un médico. Pruebas adicionales, como una exploración de ondas cerebrales planas o un angiograma que no muestre flujo sanguíneo cerebral, podían usarse para confirmar el diagnóstico, pero no eran necesarios.

El concepto del comité de Harvard de finalmente fue aceptado por todos los estados de Estados Unidos. Hoy en día, los pacientes en EE.UU. y en muchos otros países pueden ser declarados muertos ya sea porque sus corazones se han detenido o porque sus cerebros han dejado de funcionar, incluso si la sangre aún circula.

En los años posteriores a la publicación del informe de Harvard, los médicos se basaron en el concepto de muerte cerebral para retirar el soporte vital de pacientes neurológicamente devastados, reduciendo la atención inútil. De igual importancia, los pacientes con muerte cerebral fueron declarados fallecidos antes de que su sangre dejara de circular, minimizando así la lesión de otros órganos vitales, lo que les permite ser trasplantados. Algunos médicos creen que facilitar el fue el verdadero objetivo del comité de Harvard para redefinir la muerte.

“Hay una gran necesidad de los tejidos y órganos de los que están en coma y sin remedio para recuperar la de quienes aún se pueden salvar”, escribió el comité en un borrador inicial de su informe, aunque esta oración no apareció en la versión final. En los años anteriores a la publicación del informe, los médicos habían realizado los primeros trasplantes de hígado, pulmón y corazón. El número de órganos disponibles, como ahora, era pequeño y había un gran deseo de expandir la oferta disponible.

En general, este objetivo se logró. Después de que el comité de Harvard emitió su informe, el número de órganos trasplantados aumentó drásticamente y se salvaron miles de pacientes que esperaban en las listas de trasplantes de órganos. Hoy en día, los individuos con muerte cerebral suministran la mayoría de los órganos trasplantados en Estados Unidos. Debido a la epidemia de opioides, esos números han aumentado. Las muertes por sobredosis representan ahora alrededor del 13% de los donantes de órganos en EE.UU., en comparación con el 1% de hace dos décadas.

Pero el concepto de muerte cerebral fue controvertido desde el principio. Muchas personas, incluidos muchos nativos americanos, protestantes evangélicos y judíos ortodoxos, rechazaron el concepto de muerte cerebral por razones religiosas o culturales. Incluso aparte de estas consideraciones, una determinación de muerte cerebral puede parecer inverosímil ante un cuerpo sano: algunos pacientes que han sido declarados con muerte cerebral y cuyo soporte vital no ha sido retirado han “sobrevivido” con sus órganos funcionando durante meses, incluso años. Estos pacientes a menudo no se ven “muertos”. Pueden tener una piel cálida y un cutis normal y pueden continuar creciendo, menstruando e incluso gestando niños. Las familias todavía se me acercan en la unidad de cuidados intensivos y me dicen: “Su corazón está latiendo, doctor, ¿cómo puede estar muerto?

Debido a las mejoras en la tecnología, los órganos designados para el trasplante hoy pueden nutrirse y seguir siendo viables durante períodos más prolongados, por lo que es menos crítico extraer los órganos antes de que el corazón deje de latir. Como resultado, especialmente en Europa, se extraen y trasplantan más órganos después de la declaración de muerte más tradicional: el paro de la circulación sanguínea. La muerte en estos casos se declara a la antigua usanza, después de que el corazón deja de latir, generalmente después de la retirada del soporte vital. De esta manera, a medida que la tecnología avanza, es posible que podamos volver a la definición original de muerte, si así lo deseamos.

Todo lo cual sirve como un recordatorio de que nuestra definición de muerte ha sido hecha por el hombre. En el espectro entre vivos y muertos, establecemos el umbral, y podemos hacerlo en respuesta a consideraciones biológicas, éticas e incluso prácticas. La muerte no es un estado binario o un simple hecho biológico, sino una elección social compleja.

–Editado–
© The New York Times