Revancha nerds
Revancha nerds
Mario Ghibellini

El presidente Kuczynski no debe de haber tirado el arpa, sino la flauta. Pero, por lo demás, es muy probable que, al momento de autorizar a Zavala a presentar la cuestión de confianza, haya repetido la famosa fórmula que la tradición le atribuye al rey David. Porque en esta reacción del ppkausismo a la decisión de Fuerza Popular y sus satélites de arrastrar a la ministra Marilú Martens a la censura, hay algo de exasperación y arrebato que revindica a los nerds de este mundo.

Pasmo tecnocrático

Dejémonos de cosas: el término ‘tecnócrata’ con el que la oposición y hasta parte de la bancada supuestamente oficialista suelen referirse a diversos miembros del gabinete es un eufemismo. Lo que ellos en realidad quieren decir es ‘ganso ilustrado’ o ‘monse a fuerza de chancón’; esto es ‘nerd’.

Porque lo que convierte a un ministro en poco ‘político’ – otro eufemismo de traducción pendiente – no es un título universitario o un posgrado en el extranjero, sino un cierto pasmo frente a la criollada que campea en los suburbios del poder, o un particular talento para complicar lo que ya era complicado con una frase histórica que los detractores de quien la pronuncia se encargarán de grabar en su lápida. Así, ‘tecnócratas’ han sido Alfredo Thorne y Martín Vizcarra, así como la señora Martens y el ex premier Zavala. Y a la cabeza de todos ellos, portando el estandarte de la orden, ha marchado y marcha por supuesto, el mismísimo jefe de estado.

A algunos de ellos, el fujimorismo y sus mozos de estoques los censuraron o los hostigaron hasta empujarlos a la renuncia. Y a los otros, los zarandearon a su gusto atribuyéndoles habilidades de ‘montesinitos’ o ausencia mental, con la íntima convicción de que no encontrarían en su alma ‘tecnocrática’ el coraje suficiente para resistir la ofensa y retar al agente de la humillación.

Pues bien, la decisión de plantear la cuestión de confianza ha puesto en tela de juicio precisamente esa convicción. Lanzada, es cierto, en una coyuntura poco propicia – véanse los niveles de aprobación de la ministra Martens en las encuestas – y con las torpezas que constituyen la denominación de origen de esta administración – como la de hablar de una equivocada ‘renovación de confianza al gabinete’ en el documento original que se envió al Congreso, y haciendo necesario el envío de otro que enmendase el error –, con todo, la iniciativa ha entrañado varios valores.

Por un lado, ha obligado a una definición de lo que las mencionadas escaramuzas sugerían permanentemente, obstaculizando cualquier proyecto de largo plazo desde el Ejecutivo. Y por otro, ha permitido que se dibuje con nitidez frente a la opinión pública la naturaleza de la acción política de ciertas agrupaciones y bancadas.

Pero, sobre todo, ha traído noticia de la existencia, hasta ahora inadvertida, de una presencia de ánimo suficiente en el gobierno como para hacer sentir a quienes han hecho de la supuesta necesidad de refrescar el gabinete un perverso hobby, que por ese camino los refrescados pueden terminar siendo también ellos.

Esta columna fue publicada el 16 de setiembre del 2017 en la revista Somos.