(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Richard Webb

Nos decíamos la especie homo sapiens, producto de una evolución pensante. Pero la televisión, dice el sociólogo Giovanni Sartori, nos ha transformado en la especie homo videns. La palabra y la racionalidad han sido destronadas por el poder de la imagen visual, medio de comunicación más efectivo para la transmisión emotiva que para el discurso racional. La humanidad estaría en franca regresión evolutiva. Su argumento fue anticipado por Marshall McLuhan, quien destacó el efecto de las tecnologías de comunicación sobre el diálogo humano. El mensaje que se transmite, explicó, no es independiente del medio que se usa para transmitirlo.

Esa preocupación por el impacto de la tecnología comunicativa fue explicada por el educador Neil Postman, quien se enfocó sobre todo en el impacto de la televisión. Postman sustenta su argumento en una historia de la tecnología comunicativa. Así, lo que se transmite efectivamente con la palabra hablada sería diferente a lo que se logra con la escritura. Cada medio tendría ventajas y desventajas. El invento de la tipografía masificó el acceso al discurso argumentativo y racionalizador a través de la escritura. Más adelante, el abaratamiento de la tipografía dio pie al invento del periódico, que a su vez llevó a una multiplicación del consumo de “noticias”. Eventualmente, el consumo de noticias sería masificado con el invento del telégrafo, que puso a nuestro alcance no solo las novedades del reportero local sino acontecimientos diversos de cualquier parte del mundo, información de poca relevancia para nuestras vidas cuyo consumo es un medio de distracción, una especie de circo permanente instalado en nuestra misma casa.

A lo anterior se ha sumado el Internet como instrumento informativo y de comunicación, y con efectos que recién empiezan a perfilarse. De un lado, el Internet constituye un salto extraordinario en la capacidad humana para acceder a la información, no solo como distracción sino para fines prácticos que conducen al desarrollo, y también para participar en discursos reflexivos. De otro lado, el Internet se descubre como un poderoso instrumento para la comunicación visual y de sentimientos que potencia los vicios de la televisión.

La preocupación compartida por McLuhan, Sartori y Postman sigue vigente. También el filósofo italiano Umberto Eco se ha referido a la degradación del discurso colectivo: “La televisión ha promovido al tonto del pueblo. El drama de Internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”. Recientemente, , columnista de este Diario, , afirmando que “comunicamos pero no dialogamos” y criticando la “carrera por los clics”. Tanto la televisión como el Internet se caracterizan por un alto contenido de material visual y auditivo destinado al cultivo de la emotividad, la distracción o la agresividad personal y política. Desaparece la perspectiva de tiempo. El huaico diario de información cambiante reduce el horizonte temporal de las reflexiones, y atenta contra la civilidad y la capacidad social para aceptar las transacciones necesarias de la vida social.

En su novela “Un mundo feliz” el escritor británico Aldous Huxley inventa una sociedad tranquilizada por una droga ficticia llamada soma. Las pastillas de soma curan todo sin cambiar nada. La televisión y el Internet están camino a lograr lo mismo.